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Ed. Pánico el Pánico, año 2011. Tamaño 20 x 13 cm. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 152
Segunda novela del autor, que combina una trama de guiños metaliterarios con una apuesta por la radicalidad estilística.
Como reza su contratapa, Literatura argentina, de Pablo Farrés, conjuga dos historias: “una que juega con las concepciones
biopolíticas acerca del artificio de lo humano y trata sobre un chico criado como perro. La segunda historia trata del mismo
personaje y su relación con la literatura”.
Farrés organiza el material en dos tipos de frases que se van alternando o contaminando con buen criterio. Una capa la constituyen las oraciones de corte reflexivo, donde resaltan el ingenio, la paradoja y la prosodia repetitiva: “El silbato de mi padre no emitía ningún sonido que el oído humano pudiese captar, por lo que las órdenes que mi padre creía emitir al hacer sonar su
silbato nunca eran demasiado claras y en cierto sentido eran más bien inexistentes” dice el narrador devenido perro.
De fondo, se reconoce el singular fraseo de Thomas Bernhard, que no aparecía en la narrativa argentina al menos desde los años 80
y cuyo empleo actual adquiere interés al menos como antídoto contra la chatura minimalista. La otra capa está conformada por oraciones de alto contenido sensorial, donde la escatología da la pauta semántica y la velocidad, la sintáctica. Esta segunda tanda reconoce la ascendencia violenta de Osvaldo Lamborghini en la misma medida en que busca insertarse dentro de la tradición experimental a la que aportaron Libertella o Jorge Di Paola. Los dos tipos de frases están articulados, por lo general, en un tono entre neutro –casi telegráfico– e irónico, que remite a la jocosa sobriedad de Kafka o incluso de Copi.
No es impertinente hacer tanta referencia a las literaturas con que se conecta el estilo de Farrés. El libro se llama Literatura
argentina y en cierto punto se plantea como un ensayo de interpretación sobre el campo local. La particularidad del caso es que la presentación no solo incumbe a las oraciones de tipo reflexivo sino también a las de tipo escatológico: la angustia de las influencias se narra como actividad coprofágica, los escritores se relacionan comiéndose mutuamente la mierda.
A su vez, esta zona metaliteraria, repartida en la segunda historia del libro, resulta por momentos la más débil: escritores que hablan de escritores, escritores que firman novelas de otros, alusiones a Pierre Menard. Algo similar se puede decir del límite teórico que a veces toca el libro, cuando las imágenes o reflexiones se revelan supeditadas a los tópicos posmodernos de las últimas décadas (el devenir, la animalidad, la comunidad imposible, la biopolítica). De todas formas, no es fácil encontrar frases con esta naturaleza humorística y solvencia formal en la nueva narrativa. Casualmente o no, fueron los clichés del campo intelectual argentino los que le impidieron ir todo lo lejos
que sus propias premisas anunciaban.