DVD Teorema, Pasolini115Precio y stock a confirmar
DVD Original
Estado: Nuevo
Origen: Italia
Color
Formato: Fullscreen
Idioma: Italiano
Subtítulos: Castellano
Duración: 105′
Director: Pier Paolo Pasolini
Actores: Terence Stamp, Silvana Mangano, Laura Betti, Massimo Girotti, Anne Wiazemsky, Ninetto Davoli

Pasolini nació en 1922 en Bologna, Italia, hijo de padre militar y madre profundamente católica: “He nacido en una familia típicamente representativa de la sociedad italiana, un auténtico producto del cruce, la Unidad de Italia”. “Me han convertido en un nómada”, decía Pasolini cuando recordaba sus años de niñez, donde vivió en más de diez ciudades del norte. Esos primeros años marcaron con un pincelazo indeleble la relación con su madre: “Inicialmente, hubo en mí una negación de la madre, que me generó una neurosis infantil. Ponía a cada momento en tela de juicio el hecho mismo de estar en el mundo”.

La infancia turbulenta de Pasolini terminó a los trece años, cuando entró al colegio secundario y conoció a aquellas personas con las que iba a formar los primeros grupos literarios. A los 17 años entró en la carrera de Letras de la Universidad de Bologna y ahí empezó a tomar forma su primer libro de poemas dialectales, Poesie a Casarsa. Pero la vida errante y oscura vuelve para Pasolini con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Escribía en cartas: “Tengo mucho miedo. Miedo de perder la vida, y no sólo la mía, sino la de los demás. Estamos todos tan expuestos al destino, pobres hombres desnudos”. Pasolini se incorpora al ejército, forzado, pero huye, y así su vida se transforma en un escape continuo y sin aliento. Hacia 1945 la guerra terminaba, pero se llevaba la vida de Guido, su único hermano, asesinado por integrar la resistencia antifascista. “Su muerte confirma mi convicción de que nada es sencillo, que nada acontece sin complicaciones o sufrimientos. Su muerte comenzó una agonía que duró una docena de años.”

Por esta época, Pasolini se adhiere y participa con bastante fervor en el Partido Comunista de Italia, pero a los cuatro años lo expulsan por “indignidad moral”. Es entonces cuando decide dar un paso clave: se muda a Roma. Recuerda esos primeros años en la ciudad con verdadero terror: “Llegado a Roma desde los lejanos campos, ignorado por todos, devorado por el terror interior de no ser como la vida quería, incapaz de escribir sin repetirme en un mundo que había cambiado”. Pero, si bien fueron años difíciles, Pasolini ahora podía ver su pasado desde cierta perspectiva y volcarse de lleno a la edificación de su gran obra, su legado. Entre 1954 y 1960 publica algunas antologías de poemas y sus primeras novelas. En 1961 llega Accattone, su primera película como director y guionista. De allí en más las películas se irían multiplicando y el reconocimiento internacional de a poco iría llegando. Su última película, de 1975, fue Saló o los 120 días de Sodoma. Pasolini ya había recorrido el mundo y era un autor a la vez aclamado y censurado. Ese mismo año fue asesinado. Encontraron su cuerpo en un descampado, brutalmente deformado. Era un cuerpo difícil de reconocer: los dedos cortados, las piernas fracturadas, la nariz arrancada, el corazón estallado. Jamás se supo nada del crimen. Uno pocos días antes de morir, dijo: “La muerte realiza un fulmíneo montaje de nuestra vida. Elige momentos y los pone en sucesión, convirtiendo nuestro presente, infinito, inestable e incierto, en un pasado claro, cierto y por tanto lingüísticamente descriptible. Sólo gracias a la muerte nuestra vida nos sirve para expresarnos”.

