Ed. Booket, año 2009. Tamaño 19 x 12,5 cm. Traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda. Incluye 44 fotografías y 18 mapas en blanco y negro. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 762
«Cuesta trabajo creer que en pocas horas empezará la invasión a través del canal. Me siento muy inquieto ante esta operación. En el mejor de los casos el resultado quedará muy, muy lejos de las expectativas de la mayor parte de la gente, esto es, de aquellos que no tienen ni idea de las dificultades que entraña. En el peor de los casos quizá acabe siendo el desastre más espantoso de toda la guerra». Alan Brooke, mariscal de campo británico, 5 de junio de 1944
El Día D de Beevor no es un libro que se centre exclusivamente en el desembarco. No se dedica a los preparativos ni hace un estudio pormenorizado y al máximo detalle de los desembarcos en las diversas playas –de oeste a este, Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword–; a partir de la página 190 (y el texto tiene 650), el libro va más allá: a grandes rasgos, se disecciona la conquista de Normandía y el camino hacia París, los acontecimientos que se desarrollan entre el 6 de junio y el 25 de agosto de 1944. Ni más ni menos. De este modo, una vez aseguradas las cabezas de playa, seguimos a los ejércitos norteamericano y británico-canadiense; los primeros, hacia Saint-Lô, la conquista de la península de Cotentin y el camino hacia Bretaña; los segundos, hacia Caen, Falaise y el camino a París. Un París que Eisenhower tenía pensado pasar de largo, para dirigirse a la frontera alemana. Pero los acontecimientos fueron cambiando, semana a semana, en función de los resultados militares, y la apuesta por París –la carrera que Patton y Montgomery, con los franceses de De Gaulle y Leclerc uniéndose casi al final– fue ganando enteros a partir de mediados de agosto.
Uno se podría preguntar: «pero esto, ¿no lo explicó ya Keegan hace tiempo?, ¿por qué, entonces, otro libro sobre el Día D?»
Responde el propio Beevor:
«Tenemos que enfrentarnos a la terrible paradoja de que una democracia en una guerra puede llegar a matar a muchos civiles, porque la presión de la prensa y el Parlamento en casa para reducir las bajas puede forzar a los comandantes a utilizar mayor potencia en los bombardeos. Y eso es lo que sucedió en Francia. Churchill estaba muy preocupado por este tema porque decía que los franceses los iban a odiar y trataba de convencer a los responsables de los ataques aéreos para que intentasen mantener bajo el número de víctimas, que llegaron a ser 15.000 antes de la invasión. Y durante la batalla subieron más todavía. No sé cómo van a reaccionar los lectores estadounidenses ante el dato de que en el Día D murieron muchos más civiles franceses que soldados británicos y estadounidenses. Debo decir que a mí me chocó porque todos tenemos mitificado el Día D, pero cuando uno descubre las víctimas de la batalla de Normandía es terrible. Eso no minusvalora la valentía de los soldados o la importancia de la batalla. Se montó un escándalo porque utilicé la palabra crimen de guerra para describir el bombardeo de Caen y hay que ser muy cuidadoso con esta expresión, lo que dije es que estaba cerca del crimen de guerra. Pero lo que es cierto es que el bombardeo no consiguió nada y fue estúpido desde el punto de vista militar porque si quieres capturar una ciudad rápidamente no deberías destrozarla. Y sólo hubo bajas entre los civiles»
Beevor, además, incluye en su obra nuevos materiales de archivo (por ejemplo, los archivos del Memorial de Caén; una documentación a la que ni Keegan ni Hastings tuvieron acceso hace 25 años): «escribo historia de una forma completamente diferente de Max [Hastings], estoy más interesado en entender cómo era el combate desde la mirada de los soldados que en describir la batalla desde un punto de vista estratégico. Otro de mis objetivos es explicar por qué Normandía es diferente de lo que la gente suele pensar». Uno podría aducir que ya Ambrose hizo un uso extensivo de la «mirada de los soldados», con sus entrevistas a soldados estadounidenses.
