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Ed. Paidós, año 1996. Tamaño 2 x 15 cm. Traducción de Charo Lacalle y José Luis Fecé. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 126

El sentido de los otros, Augé215El sentido de los otros. Este título se puede entender en un doble sentido. En una primera acepción, el sentido de los otros, al igual que el sentido de la familia, el sentido del dibujo o el sentido de la orientación, sería un don adquirido o innato, variable según los individuos, los grupos o las épocas. Se podría decir, por tanto, que hoy día en Europa el sentido de los otros se pierde y se exacerba a la vez. Se pierde en tanto que la aptitud para tolerar la diferencia desaparece. Pero esta misma intolerancia crea, inventa, estructura la alteridad: los nacionalismos, los regionalismos, los fundamentalismos, los procesos de «purificación étnica» proceden más bien de una crisis de identidad que de la aceleración de procesos generadores de alteridad. Como si anduvieran en busca de un nivel pertinente de identidad colectiva (identidad que convierten indebidamente en algo sustancial), un cierto número de grupos humanos no deja de segregar la alteridad, de fabricar al otro y, por tanto, de descomponerse; como si, al contrario de lo que ocurre en la diferenciación celular, esta continua diferenciación social fuese portadora de muerte.

En una segunda acepción (que ya no hace de los «otros» el objeto sino el sujeto del sentido) el sentido de los otros nos confronta con la evidencia del sentido que elaboran los otros, individuos o colectividades. Pero ambas acepciones se mantienen, porque el sentido en cuestión es el sentido social, es decir, el conjunto de relaciones simbólicas instituidas y vividas entre los unos y los otros en el seno de una colectividad que dicho sentido permite identificar como tal.

Si la antropología es ante todo una antropología de la antropología de los otros, ello no se debe a que no haya sociedades que, de un modo más o menos estricto, no hayan definido una serie de relaciones «normales» (instituidas y simbolizadas) entre generaciones, entre primogénitos y cadetes, entre hombres y mujeres, entre aliados, entre linajes, entre grupos de edades, entre hombres libres y cautivos, indígenas y extranjeros, etc. La primera tarea del antropólogo consiste en determinar ese documento de la identidad y de la alteridad relativas.

Como se puede apreciar, esta tarea no remite al antropólogo, ni tampoco específica y exclusivamente a un único tipo de sociedad. Y ésta es la razón por la que, en el trabajo que se sitúa en el punto de unión entre mis referencias africanistas y mis preocupaciones más globales, me gustaría interrogar, sentando las premisas de una antropología «generalizada», al propio concepto de alteridad en su doble relatividad, ya que los otros también definen al otro.

Dicha interrogación desemboca a su vez en otra, pues la muerte del exotismo es la característica esencial de nuestra actualidad y por ello es legítimo preguntarse en qué condiciones se puede dar una antropología sin exotismo y cuáles pueden ser sus fines. A tal objeto, en esta obra evocaré pues mi recorrido personal, que vuelve a tomar y recomponer algunos artículos anteriores pero insertados en un conjunto original y en buena parte inédito. El único interés de este recorrido consiste en haberme confrontado con distintos tipos de alteridad, de los que he intentado comprender progresivamente qué podían tener en común.

INDICE
1- ¿Quién es el otro?
2- Los otros y sus sentidos
3- El otro próximo
4- La norma de los otros
5- Conocimiento y reconocimiento: sentido y fin de la antropología
6- La conquista del espacio
Conclusión: cambio de mundo, cambio de objeto
Bibliografía complementaria