Teorema es el retrato decadente y opaco de la familia pequeño-burguesa; Teorema es la historia en rompecabezas de vidas disímiles bajo la lupa de un psicoanálisis salvaje; Teorema es lo que sucede si un huésped entra en una familia y hace caer sus cimientos. Su trama transcurre en el norte de Italia, y podría parecer una contradicción, pero no lo es: Pasolini es un autor universal enraizado profundamente en su Italia natal. Porque él lee la tragedia, lee a Rimbaud, lee la religión, lee a Sade, pero lo hace siempre desde Italia, y desde esa topografía literaria interviene.

El registro narrativo de Teorema es ampliamente descriptivo, pero cuando la acción irrumpe, lo hace de modo definitivo: todo se vuelve brutalmente real y directo. Hay también un manejo de la temporalidad muy particular. La sucesión temporal está desencajada, y eso lo remarca el autor a cada paso (“los hechos de esta historia son coincidentes, contemporáneos”). Es como si todo el relato estuviera atado a una gran cuerda que cada tanto cede sus nudos y deja caer alguna historia, alguna imagen.

En Teorema, en sus formas, se deja ver una marca contundente de su arte: Pasolini toma el esquema del guión –un registro que, como formato técnico y funcional, carece de estilo subjetivo y de metáforas– y se lo apropia, lo transforma de un plumazo en hecho estético. Porque Teorema puede leerse, por qué no, como guión. Un guión de lo que será, y estaríamos ahí frente a un nuevo modo de narrar. Teorema es, prácticamente, un género nuevo. A medio camino entre una narración cinematográfica transmutada en literatura y una crónica social vuelta arte, sus páginas cristalizan esos diminutos y cotidianos modos de narrar el día a día y los mezclan en un entramado único. Cine, literatura y vida se pueden pensar desde los mismos parámetros narrativos: son modos de relatar que no se excluyen y que, en el fondo, se buscan.

En el paso del libro a la película (y viceversa) puede leerse la audacia estética de Pasolini. Y, por cierto, en cada una de sus obras puede vislumbrarse la totalidad del camino que el gran escritor italiano recorrió y con el que le hizo un tajo, para siempre, al siglo XX.

Mauro Libertella

Pasolini responde por Teorema. Entrevista realizada por Anne Capelle (reproducida en Uno por uno – Serie Testimonios, Nº 1, marzo de 1970, pp. 17–18. Traducción: Roberto Marafioti)

–¿Cuál es la hipótesis, tesis y demostración de este Teorema?

–La permanencia de los grandes mitos en el contexto de la vida moderna me conmovió siempre, pero aún más la incesante injerencia de lo sagrado en nuestra vida cotidiana. Es esta presencia, indiscutible a la vez que imposible de analizar racionalmente, la que intento esclarecer en mi obra escrita o filmada, y la que explico bajo forma de parábola en Teorema.

–¿No teme el simplismo de una historia que parece una demostración matemática?

–Sólo la poesía me atrae todavía como medio de expresión más poética. Descubro una realidad que no tiene nada que ver con el realismo. Y debido a que esta realidad me preocupa cada vez más es que me inclino hacia el cine: el cine aprehende la realidad aún más allá de la voluntad del realizador y de los actores. Teorema es el pasaje de un desconocido muy bello, muy bueno, muy diferente de la familia de burgueses milaneses que lo recibe como huésped. Todos lo aman, todos serán problematizados por él, poseídos por él en el sentido absoluto del término. Después él parte. Y este pasaje de Dios los deja devastados.

–Dios amante de tres mujeres y dos hombres… yo podría preguntarle: ¿usted busca el escándalo?

–Dios es el escándalo, Cristo si volviera sería el escándalo; fue el escándalo de su tiempo y lo sería hoy. Mi desconocido –interpretado por Terence Stamp– explicitado por la presencia de su belleza no es Jesús insertado en un contexto actual, no es tampoco Eros identificado con Jesús; es el mensajero de un Dios despiadado, de Jehová que, por un signo concreto, una presencia misteriosa, saca a los mortales de su equivocada seguridad. Es el Dios que destruye la buena conciencia adquirida inescrupulosamente, al abrigo de la cual viven –o más bien vegetan– los bienpensantes, los burgueses, en una falsa idea de ellos mismos.

