Ed. Caja Negra, año 2009. Tamaño 20 x 13 cm. Traducción de Mariano Dupont. Prólogo de Carlos Gamerro. Nuevo, 112 págs. Precio y stock a confirmar.
Publicado en 1970 y traducido en esta oportunidad por primera vez al castellano, este libro reúne una serie de ensayos de carácter panfletario escritos por William Burroughs. Su finalidad excede los dominios de la literatura: en ellos establece su teoría sobre el carácter viral del lenguaje, y revela los detalles de una serie de experimentos sonoros y visuales cuyo fin es el terrorismo psíquico.
En la medida en que el sistema viral de la lengua se reproduce con gran facilidad y condiciona toda actividad humana, el virus-palabra y su difusión mass-mediática puede volverse tanto un instrumento de control y sujeción mental, como un arma destinada a sabotear y anular esos mismos mecanismos.
En La revolución electrónica, Burroughs explora la dimensión subversiva de la técnica del cut-up (aquella a partir de la cual estructuró sus novelas más experimentales en los sesenta) mediante el uso de dispositivos electrónicos como grabadores de cinta abierta y cámaras de video, con la voluntad expresa de liberar el virus contenido en la palabra y promover el caos social.
Este libro es así un manual de instrucciones de sabotaje urbano y un compendio de experiencias audiovisuales orientadas a intervenir en ese campo de batalla que para Burroughs es la cultura.
“Creo haber hecho mucha experimentación en escritura. Creo que la forma de la novela tradicional con un argumento —principio, medio y final— es arbitraria, es un accidente. Ahora bien, esto es lo que aún se sigue considerando una novela. Y a todo lo que no sigue ese modelo se lo suele llamar experimental e ininteligible. El Ulises es un ejemplo de lo que se suele considerar ininteligible. Y aunque eso es ridículo, creo que del Finnegans Wake sí se puede afirmar que es una obra imposible de entender. A cierto nivel creo que la obra debe ser inteligible.
Cuando a Salvador Dalí le preguntaban qué quería decir con sus cuadros, respondía: «Lo que usted ve es lo que el cuadro quiere decir». Yo creo que entender es poder ver algo, y si lo veo yo, lo tiene que poder visualizar también el lector. Yo articulo la estructura como para que el lector pueda participar, ahí estaría justamente una clave para explicar en que consisten las técnicas de experimentación que yo empleo, sobre todo el cut-up.
Habría que retrotraerse un poco a la pintura para ver que la obsesión de representar con estricto realismo fue canalizada por la fotografía, y la pintura pudo entonces experimentar. Así surgieron las técnicas de montaje. En literatura en cambio esta obsesión continúa todavía. Yo traté de introducir a través del cut-up el montaje en literatura. Creo que está mucho más cerca de reflejar los hechos concretos de la percepción humana que la mera linealidad. Por ejemplo, si usted sale a la calle ¿qué ve? Ve autos, trozos de gente, ve sus propios pensamientos, todo mezclado y sin linealidad alguna.
Este modo de escritura de montaje deja intacta la narración. Justamente creo que es todavía más fiel a ella. La palabra escrita está atada a la imagen. En los lenguajes antiguos eso se ve bien claro: los signos representan los objetos a los que se refieren. Nuestro sistema de signos es tan propenso a la abstracción que las palabras ya no tienen más un sentido preciso. Aquí es donde el control y la manipulación política aparecen. Un ejemplo es el uso de las palabras comunismo, fascismo, etcétera, que se aplican indiscriminadamente a cualquier fenómeno. A situaciones muy concretas como la Alemania nazi, el apartheid de Sudáfrica o las dictaduras militares de América Latina, se les aplica por igual la denominación de fascismo.
Este es un control típico sobre las palabras que suele ejercer la prensa para crear opiniones y producir efectos. La experiencia misma es un cut-up, y esto se ve claramente en la experiencia de escribir. No se puede escribir sin ser interrumpido por todo lo que viene a la cabeza y por todo lo que se ve. Su experiencia como persona adulta no es lineal, está interrumpida por todo tipo de arbitrarias yuxtaposiciones. Pero esos «restos» no se sabe cómo meterlos cuando se escribe linealmente. El montaje, en cambio, los integra”.
William Burroughs, 1975.
Indice:
Prólogo: Por un arte impuro, de Carlos Gamerro.
La revolución electrónica:
1- Retroalimentación de Watergate al Jardín del Edén.
2- La revolución electrónica.
3- Entrevista: «Las únicas palabras verdaderas son las palabras que se tocan», realizada por Tamara Kamenszain durante 1975.