Ed. Cuenca del Plata, año 1980. Tamaño 23 x 16 cm. Usado excelente, 308 págs. Precio y stock a confirmar.

«No voy a escribir la historia de la Revolución Libertadora, pues excede mis posibilidades y nos alejaría de la finalidad inmediata del trabajo que me he impuesto. Ceñiré el relato a las circunstancias en que el general Lonardi asume la jefatura de la Revolución; la lucha armada en sus aspectos más significativos, en Córdoba, Cuyo, Río Santiago y Curuzú Cuatiá; el golpe palaciego del 13 de noviembre; el pensamiento político de Lonardi; su enfermedad y su muerte.

Además del conocimiento directo que tengo de los hechos, o por el relato de sus protagonistas, principalmente de mi padre, he recurrido con frecuencia a Crónica interna de la Revolución Libertadora, de Bonifacio del Carril (1959); Dios es justo, de mi hermano Luis Ernesto Lonardi (1958); El precio de la lealtad, del general Franklin Lucero (1959) y Dos veces rebelde, del almirante Aníbal Olivieri (1958). Igualmente, he recogido los testimonios de los principales actores de la revolución de setiembre de 1955 publicados en diarios y revistas durante los veinticinco años transcurridos.

“Después de su separación del gobierno, el general Lonardi debió someterse a un nuevo desgaste por el gran número de personas que concurrieron a su domicilio, en la calle Juncal; unos a expresarle su afecto y solidaridad política y otros a tratar de influir en su ánimo para inclinarlo a facilitar las cosas al nuevo gobierno o disuadirlo de cualquier propósito de oposición.

Poco después se casó su hija Susana y el 26 de noviembre se embarcó para Nueva York en una tentativa por mejorar su salud. En la madrugada del 4 de diciembre la policía allanó su casa de familia para detener al doctor Clemente Villada Achával, que no se encontraba allí. He oído que se le fraguó proceso por contrabando de armas y revelación de secretos militares.

El mismo día apareció en todos los diarios el comunicado del gobierno de Aramburu que trataba, oficialmente, de justificar el alejamiento del general Lonardi. Durante todo el día las radios, totalmente controladas por el gobierno, transmitían pedidos a la ciudadanía para que jamás olvidase el nombre del secretario de asesoramiento que tanto mal hizo al país. No contentos con el torpe ataque contenido en el comunicado oficial, se daba plena autoridad a los locutores para decir lo que buenamente se les antojare, además de las consignas impuestas por el gobierno militar.

El 13 de noviembre el general Lonardi intentó dar a la prensa un breve comunicado, con la terminante afirmación de que su alejamiento no se debió a renuncia por motivos de salud. El gobierno no lo permitió. Esperó a que el general Lonardi se alejara del país y “sorpresivamente” –para emplear el lenguaje oficial- consumó el doble agravio: el allanamiento de su casa, donde se encontraban sus hijos; y el torpe comunicado: la técnica es simple: se califica de totalitario al doctor Villada Achával, allegado a Lonardi e instalado junto con él en la Casa de Gobierno.

Se lo ataca sin consideración; pero en las entrelíneas y en las frases incidentales se aprovechan al máximo todas las coyunturas para infamar la memoria de Lonardi, sin perjuicio de disimular el atropello con frases melosas y elogios intrascendentes”.

Marta Lonardi.

Indice:
Discurso del general de brigada Eduardo Señorans ante la tumba del general Eduardo Lonardi.
I.- Prolegómenos.
II.- La conspiración paralela.
III.- La prisión.
IV.- La hora del horror.
V.- Lonardi asume la jefatura.
VI.- Córdoba.
VII.- Cuyo.
VIII.- La Marina de Guerra.
IX.- Curuzú Cuatiá.
X.- La victoria.
XI.- La presidencia.
XII.- El 13 de noviembre.
XIII.- El comunicado del 4 de diciembre.
XIV.- Enfermedad y muerte de Lonardi.