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Ed. La Página, año 2012. Tamaño 20 x 14 cm. Traducción de Mariano Casas. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 132
«De modo que había escrito Yonqui, y el motivo era relativamente simple: relatar de la manera más exacta y sencilla posible mis experiencias como adicto. Tenía la esperanza de publicar, ganar dinero, obtener reconocimiento. En la época en que empecé a escribir Yonqui, Kerouac acababa de publicar The Town and the City. Recuerdo que cuando apareció su libro le dije en una carta que ya tenía asegurados la fama y el dinero. Como se ve, en ese momento yo no sabía nada de lo que era el mundo de la escritura.
Mis motivos para escribir Queer fueron más complejos, y en este momento no los tengo claros. ¿Por qué habría de querer describir con tanto rigor recuerdos sumamente dolorosos y desagradables y lacerantes? Mientras que yo escribí Yonqui, siento que Queer me escribió a mí. También fue un esfuerzo para garantizar la escritura de otros libros, para aclarar las cosas: escritura como inoculación. En cuanto se escribe algo, ese algo pierde el poder de la sorpresa, así como un virus pierde su ventaja cuando un virus debilitado ha creado anticuerpos alertados. De manera que, relatando mi experiencia, logré cierta inmunidad ante otras aventuras peligrosas del mismo tipo.
Al principio de Queer, después de volver del aislamiento del caballo al país de los vivos, como un Lázaro frenético e inepto, Lee parece decidido a ligar. Hay algo curiosamente sistemático y asexual en su búsqueda de un adecuado objeto sexual, tachando uno tras otro los posibles candidatos de una lista que parece compilada pensando en el fracaso último. En algún nivel muy profundo no quiere triunfar, pero hará cualquier cosa para evitar darse cuenta de que en realidad no busca el contacto sexual.
Pero Allerton era decididamente algún tipo de contacto. ¿Y qué contacto buscaba Lee? Visto desde aquí, un concepto muy confuso que no tenía nada que ver con Allerton como personaje. Mientras que el adicto es indiferente a la impresión que causa en los demás, durante el síndrome de abstinencia puede sentir la necesidad compulsiva de un público, y eso es, desde luego, lo que Lee busca en Allerton: un público, el reconocimiento de su actuación, que por supuesto es una máscara para tapar una desintegración espantosa. Así que inventa un desesperado formato llamativo que llama el Número: escandaloso, gracioso, fascinante: «Era un viejo marinero, y paraba a uno de cada tres…».
William Burroughs, 1985