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Ed. Nueva Visión, año 1987. Tamaño 19,5 x 13,5 cm. Traducción de Ramón Alcalde. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 118
El libro de Freud sobre la afasia es conocido solamente por un pequeño círculo de especialistas. Inasequible durante muchos años, se lo veía hasta hace poco tiempo solo como un ítem en la lista de publicaciones «prepsicoanalíticas» de Freud, sin consecuencias para su obra posterior. El mismo Freud, desde que se dedicó al estudio de las neurosis, casi nunca volvió a referirse a sus escritos anteriores. Sin embargo, el período durante el cual surgieron éstos fue de intensa y fructífera actividad. No solamente hizo Freud valiosas aportaciones a la neurología, sino que sentó los fundamentos del psicoanálisis. Durante los últimos años se ha impuesto gradualmente el reconocimiento de que sus obras anatómicas, neurológicas y psicoanalíticas constituyen un continuo. Este libro sobre la afasia lo demuestra claramente. Fue el primero de los estudios del autor dedicados a las actividades mentales, y por ello constituye un nexo entre los dos períodos aparentemente separados que integran su vida de trabajo. Es merecedor hoy de la misma seria consideración que hace ochenta y dos años. El neurólogo lo encontrará no solo históricamente interesante sino también lleno de ideas sugerentes y originales sobre problemas que siguen siendo tan actuales ahora como lo fueron entonces. Psicoanalistas y psiquiatras reconocerán en él al precursor más significativo de la obra posterior del autor.
En cuanto a contribución al problema de los trastornos del lenguaje provocados por lesiones cerebrales, el tratado de Freud se destaca entre los voluminosos escritos de la época. Apareció cuando los neurólogos estaban intensamente preocupados por la localización de las funciones cerebrales. Tenían vivos en su memoria los descubrimientos de Hitzia y Ferrier. Broca y Wernicke habían establecido las relaciones entre ciertas lesiones cerebrales y tipos específicos de afasia, y la localización exacta de todas las funciones del lenguaje parecía estar ya al alcance de la mano. Freud fue el primer autor de habla alemana que sometió la teoría de la localización entonces en boga a un análisis crítico sistemático. Al poner en cuestión una poderosa tendencia científica y sus más influyentes representantes, Freud demostró ser un pensador independiente de gran audacia; era casi inevitable que un neurólogo como él, profundamente interesado en los procesos mentales, fuera atraído por el estudio de las afasias.
Aunque el libro es en muchos aspectos una obra condicionada por el contexto de su época, tiene sin embargo un mensaje para el neurólogo de hoy. La insistencia con que Freud afirma la compatibilidad del punto de vista funcional, es decir, dinámico, con el localizatorio, no ha recibido aun suficiente atención por parte de muchos. En su enfoque de la localización siguió a Hughlings Jackson. Rechazó la localización estricta no solo de la función del lenguaje sino de los músculos considerados individualmente. Sin embargo, el «aparato del lenguaje» que, aunque no se identifica con el sustrato estructural del lenguaje, está en cierto sentido relacionado con él, es un concepto freudiano. La diferenciación entre un área central del lenguaje y los así llamados «centros del lenguaje» situados en los límites de las áreas corticales receptiva y motora funcionalmente relacionadas con ellos, es una teoría sumamente interesante que ha demostrado ser muy fructífera.
La propuesta de dividir las afasias entres grupos fue un audaz intento de establecer un sistema psicológico coherente basado en la teoría de la asociación aplicada al lenguaje. Si se considera que la clasificación usual era entonces, y lo sigue siendo, una mezcla confusa de conceptos anatómicos, fisiológicos y psicológicos, el sistema propuesto por Freud tenía muchas cosas en su favor. Empero estaba demasiado estrechamente ligado con un fundamento teórico cuestionable para que los clínicos pudieran aceptarlo, aunque una parte de él ha sobrevivido. Fue un precursor de la clasificación de Head, que también estuvo basada en criterios psicológicos.
Ninguna de las autoridades sobresalientes en el campo de la afasia escapó a la crítica de Freud, con la notable excepción de Hughlings Jackson, para quien el autor solo tiene alabanzas y al que proclama su genio tutelar en el estudio de los trastornos del lenguaje. Asignó también valor a las contribuciones de Bastian, pero sin aceptar sus opiniones sobre los centros fisiológicos del lenguaje. Reproduce la advertencia que hace Jackson respeto de la confusión de lo físico con lo psíquico, y se declara partidario de la «Ley de Concomitancia» adoptada por Jackson. Cita algunos de los ejemplos más ilustrativos de «expresiones verbales recurrentes» mencionados por Jackson, en cuyos orígenes habían desempeñado un papel bien visible los factores emocionales; para subrayar la importancia de estos factores en situaciones de tensión psíquica, cita una interesante auto-observación.
