Precio y stock a confirmar
Ed. Granica, año 1973. Tamaño 20 x 11,5 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas:

La pasión según Trelew218En octubre de 1972 fui testigo del alzamiento popular con que Trelew respondió a la detención de dieciséis ciudadanos y al allanamiento de un centenar de casas de la región. El operativo militar y policial había sido concebido como un escarmiento contra la población, por la solidaridad que la unió a los presos del penal de Rawson antes de la fuga del 15 de agosto y por la consternación que no ocultó después de los fusilamientos del 22. Los represores emplearon el mismo argumento oficial que habían blandido los españoles durante la Guerra de la Independencia o que solían emplear los patrones de los obrajes de La Forestal en 1920 para disfrazar sus asesinatos: el cuidado de los bienes y de la paz de la comunidad ante la presencia de «elementos perturbadores». Pero en Trelew la agresión fue llevada esta vez más lejos: un segundo comunicado militar aseguraba que el operativo se había cumplido con la colaboración del pueblo. Y el pueblo no estaba dispuesto a que nadie se tragara la mentira.

Durante casi una semana, más de tres mil personas (la décima parte de la población total) se mantuvo en vela adentro o en los alrededores del teatro Español, cuyo nombre era entonces «Casa del Pueblo». Hubo una huelga general desautorizada por la CGT, con un ausentismo que superó el 90 por ciento. A las dos manifestaciones que salieron de la plaza principal y llegaron hasta los barrios pobres de Trelew asistieron más de siete mil hombres. Muchos de los obreros textiles que acudieron entonces aprendieron allí, en plena movilización, que la única fuerza capaz de imponer respeto a los represores era la del pueblo en la calle.

Trelew fue, en aquellos días, una Sociedad Nueva creada por un Hombre Nuevo: la ley que se cantaba en las consignas imponía no romper vidrieras, no provocar desórdenes, mantener limpios los lugares de reunión, cumplir escrupulosamente con el trabajo habitual. Y no hay memoria de que alguien haya violado esas indicaciones. Los abastecimientos, la limpieza, la medicina y hasta las canciones fueron socializados por buenos burgueses a quienes nunca les habían interesado las experiencias revolucionarias.

La misma tarde que llegué a Trelew, en la redacción del diario El Chubut, volví a ver por azar a Teresita Belfiore de Carmona, que veinte años antes había sido mi compañera de trabajo en el Instituto de Letras de la Universidad de Tucumán y que ahora enseñaba Lenguas Clásicas en la Patagonia. Ella me ayudó a compilar la información suelta que había ido surgiendo del teatro durante la movilización, a rescatar de los cajones de desperdicios algunos volantes y canciones mimeografiadas, y a que el diálogo con los protagonistas de la historia fuera menos formal.

En una primera versión, este libro fue una acumulación de crónicas, reportajes ajenos, discursos y documentos vinculados con la fuga del 15 de agosto, los fusilamientos de la base Almirante Zar y la movilización popular de octubre. Mi función iba a consistir en organizar las voces de aquel coro para que su sonido fuera el del Pueblo. La empresa era demasiado ambiciosa y exigía más tiempo del que estaba a mi alcance, y esa es la razón por la cual mis comentarios se entrometen en la historia con una asiduidad excesiva.

Entre el 18 y el 22 de octubre de 1972 entrevisté en Trelew, Rawson y Puerto Madryn a 23 personas. Hay entre ellas ex apoderados de los presos, oradores y animadores de las asambleas populares, ciudadanos que fueron llevados al penal de Villa Devoto y liberados entre los días 16 y 19, e inclusive uno de los dirigentes sindicales a los que el pueblo, en las consignas y discursos, señalaba como delatores y traidores. En esos días reuní todas las crónicas sobre la movilización popular publicadas por los diarios de Trelew y cotejé las versiones mimeografiadas de los cantos y estribillos con las correcciones que el coro de obreros y estudiantes introducía todas las noches en las reuniones del teatro Español.

Volví a Trelew a mediados de febrero de 1973 para llenar algunos vacíos de la historia. Obtuve entonces autorización de Adolfo Samyn, subdirector de El Chubut, para reproducir las crónicas de su diario, y concerté cuatro entrevistas complementarias en Rawson y Puerto Madryn. Conocí a Gustavo Peralta, que seguía preso cuando tuve que marcharme de Trelew en octubre, y anudé con él una relación fraternal: a la minuciosa memoria de Gustavo se deben muchas páginas de este relato.