Pero lo cierto es que Beevor va más allá. No esconde las ejecuciones brutales de soldados alemanes, prisioneros de guerra; no elude matanzas durante y después del desembarco, así como los bombardeos de ciudades, donde los civiles franceses pagaron, en mayor medida, las consecuencias. Tras la contraofensiva alemana en Mortain (6-12 de agosto), «el centro de la población era apenas un montón de ruinas, entre las cuales sólo quedaban en pie algunas paredes y chimeneas. La mayor parte de aquella destrucción se había producido el día antes de la liberación. De modo casi increíble, el jefe del Estado Mayor de la 30ª División dijo: “Quiero que Mortain sea arrasada… Demuelan todo durante la noche, quemen todo para que no quede nada vivo”. Esta inocente población francesa había sido destruida en un terrible ataque de rencor». Hasta ahora, la imagen que se nos había quedado en la retina era la de las barbaridades alemanas, que se produjeron con repugnante repetición.
Los civiles fueron la principal víctima como consecuencia de las diversas operaciones de los aliados y los alemanes. En las ciudades los bombardeos eran constantes e indiscriminados y en el campo las granjas eran saqueadas y sus habitantes obligados a una rápida evacuación. «Recuerdo una escena conmovedora que nos emocionó a todos», evocaba un oficial de un batallón químico estadounidense, «pasó por delante de nuestra posición una familia que llevaba el cuerpo de un niño tendido encima de una puerta. No sabíamos cómo había muerto. El dolor pintado en los rostros de aquella familia inocente nos afectó a todos e hizo que nos emocionáramos por los habitantes de la comarca y lo que debían de estar pasando». Sin embargo, esta emoción no impidió que a lo largo de los meses de junio, julio y agosto las directrices de Eisenhower, Bradley, Montgomery y Tedder fueran las de avanzar a pesar y en contra de todo. Aunque, desde el avance de una columna de la 3ª División Acorazada llegando a Avranches (la puerta de Bretaña), Ernest Hemingway escribiera a su futura esposa Mary Welsh, hablándole de la «vida muy alegre y divertida [que llevaba], llena de muertos, botines de alemanes, un sinfín de tiros, un sinfín de peleas, setos, pequeñas colinas, caminos polvorientos, paisajes verdes, campos de trigo, vacas muertas, caballos muertos, tanques, cañones de 88 mm, Kraftwagen, y chicos americanos muertos».
El sufrimiento de los civiles franceses estaba contemplado por los mandos aliados, aunque no previeron un alcance tan extenso: «El cruel martirio de Normandía había servido efectivamente para salvar al resto de Francia. No obstante, el debate sobre el excesivo número de víctimas de los bombardeos y la artillería de los aliados está condenado a seguir vivo. En total perecieron 19.890 civiles en Francia durante la liberación de Normandía, y el número de heridos graves fue mucho mayor. A estas cifras hay que añadir los 15.000 muertos y los 19.000 heridos de los primeros meses de 1944, durante el bombardeo preparatorio de la Operación Overlord. Los 70.000 civiles muertos en Francia por la acción de los aliados en el curso de la guerra son motivo de honda reflexión, y más si tenemos en cuenta que esta cifra excede el número total de víctimas británicas a causa de los bombardeos alemanes». Y no sólo los bombardeos: «sólo en el departamento de Calvados, 76.000 personas habían perdido sus casas y prácticamente todas sus pertenencias. El saqueo y daño innecesario llevados a cabo por los soldados aliados sólo vinieron a añadir más amargura en el mar de fuertes emociones mezcladas que muchos sintieron con la llegada de la liberación. Algunos murmuraban que habían recibido mejor trato de los alemanes».
