Precio y stock a confirmar
Ed. Fundamentos, año 1978. Tamaño 20,5 x 12 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 216
INDICE
I- El servidor de lo «banal». Una introducción a la obra de Arno Schmidt, por Peter Ott
Escribir esta introducción a la obra de Arno Schmidt es tan paradójico como su mismo tema: un autor a quien se conoce internacionalmente mucho menos de lo que exigiría su importancia, y que al tiempo ha despertado mayor atención o notoriedad, al menos en Alemania, de lo que parece permitir su postura de eremita en su residencia de Bargfeld (una población remota y sin importancia en el brezal de Lüneburg). En realidad este autor vive una existencia dedicada casi monomaníacamente a la lectura -voraz e ilimitada- y a la escritura. Esta última siempre refleja a la primera: los frutos de su lectura se prensan y se dejan fermentar en cubas, es decir, en sus famosos ficheros, o «Zettelkasten». A partir de su enorme novela híbrida El sueño de la papeleta (1970), Schmidt ha estado embotellando el producto destilado bajo la forma de «no-libros», hojas mecanografiadas publicadas por procedimientos fotomecánicos y no adulterados por la edición. Toda la obra de Schmidt es una poderosa mezcla de vida y literatura, aqua vitae destilada literariamente, droga decididamente embriagadora e incluso desabrida para algunos catadores timoratos. Las líneas que siguen habrán logrado su objetivo si, al final, el lector conviene en que Arno Schmidt merece nuestra atención como teórico perspicaz y escritor creativo de prosa innovadora y desafiante, que puede ejercer una significativa influencia lingüística y estilística.
II- Stephen sobre el escollo más turbador, por David Hayman
Ulises es un libro que se complace en engaños, que se regodea, podríamos decir, en obligar al lector a rebuscar actos y hechos en un lío de efectos verbales. No sorprende, pues, que los estudiosos de Joyce no estén siempre de acuerdo sobre algunos detalles. Pero la experiencia nos enseña que incluso los errores críticos pueden resultar «puertas abiertas al descubrimiento» y por eso es por lo que vale la pena volver a examinar los lugares comunes de la crítica. Por ejemplo, preguntándose qué es lo que puede estar haciendo Stephen, en «Proteo», cuando se encuentra encaramado sobre ese emblema de estabilidad natural que son las rocas de la playa…
III- ReDuchamp, por Augusto de Campos (texto) y Julio Plaza (iconogramas)
marcel duchamp es un nombre bien conocido
pero pocos conocen bien a marcel duchamp
muchos hicieron duchamp sin saber que estaban haciéndolo
(yo también)
pero cómo podíamos saberlo?
duchamp es el mayor inventor anónimo del siglo
a poquitos
se le fue desenterrando:
debajo de la montaña picassiana
bajo el brillante arabesco de los klees o kandinskys
bajo los cristales perfectos de mondrian
allá estaba él
intacto
en medio de las escorias y de los detritus
«el guapo marcel duchamp
que pintaba sobre enormes placas de vidrio»
como dice anita malfatti
recordando la nueva york de 1917
IV- Los textículos de Rrose Selavy en sus contempladores, por Ernesto Parra
La partida de ajedrez ha concluido en tablas. De mutuo acuerdo ambos contrincantes han evitado la derrota. Marcel Duchamp carece de las fichas indispensables, Rrose Sélavy, casi con los mismos efectivos, ha optado en cambio por la perpetua provocación del jaque.