Comencé a escribir el libro el 26 de mayo, entusiasmado por el espectáculo de una revolución que parecía al abrigo de todo desgaste. Las cárceles estaban vacías de presos políticos, las puertas de la Casa de Gobierno permanecían abiertas para el pueblo y los vivas a Perón no cesaban en el trabajo ni en la intimidad de los dormitorios. Confiábamos entonces en que los Represores serían juzgados públicamente y en que la lista de sus crímenes aparecería en los diarios que iba a escribir el pueblo. No solo la historia de las prisiones, torturas, secuestros y fusilamentos de los últimos años: también esas otras máscaras de la masacre que eran el aumento de la mortalidad infantil, la desocupación, el desquicio de los hospitales, los latrocinios perpetrados por funcionarios del régimen. Olvidábamos, sin embargo, que el Poder Militar llevaba un siglo burlando la justicia del Poder Popular, y que disponía de la astucia y la fuerza necesaria como para seguir haciéndolo. ^ ,

Desde los tiempos de Caseros, pero sobre todo despues de 1955, el Poder Militar se había convertido en el brazo armado de las oligarquías argentinas, en el defensor del coloniaje y en el más eficaz vaciador de las empresas nacionales. Su argumento supremo fue siempre la masacre. Lo empleó en 1856, cuando el coronel Jerónimo Costa fue sitiado por las tropas de Bartolomé Mitre en el pueblo de Villamayor y exterminado junto con todo su cuerpo revolucionario después de haberse rendido formalmente. Ciento veinticinco hombres murieron entonces degollados o lanceados. Volvió a emplearlo en 1861, cuando el ejército mitrista asesinó en Cañada de Gómez a 300 fugitivos de Pavón que estaban dormidos.

El Poder Militar no ha ganado demasiadas batallas contra los enemigos externos pero se mantiene invicto en la lucha contra los prisioneros desarmados. Entre 1918 y 1922 atesoró sus mejores laureles: limpió por centenares a los hacheros alzados en el norte de Santa Fe contra el monopolio de La Forestal; exterminó a casi un millar de peones en la provincia de Santa Cruz por exigir condiciones menos bestiales de trabajo a los grandes terratenientes; asesinó a decenas de obreros industriales, con la complicidad de pandillas de señoritos, durante las revueltas que empezaron en la fábrica Vasena y que perduran con el nombre de Semana Trágica; sepultó la Constitución y amañó leyes y decretos nuevos que lo autorizaban a matanzas más silenciosas en las comisarías y aun en los sacrosantos regimientos y brigadas donde se ejercitó la tortura; fusiló sin juicio a 27 presuntos responsables de la insurrección del 9 de junio de 1956.

Nunca ocultó los rastros de esas depredaciones, porque había conseguido ser impune hasta en los libros de historia: el propio Poder Militar se encargaba de escribirlos, cuando no disponía de amanuenses diligentes que le barrían las cloacas para que él pudiera volver a ensuciarlas.

La primera intención de este libro es desafiar esa impunidad. En un país donde los idealistas son mártires y los réprobos viven sin castigo, la memoria del pueblo siempre será más larga que las astucias del Represor. Y si las páginas que siguen no contribuyen a derrotar la pesadilla, por lo menos ayudarán a pelear contra ella.

INDICE
Prólogo
Personajes por orden de desaparición
Personajes que reaparecen
Personajes en desorden de aparición
Trelew
Ocupación y toma de Trelew
Relato de Gustavo Peralta
Relato de Manfredo Sabelli
La fuga
Pormenores de la fuga
La semana de vigilia
El 22 de agosto
Interpretación política de la masacre, hecha por los fugitivos en Santiago de Chile
Crónica de los velatorios y entierros que sucedieron a la matanza
El primer día de movilización
Documentos que elaboró la Asamblea Popular en la noche del 11 al 12 de octubre para explicar su ideología y sus planes inmediatos
de trabajo
Los días siguientes
Relato de Gustavo Peralta
Apéndice de documentos
-Carta enviada por Rubén Pedro Bonet a sus hijos Hernán y Mariana el 26 de junio de 1972, cuando lo trasladaron del penal de Villa Devoto al de Rawson
-Conferencia de prensa de los abogados defensores de María Antonia Berger, Ricardo René Haidar y Alberto Miguel Camps
-Testimonio del sobreviviente Ricardo Rene Haidar
-Testimonio de la sobreviviente María Antonia Berger
-Testimonio del sobreviviente Alberto Camps
-Las cinco explicaciones militares
-Distinción otorgada al capitán de corbeta Luis Emilio Sosa por su participación en los fusilamientos de la Base Aeronaval «Almirante Zar»
-Lo que pasó en la Asamblea Popular
-Respuesta de Elisa Martínez de Franzetti, Beltrán Mulhall, Orlando Echeverría, Encarnación Díaz de Mulhall, y Sergio Maida al cuestionario que les entregó El Chubut poco después de su liberación
-Isidoro Pichilef cuenta su odisea
-Respuestas de los jefes políticos de Trelew al cuestionario que les entregó El Chubut después de la liberación de los primeros diez detenidos
-Párrafos del discurso pronunciado por el comandante de la Aviación Naval, capitán de navio Horacio Mayorga
-La epopeya de Trelew
-Discursos del 13 de octubre
-Canciones que compuso el pueblo de Trelew entre el 11 y el 15 de octubre de 1972
-Canción que compuso el pueblo de Trelew el 17 de octubre de 1972, tras la liberación de los primeros diez detenidos
-Consignas del pueblo de Trelew durante los días de la movilización por los presos