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Ed. Fundamentos, año 1974. Tamaño 20 x 11 cm. Traducción de Blanca Tera y Susan Hendry. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 260

El juego favorito, CohenEl autor nació en Montreal hacia 1934. Poeta, novelista y músico internacionalmente reconocido, ha publicado doce libros, entre ellos dos novelas.

La adolescencia y la juventud de Lawrence Breavman, hijo único de una vieja familia judía de Montreal, están hechas de colores deslumbrantes y de repentinos momentos de zozobra y oscuridad. Atraviesa esa época de formación siempre un poco a destiempo, ligeramente desenfocado, acumulando sabiduría y desamparo.

Su padre ha muerto y él no termina de entender bien cómo ni porqué; los juegos adultos del amor y la guerra, con sus infinitas posibilidades de fantasía y crueldad, lo excitan y lo turban; experimenta secretamente con el hipnotismo.

Durante las noches se aventura en el riesgo con Krantz, su camarada y confidente. Su vida cambia en la universidad, pero la intensidad con que vive no disminuye ni un instante. La ansiedad y el deseo tampoco, como se hace evidente cuando huye a Nueva York. En rigor, su vida comienza allí, cuando conoce a Shell, una muchacha que le hace descubrir el amor y sus exigencias.

«A Breavman le encantan las pinturas de Henri Rousseau, la manera en que detiene el tiempo. La palabra que debe usarse es «siempre». El león olfateará siempre las túnicas de la gitana dormida, no habrá ataque, ni tripas en la arena: el encuentro total está expresado. La luna, aunque está condenada a desplazarse, nunca se pondrá sobre esta escena. El laúd abandonado no llora, anhelando dedos. Está henchido de toda la música que pueda necesitar. En medio del bosque, el leopardo derriba a la víctima humana, que cae con más lentitud que la torre de Pisa. Nunca llegará al suelo mientras lo miras, ni siquiera cuando te vuelvas para marcharte. Está cómodo en su desequilibrio. Las intrincadas hojas y ramas alimentan las figuras, sin malignidad ni benignidad, sino naturalmente, como flores o frutas. Pero que la función sea natural no disminuye su misterio. ¿Cómo llegaron a conectarse la carne animal y la carne vegetal? En otro lugar, las raíces amadrinan unos novios o un retrato de familia. Tú eres el fotógrafo, pero nunca puedes salir de bajo la tienda negra ni oprimir el bulbo de goma, ni perder la imagen del cristal escarchado. Hay violencia e inmovilidad; los humanos, cómodos con ambas, participan. La selva no les pertenece, sus ropas son ropas de ciudad, pero la selva sería yerma sin ellos. Siempre que la violencia o la inmovilidad ocurren, son el centro del cuadro, por pequeñas que sean o escondidas que estén. Cúbrelas con el pulgar y el follaje muere».

Leonard Cohen