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Ed. La Página, año 2009. Tamaño 20 x 14 cm. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 1250
El primer tomo de La Patagonia rebelde apareció en agosto de 1972 con el título de Los vengadores de la Patagonia trágica. En noviembre de ese mismo año apareció el segundo tomo. En agosto de 1974 se editó el tercer tomo. Mientras tanto, en enero y febrero de ese año se había filmado en la Patagonia y en Buenos Aires el film La Patagonia rebelde, basado en los dos primeros tomos de la obra. Todas las escenas de la película están respaldadas por documentos históricos o testimonios de quienes fueron protagonistas de la tragedia, salvo, claro está, las síntesis que exige el ritmo cinematográfico y su tiempo de duración (por ejemplo, la unificación de dos o tres personajes en uno solo, el acortamiento de los tiempos, la unificación de escenarios). Incluso el festejo de la escena final, donde la colectividad británica canta el «For he is a jolly good fellow» al teniente coronel Varela, sigue fielmente los lineamientos de la crónica de los diarios santacruceños contemporáneos al episodio.
La fidelidad histórica no valió de nada para las fuerzas que se oponían a la difusión de la verdad de los hechos trágicos. En abril de 1974, el representante del Ministerio de Defensa se negó a aprobar el permiso de libre exhibición de la película. Ni el Congreso de la Nación ni los diversos funcionarios del gobierno peronista lograron revocar la decisión hasta que en junio de ese año, dos semanas antes de fallecer, fue permitido el film por propia decisión del presidente Perón. Cuatro meses después, el encargado de la censura cinematográfica, Paulino Tato, obligó a que se retirara de las salas de exhibición. Solo nueve años después, con el país bajo autoridades elegidas por el pueblo, pudo volver a reponerse.
Los libros y el autor corrieron la misma suerte que el film. El autor hizo esfuerzos desesperados para llevar todo a la razón y a la temperancia. Desafió a los protagonistas militares todavía vivos y a los historiadores castrenses a una discusión conjunta del tema patagónico para que todos, en un congreso o seminario, presentaran las pruebas existentes y se lograra el esclarecimiento conjunto de los hechos. Hubiera sido un hermoso ejemplo de cómo, con el uso de la memoria, se pueden evitar trágicos errores posteriores. Nada de eso ocurrió. Al contrario. La tragedia, esta vez en mucho mayor medida, volvió a ensombrecer la tierra argentina.
Sobre la suerte del autor y de los tres tomos editados hasta ese momento, transcribimos un reportaje realizado a Osvaldo Bayer por Osvaldo Soriano, aparecido en la revista Humor, el 29/4/83. A una pregunta de Soriano, Bayer respondió así:
«Era octubre de 1974, cuando las Tres A ya dominaban la calle. Comencé a recibir amenazas telefónicas y la visita de los conocidos desconocidos que se titulaban miembros del «Servicio de Informaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires». Luego aparecí en una lista de las Tres A que salió en los diarios pero que el jefe de la Policía Federal, el comisario Villar calificó de apócrifa. No sé de dónde sabría Villar si era o no verdadera. Resolvimos con mi mujer que ella se fuera con nuestros hijos a Alemania. Yo me quedé; no quería darles el gusto a los militares, no quena aceptar la injusticia. Pero no tenía detrás ninguna organización política o religiosa o de otro tipo que me asegurara un domicilio. Dejé el país con inmensa rabia en febrero de 1975. Regresé en febrero de 1976 creyendo, con ingenuidad, que el país iba a llegar a las elecciones de noviembre. Un mes después me sorprendió en Buenos Aires el «putsch» de Videla.
Un periodista muy informado me buscó por todos lados para decirme que yo estaba «en una lista». Señales de aquel tiempo. Al editor de mis libros le pusieron una bomba y se fue a México. Todo se hizo muy difícil hasta que en junio de 1976, el agregado cultural de la embajada de Alemania Federal, Gottfried Ahrens, y su esposa, me sacaron del país. El método que aplicaron Videla con sus generales, almirantes y brigadieres con los libros fue el mismo que usaron con los seres humanos: se los iba a buscar y desaparecían. La campaña contra los libros la hizo el Ejército mismo: sus unidades recorrían las librerías céntricas y expurgaban las mesas y anaqueles. Camiones con oficiales y soldados. Recuerdo uno de esos episodios, que fue presenciado por centenares de personas, pocos días después del golpe de Videla. Estaba yo con un periodista de Clarín en El Molino, de Callao y Rivadavia.
Enfrente, por Callao, había un gran local de librería, un salón con mesas donde se apilaban libros, nuevos y usados. Allí paró un camión militar y comenzó el ritual macabro. Nos cruzamos para ver. Quería observar todos los detalles, las caras de los verdugos de la cultura. Un teniente marcaba con un movimiento del dedo índice y los soldados cargaban los libros y los arrojaban al voleo a la caja del camión. El gesto del oficial me pareció similar a los cuatro dedos que levantaba el teniente coronel Varela para fusilar a los obreros patagónicos, símbolo de «cuatro tiros». La gente guardaba silencio. Como los niños secuestrados, los libros no tenían voz para defenderse. Tuve pena por los soldados. «Aquí se aprende a defender a la Patria», se lee en los cuarteles. La «limpieza» de los libros fue una acción de las que llaman de «inteligencia».
En Córdoba, el general Menéndez se dio el gusto de hacer lo que llevaron a cabo los nazis en la Plaza de la Opera de Berlín, el 31 de enero de 1933: la hoguera de libros. Hay un documento firmado por el teniente coronel Gorleri (nombre para recordar) donde ordena incinerar los libros de la antipatria y lo hace por «Dios, Patria y hogar». Pero cuando Hitler y Franco quemaron libros en la plaza pública, ese menester fue hecho por sus partidarios. En la Argentina lo hizo el Ejército. Un Ejército que quema libros jamás podrá vencer ni convencer.