Pero la victoria de cualquiera de ellos les hubiese supuesto tanto como evocar una vez más el panegírico y moralizante desenlace del doctor Frankestein con su creatura. Sin embargo, Marcel y Rrose argumentan sobre el tablero de ajedrez un esquema incuestionable acerca de la realidad y sus relaciones de e(quili)brio —Et qui libre?— entre Duchamp Sélavy y viceversa. El hacedor es consecuencia de su propia expresión; y el arte, del espíritu de rebeldía: en Duchamp este protocolo es oíble: sus palabras han dejado de jugar: sus palabras hacen el amor. El joie de vivre se ha transmutado en joie d’ivre, como propiciasen ya los tintos de Rabelais en algún arranque nada tímido de modificar el sentido de ciertas voces, sin alterar su raíz etimológica. Otro pionero en practicar los recursos de uniones entre palabras será Tristán Corbiére, híbrido de Alfred Jarry & Quasimodo: «yo hablo debajo de mí»; intérprete morboso de la opereta baudeleriana del dandy…
V- Washington Square, por Saúl Yurkievich
momento es tiempo ya comience pronto apronte al instante es hora la hora ahora en punto empiece un parque era un domingo de sol la primera primavera era la tarde de pie nisol de vuelta otrora es ahora cuando esplende de pronto primavera es entonces cuanto todo se limpia límpido el aire y acuden a un parque pleamar la gente retozando alborozada doquiera gentes porque el agrado porque el aire temperado allí se aposentó posó su ámbito allí enseñoreó su suavidad el soplo placentero en paz en torno esa holgura de cielo que despeja cuando cálido el beso de la brisa rosadura por la piel reposo para dar dadora dones sobre tu cuerpo…
VI- Tres lecturas contemporáneas, por Gonzalo Díaz Migoyo
Se trata en este ensayo de releer de manera distinta tres conocidas novelas españolas contemporáneas, El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos y Juan sin Tierra de Juan Goytisolo. La diferencia consistirá en dirigir la atención de la lectura hacia el reflejo del sujeto escribiente en el mundo ficticio del texto, intentando captar el impulso centrípeto de la escritura hacia el escritor en vez de su movimiento centrífugo hacia el mundo. De entre las conocidas funciones lingüísticas señaladas por Román Jakobson se trata, pues, de privilegiar en la lectura la función emotiva, que es la que intenta expresar la actitud del escritor acerca de aquello de que está escribiendo. La estrategia de aproximación a esta función consistirá en entenderla como reflejo directo de la función referencial del mensaje u orientación hacia el contexto lingüístico. La presuposición de que se parte es, pues, que existe una relación constante e inevitable entre el sujeto escribiente y el mundo descrito. Dicho con más fuerza, que el mundo ficticio de la novela es un espejo del escritor más que de la realidad y que el escritor crea ese mundo para crear su propia imagen…
VII- Mapa de la Biblioteca (fragmento de Ciclo Solar), por Julio Ortega
He llegado a creer que en el sótano de la Biblioteca Nacional de Lima hay una loza y bajo la loza un lago. Pero esta imagen supone para mí varias etapas de adivinación: un amplio primer piso blanco (un hombre baja las escalinatas marmóreas), otro amplio piso sombreado (un hombre obedece la oscuridad), un amplio sótano de manuscritos ilegibles (un hombre mira la loza y la levanta). Pero no se trata propiamente de un lago sino de un río que la ciudad ignora. Conozco bien esa biblioteca. Por eso al solicitar un libro en el vocerío del primer piso, suelo llevarlo a alguna oficina del segundo piso, entre escritorios vacíos, donde leo en paz. Ultimamente, en cambio, desde mi refugio tomo notas y vigilo el llamado paso del tiempo, corrigiéndolo entre una palabra anotada y el movimiento insidioso de los empleados. Bajo el poderoso reloj de pared, yo copiaba palabras entre dos empleados que iban de una palabra a otra, sin sospechar que entre una página y sus pasos yo establecía un mapa. Un mapa del tiempo, quiero decir. El reloj vigilaba a los empleados. Los empleados cruzaban los minutos de las puertas abiertas. Yo apuraba una palabra entre ambos. La página consignaba ese acoso. Sé que la biblioteca no es la casa de los libros, sino los distintos momentos entre los hombres bajo la presunción del silencio…
VIII- Cinco poemas (1978), por Andrés Sánchez Robayna