La «batalla de Normandía» fue feroz para los civiles franceses, pero también para los combatientes. Y, en palabras de Beevor, «a pesar de los irónicos comentarios de la propaganda soviética […] fue sin duda comparable a la librada en el frente oriental. Durante los tres meses de aquel verano, la Wehermacht sufrió casi 240.000 bajas y perdió otros 200.000 hombres que cayeron en manos de los aliados. El XXI Grupo de Ejército de británicos, canadienses y polacos tuvo 83.045 bajas, y los americanos, 125.847. Además, las fuerzas aéreas aliadas perdieron a 16.714 hombres entre muertos y desaparecidos». ¿Dónde está la gloria, se preguntará más de uno?
Los enfrentamientos en el seno de los dos rivales también son mostrados en el libro con elocuencia. Entre los alemanes, la disparidad entre la irrealidad de Hitler, que apenas veía más allá de sus mapas en el Berghof bávaro o en la «Guarida del Lobo» en Prusia Oriental, y los suplicantes mensajes de Von Rustendt, Rommel o Von Kluge, que veían que el teatro de operaciones en Normandía se hundía irremediablemente. Entre los aliados, la paciencia infinita de un Eisenhower frente al ego desmedido y los fracasos de Montgomery, la excesiva prudencia de Bradley y, cómo no, el componente dartagnesco de Patton; recién llegado a Francia el 4 de julio, Patton dirigió una arenga a sus soldados con su inefable estilo: «Me siento orgulloso de estar aquí para luchar a vuestro lado. Ahora, cortemos las pelotas a esos alemanes y vamos a Berlín de una puta vez. Y cuando lleguemos a Berlín, yo mismo le voy a pegar un tiro a ese empapelador hijo de puta, como si fuera una serpiente». Como dice el propio Beevor, «Patton y Eusenhower no podían ser más distintos, desde luego».
Beevor no ahorra críticas contra Montgomery, responsable del primer fracaso en tomar Caén, del llamado «Monte Calvario» y de la Operación Totalize en la bolsa de Falaise. Las disputas con los comandantes británicos (y con algunos británicos) fueron feroces y constantes. Su egocentrismo y su equiparación a Marlborough y Wellington, posiblemente sin tanto talento militar como estos dos, era ridículo, según Beevor. «Él solo prácticamente había conseguido en Normandía que la mayoría de los altos oficiales americanos se convirtieran en antibritánicos en el momento preciso en el que el poder de Gran Bretaña caía en picado. Así pues, su comportamiento constituyó un desastre diplomático de primera magnitud». Tampoco debemos olvidar las diferencias con De Gaulle y los dirigentes de la Francia Libre. De sobras es conocida la inquina de Roosevelt contra De Gaulle, cuyo autoproclamado Gobierno Provisional dio órdenes de que no fuera reconocido mientras durase la guerra. A ello añadimos que, una vez liberada París, De Gaulle menospreció públicamente la inmensa ayuda de los aliados para que se produjera tal liberación.
INDICE
Glosario
1- La decisión
2- Con la Cruz de Lorena a cuestas ^
3- Ojo al canal
4- Aislamiento de la zona de invasión ^
5- El ataque de las fuerzas aerotransportadas ^
6- La Armada cruza
7- Omaha
8- Utah y las fuerzas aerotransportadas ^
9- Gold y Juno
10- Sword
11- Se aseguran las cabezas de playa ^
12- Fracaso en Caén
13- Villers-Bocage
14- Los americanos en la península de Cotentin ^
15- Epsom
16- La batalla del Bocage
17- Caén y el monte Calvario
18- La batalla final en Saint-Lo
19- Goodwood
20- La conspiración contra Hitler
21- Operación Cobra: la gran ofensiva
22- La desbandada tras la Operación Cobra
23- Bretaña y la Operación Bluecoat
24- La contraofensiva de Mortain
25- Operación Totalize
26- El martillo y el yunque
27- El campo de la muerte de la bolsa de Falaise
28- La sublevación de París y la carrera hacia el Sena
29- La liberación de París
30- Las consecuencias
Notas
Bibliografía
Indice alfabético
Lista de ilustraciones
Indice de mapas
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Mitre y también a dos cuadras de avenida Federico Lacroze, entre Conesa y Crámer