–¿Pero el carácter obsesionante de las imágenes es el reflejo de sus obsesiones personales?

–¡Entendió bien! De la misma manera que toda obra, libro o sinfonía traiciona a su autor. Usted me hizo la misma pregunta después de Edipo Rey y seguramente me la hará también después de mi próximo film, en el que evocaré el canibalismo y el erotismo más bestial, aquél que no se satisfacía sino en el acto amoroso con un chancho (N. de la R.: se refiere a Porcile). Le contestaré, como ahora, que hay siempre una identificación del autor con su obra, que ésta, de una manera o de otra, es el medio de resolver sus propios problemas, y sus preocupaciones se reflejan sobre ella.

–¿De dónde viene en Teorema la importancia dada a la homosexualidad, de la misma manera que en Edipo Rey se la daba a la permanencia de las tendencias incestuosas en el hombre?

–Le dije en la época de Edipo Rey: “¿Cuál es el hombre que corta definitivamente el cordón umbilical?”. Hoy podría preguntarle: “¿Cuál es la sexualidad que no está mezclada de ambigüedad?”. ¿Mis obsesiones personales no reflejan acaso aquellas de la mayoría? La diferencia entre homosexualidad y heterosexualidad no cambia nada del problema esencial en lo que toca a la sexualidad. En Teorema éste no es sino el lenguaje para expresar una verdad.

–Su verdad, ya que nadie en el film se salva por esta aparición de lo divino, excepto la sirvienta. “Bienaventurados los simples de espíritu”, eso quiere decir…

–La sirvienta, en efecto, es la única capaz de un milagro, porque, representando al pueblo, ella no está completamente fuera de la realidad; es la venganza de lo sagrado sumergiendo a una sociedad burguesa que lo ha desechado para trocarlo por una religión de confort y seguridad.

–El marxismo también deshecha lo sagrado. ¿Cómo se conjugan en su demostración, y en usted, el marxismo y lo sagrado, aparte de la aparición simbólica, en el final del film, de la hoz y el martillo?

–No creo que el marxismo rechace lo sagrado, rechaza las instituciones eclesiásticas y clericales. El positivismo sobre el cual se fundó el marxismo fue excedido por la ciencia moderna. Hace tiempo Gramsci, el fundador del comunismo italiano, hablaba de “obras nacionales populares” diciendo que ellas debían ser épicas, y, por consiguiente, sagradas. Y no es sin razón que Ian Palach, criado en un medio comunista, llevó a cabo un suicidio religioso como el de los bonzos. (N. de la R.: se refiere al estudiante autoinmolado en Checoslovaquia en 1968 como protesta contra la invasión rusa).

–Los católicos le han otorgado, sin embargo, el premio de la OCIC (Oficina Católica Internacional de Cine)…

–Sí, estos católicos son de izquierda, están en el borde del cisma, y este premio, como el que obtuvo Laura Betti (la sirvienta) por razones completamente diferentes, me causaron placer, pero el placer fue corto. El Vaticano me quiso condenar. Fui acusado, juzgado… y absuelto después de largos meses. Por Teorema lo único que me faltó fue la prisión. Mi película fue prohibida en Italia y se quisieron destruir todas las copias para la exportación.

–¿Bajo el pretexto que había hecho una obra obscena?

–¡Bajo pretexto…! Usted emplea las palabras justas. Teorema no es obscena. Su escándalo no viene de su erotismo, aun si se me reprocha demasiado “fotografiar las braguetas”. El enunciado de este teorema exige ese exhibicionismo. El escándalo es la tesis que yo sostengo, y para el público no es el contenido lo que escandaliza sino la forma, porque ésta es simple y –en apariencia– convencional, pero de hecho rigurosa hasta la provocación.