Cuando el autor de este libro debió exiliarse por segunda vez, en junio de 1976, acababa de finalizar el cuarto tomo. Como sólo pudo salir con lo puesto, los originales permanecieron en Buenos Aires y fueron trasladados a distintos lugares de manera que llegó un momento en que el autor creyó que se habían extraviado. Pero, localizados, fueron llevados a Alemania por la joven Verena Ahrens, hija del agregado cultural a la embajada alemana en Buenos Aires. En 1978, en Alemania, se hizo la primera edición del cuarto tomo, en español. Se llegaba así a algo curioso y deshonroso para la cultura argentina: que la parte final de un trabajo de investigación de un suceso de su historia tuviese que ver la luz a miles de kilómetros, fuera de su territorio.
Esta es, pues, la edición definitiva corregida por el autor con nuevos documentos y aportes. En el prólogo a la primera edición, titulado «Las leyendas negras de un tabú histórico», el autor sostiene: «Jamás ninguno de los historiadores militares del Ejército, ninguno de sus oficiales superiores en ningún ensayo, en ningún curso de sus escuelas superiores, trató de defender o justificar la actuación del teniente coronel Varela’. Mientras tanto, se produjeron dos reacciones como contestación explícita a ese desafío: la del general Sánchez de Bustamante, en un artículo del diario La Nación; un libro editado por la Escuela Superior de Guerra titulado Bases para una investigación histórica sobre la campaña en Santa Cruz, cuyos autores son los historiadores militares Picciulo, Fued Nellar, De Stéfani y González Rubio; y otro estudio, del coronel (R) Orlando Mario Punzi, editado por el Círculo Militar- titulado La tragedia patagónica. Historia de un ensayo anarquista.
El artículo del general Sánchez de Bustamante es una mera glorificación del teniente coronel Várela escrito en estilo panfletario, sin tomarse el trabajo de analizar ni siquiera un documento histórico. El libro de la Escuela Superior de Guerra es justamente la antítesis de una investigación científica. Se basa en recortes de La Nación y La Prensa y de diarios patagónicos, en discursos de políticos de extrema derecha, como Carlés, y en partes militares. Nada más. Todo lo otro no existe: ninguna referencia al archivo del Ministerio del Interior, al de Relaciones Exteriores, a los telegramas cifrados, al Juzgado Federal, a las federaciones obreras y ni siquiera se analiza el debate parlamentario. Los obreros son calificados directamente de «bandidos» o «bandoleros».
Con respecto al libro del coronel Punzi, podría tomarse como una toma de posición definitiva por parte del Ejército sobre este tema, ya que el nombrado vale como el más talentoso de los historiadores militares del presente.
El autor de La Patagonia rebelde analizará en un capítulo especial las tres publicaciones de las Fuerzas Armadas. Desde ya vaya sabiendo el lector que los argumentos castrenses sólo han servido para demostrar que todo lo que el autor desarrolló en esta obra se ha visto plenamente ratificado. Hasta el título del libro del coronel Punzi: La tragedia patagónica, dice bien a las claras que la expedición del teniente coronel Varela dejó un reguero de sangre en el sur argentino. Era hora ya de que lo reconocieran.
INDICE
TOMO 1
Prólogo. Al fin, se supo la verdad
La Patagonia trágica y Orgía de sangre
Las leyendas negras de un tabú histórico
La historia de este libro
Epílogo a la manera de preludio
El ángel exterminador
PRIMERA PARTE, LOS BANDOLEROS
1- El Far south argentino
2- Pequeña historia de locos e ilusos
3- Blancos contra rojos. Pioneros contra bandoleros. Explotadores contra explotados
4- Los rojos
5- ¡Compañeros del campo, salud!
6- La aurora de los rotos
7- El gallego Soto
8- A tiro limpio
9- Llegan las tropas
10- Final feliz: Buen preámbulo para la muerte
Notas
SEGUNDA PARTE, LA MASACRE
1- Los patriotas
2- El triunfo de la Swift
3- Cada cual defiende lo suyo
4- Frente a frente
5- Los «libres» y los «afederados»
6- Por las estepas patagónicas, con el evangelio de Bakunin
7- La larga marcha hacia la muerte
8- El Comandante Varela viene
9- Pena de muerte sin juicio previo
10- Paso Ibáñez, Río Chico, Estancia Bella Vista, hitos para la muerte
11- Una magistral página militar
12- Muerte en el paraíso
13- Un gaucho llamado «Facón Grande»
14- Los vencedores
15- La inesperada derrota de los vencedores
Breve interludio al último tomo
Agregado a la presente edición
Notas
TOMO 2
TERCERA PARTE, HUMILLADOS Y OFENDIDOS
Advertencia del editor (aparecida en la primera edición, agosto de 1974)
1- El doble juego
2- En cuatro patas
3- Explicar lo inexplicable
4- El miedo a la verdad
5- El derecho de botín
6- El hartazgo
7- Así paga el diablo
8- Borrero
9- El regreso de Antonio Soto
10- La hiena
11- Los cuervos
12- Obediencia debida
Notas
Introducción al último tomo
CUARTA PARTE, EL VINDICADOR
Breve introducción
1- La patria de los fusilados
2- Las contradicciones del general Anaya
3- La trastienda
4- Las tumbas sin cruces
5- El dedo de Dios
6- Las diecisiete heridas del Comandante
7- La muerte del Vengador
8- Huelga general revolucionaria
9- La alevosía, la vileza, la abyección
10- La mano larga de la venganza
11- Los fuertes y los débiles
Ochenta años después
Palabras finales
Notas