Entrevista aparecida en el diario La Voz del Interior (Córdoba), julio de 2007.

1. En un artículo que publicaste hace un año decías: “Porque hay demasiadas Memorias y pocas Historias –digo, pensando en una conciencia que no solo sea capaz de hilar recuerdos sino de imponerles un sentido”. Tu película M es una historia, la tuya, la de tu madre, pero que es la nuestra, la de un cuerpo social. ¿Por qué elegiste el cine para convertir la Memoria en Historia?

Porque solo el cine permite hacer palpables los silencios, los balbuceos, las dudas. Y lo central en esta historia, en nuestra historia, son esas huellas de la represión, que no se ven a simple vista, o en los diversos “textos” que intentan narrarla, sino en sus grietas. A la vez, el punto de vista intenta imponer un sentido, pero si es honesto debe hacer visible, también, su propio trabajo de construcción.

2. Al inicio, una cita pertinente del novelista William Faulkner ya implica una tesis capital del filme: un sujeto es una comunidad. ¿La historia social y política escribe la intimidad? ¿Puede ser M un ejemplo de cómo el psiquismo es atravesado por la Historia?

La cita de Faulkner es una reescritura de la de Marx: “Las generaciones muertas aplastan como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Y los dos rehuyen al psicologismo: se trata mas bien de entender que uno es un fantasma más entre muchos, sobre todo si no es capaz de escuchar el rumor de las generaciones pasadas, y darle forma. Pero en esto Faulkner era mas pesimista que Marx: no hay re-evolución posible, y a veces la historia se convierte en puro ruido y furia, en una pesadilla de la que uno no puede despertar.

3. Citas un pasaje de Violencia y/o política de Pilar Calveiro: “Es necesario escrachar, poner en evidencia, impedir el disimulo de quienes se hacen los desentendidos en relación con las responsabilidades que les cupieron”. ¿Puedes esclarecer este concepto de responsabilidad social?

Lo que enuncia Calveiro, desde su doble lugar de investigadora y ex militante, es que para que haya una Historia es esencial la transmisión crítica de la experiencia. Quienes actuaron deben explicar el sentido de sus actos, porque si no la generación siguiente queda doblemente huérfana: no solo ha perdido a sus padres, sino también la posibilidad de escribir su propia Historia, confrontándola con la anterior.

4. En un pasaje inicial tomas prestado la tesis de Arendt sobre Eichmann para cuestionar el funcionamiento colectivo respecto de la dictadura y su abyecta represión. Sin embargo, con ello también pareces cuestionar una lógica de obediencia que incluye a la totalidad de los actores políticos de aquel momento? ¿Es así?

Efectivamente. Lo que muestra el caso Eichmann es que aun un responsable esencial del genocidio puede ampararse en la burocracia, y si Arendt se detiene en él es precisamente porque no es un caso excepcional: todos estamos cerca de enarbolar una versión de la Historia en la que somos puros espectadores. Lo hacen quienes se amparan en la “teoría de los dos demonios”, pero también aquellos actores sociales que no se hacen cargo de sus actos.

5. ¿Qué lectura tienes de la carta de Oscar del Barco, su No matarás? ¿Crees que M aporta en algo a la discusión que despertó aquella misiva publicada a fines de diciembre de 2004 en la revista cordobesa La Intemperie?

Creo que de algún modo es parte de la misma discusión, si. Lamentablemente, es un debate que no termina de darse de un modo franco y abierto. Parece más bien que cada no defiende una posición previa, y muchas veces así es: se defiende lo actuado, sea desde el dogma o el relativismo, y no hay mucho espacio para un verdadero debate.

6. Como ocurre con Trelew o con Los Rubios, dos películas que importan a la hora de problematizar la historia del pasado que sigue escribiendo nuestro presente, hay elecciones estéticas específicas perfectamente ajustadas a un desarrollo conceptual. ¿Por qué la primera persona? ¿Por qué la total ausencia de música? ¿Por qué los intertítulos y jump cuts godardianos?

Creo que cada film debe esboza su propio credo, ético y estético, y en ese sentido funcionan cada una de esas elecciones. No use música porque esta película debía ser así, pero no se trata de una dogmática bressoniana: simplemente, en este caso, la música remite a ciertos usos del sonido que me parecían antitéticos con lo que pretendía decir. Y los intertítulos godardianos me permitían jugar un poco con lo que quería decir, introduciendo a la vez un recurso poco explotado por el cine actual, pero para mi sumamente interesante. Me interesan los recursos que cuestionan cierta “lógica” demasiado incorporada, y juegan a quebrar las expectativas. La primera persona también está en cuestión al renunciar a la “voz en off”, para permitir que cada espectador haga su propia lectura, pero la puesta en escena del propio cuerpo era fundamental, pues es a través de ese involucrarse el cómo se articula la historia. Y eso define un poco la “política” del film.

7. ¿Cómo y por qué decidiste incluir algunas películas caseras en 8mm en donde vemos a tu madre?

Por un lado, porque esos registros “privados” devienen documentales por si mismos. Y por el otro porque generalmente vemos a los desaparecidos como una abstracción, a los sumo como una interminable galería de fotos-carnet, y –haciendo honor a la frase de Todorov- para convertir la cifra en tragedia necesitamos devolverle su humanidad. En esas películas caseras late la historia que no fue.

8. Tu hermano aparece en algunas escenas claves, pero quien no aparece es tu padre: ¿por qué? ¿Qué ha dicho de tu película?

Mi padre, como otros personajes, eligió no aparecer en el filme. Eso al principio me preocupaba, pero luego entendí que esas ausencias eran sintomáticas de lo que estaba tratando de decir, y por lo tanto no funcionaban como vacío, sino –preciosamente- como ausencias. Y no es lo mismo el vacío que la ausencia.

9. En el film hay varios giros cinéfilos, el título que remite a Fritz Lang, por ejemplo, pero, ¿por qué se ve un fragmento de El ciudadano?

En la edición empecé a ver que todo el tiempo me enfrentaba con rejas, con carteles de “no pasar”, y que eso no solo remite a la dificultad en la búsqueda de la verdad, sino al imaginario sobre esa dificultad. Y ese plano de El ciudadano, como tantos otros de ese filme, metaforiza eso. Si cualquier película que intente rastrear la vida de alguien para develar un destino no puede dejar de remitir a esas rejas, a ese rompecabezas, a esos testimonios contradictorios, eso también es parte de la memoria. Y la memoria, como el cine, esta hecha de citas, conscientes o inconscientes.

10. ¿Has pensado en tu segunda película? ¿Seguirás en el género documental?

El documental me interesa mucho, pero no más que la ficción. En realidad, lo que más me atrae es el cruce entre ambos. Las fronteras abiertas, más que las cerradas definiciones de manual. La verdad es que nunca pensé a M como documental, simplemente busque la forma que la película debía tener. Y creo que eso hace (o debería hacer) todo filme: buscar su propia forma. Ahora estoy a la busca de un proyecto cuya forma me tiente encontrar.

11. ¿Qué otras películas argentinas han ayudado a comprender los tópicos que la tuya intenta esclarecer?

Se han hecho muchas películas sobre la dictadura (pocas sobre los setenta en si), y solo pocas son interesantes. Por mencionar solo dos, un documental y una ficción que se plantean los problemas de la representación: Juan, como si nada hubiera sucedido de Carlos Echeverría, y Un muro de silencio de Lita Stantic.