Es evidente que Hughlings Jackson había causado una profunda impresión sobre Freud. El siguiente pasaje muestra hasta qu´`e punto había hecho enteramente propia la doctrina básica de Jackson sobre la evolución y disolución de la función:
«Al evaluar las funciones del aparato del lenguaje en condiciones patológicas estamos adoptando como principio rector la doctrina de Hughlings Jackson, según la cual todos estos modos de reacción representan casos de retrogresión, desinvolución, de un aparato sumamente organizado, y corresponden, por tanto, a estados previos de su desarrollo funcional. Esto significa que, en cualquier circunstancia, un ordenamiento de asociaciones que, por haber sido adquirido posteriormente, pertenece a un nivel superior de funcionamiento, se perderá, mientras que los ordenamientos más recientes y simples se mantendrán. Desde este punto de vista, es posible explicar gran número de fenómenos afásicos»
Aquí, pues, encontramos por primera vez en las obras de Freud el principio de la regresión, que sirve de base a todas las proposiciones genéticas del psicoanálisis. Es probable que Freud haya encontrado este principio, formulado de una u otra manera, en algún otro autor, posiblemente en las obras de Meynert; pero en ninguna otra parte había sido afirmado tan claramente, ni sus aplicaciones para la psicopatología habían sido señaladas tan persistentemente como en los escritos de Hughlings Jackson, quien a su vez lo había tomado de Herbert Spencer, el filósofo-psicólogo de la evolución. La estrecha relación del psicoanálisis con la teoría de la evolución ha sido advertida por Ernest Jones hace mucho tiempo.
L. Binswanger comprendió plenamente el importante papel desempeñado por el estudio de Freud sobre las afasias en la fundamentación de la teoría psicoanalítica. Este autor opina que al familiarizar a Freud con la doctrina genética de Hughlings Jackson, tuvo una influencia decisiva sobre el pensamiento de Freud, y llega a afirmar que sin el conocimiento de este libro es imposible una plena comprensión histórica de las obras de Freud. El estudio de los dos artículos de Hughlings Jackson mencionados por Freud convencerá al lector de que la aserción de Binswanger no es exagerada. En esos trabajos Jackson no solo aplicó la doctrina de Spencer a los trastornos de lenguaje sino bosquejó su importancia para el estudio de la «insania». Además, expresó la opinión de que ciertos estados psíquicos y expresiones verbales eran producto de descargas nerviosas en conflicto. Todo esto debió de tener un interés absorbente para Freud, quien estaba familiarizado con los conceptos de la psicodinámica a través de Herbert, Fechner y Brücke.
La idea de que algunas perturbaciones de la función, semejantes a las provocadas por lesiones cerebrales, se presentan en personas sanas en estado de fatiga y falta de atención, estaba implícita en la teoría de la evolución y disolución. Demostraría ser de vasta trascendencia en psicopatología. Por ello no es sorprendente encontrar en este libro observaciones que anticipan importantes descubrimientos psicopatológicos. Lo que Freud dice de la parafasia, es decir, el uso erróneo de palabras, suena como un preludio al capítulo sobre las equivocaciones y lapsus linguae en la Psicopatología de la vida cotidiana. Las observaciones de Freud sobre la parafasia siguen teniendo vigencia actualmente. Este decisivo problema de la afasia apenas ha avanzado desde entonces.
El «aparato del lenguaje» es el hermano mayor del «aparato psíquico», a cuya elaboración está dedicada la mayor parte de las posteriores investigaciones de Freud. Ambos términos tienen obviamente origen en los escritos de Meynert. Demuestran la perdurable adhesión de Freud a los conceptos fisiológicos.
El libro contiene algunos otros términos que han llegado a ser palabras de uso doméstico en la psiquiatría y la psicología. «Proyección» y «representación», que habrían de representar un papel tan importante en la teoría psicoanalítica, están empleados aquí en su sentdo originario. Los términos Besetzung y bsetzen (ocupación, ocupar; catexia, catectizar) habían sido empleados por Meynert para designar el proceso hipotético de investir a las células corticales no empleadas con una función nueva. Aunque Freud rechazó la hipótesis de Meynert, empleó posteriormente esos términos para el mecanismo de catectizar a los objetos con libido.
El concepto de «sobredeterminación» también fue definido por primera vez en relación con las funciones del lenguaje, de las que se suponía que eran protegidas contra el colapso mediante una multiplicidad de mecanismos complementarios.
A lo largo de todo el libro se hace manifiesta la preferencia de Freud por los conceptos que implicasen procesos dinámicos en vez de condiciones estáticas. Se expresa con máxima claridad en el notable pasaje referente a los recuerdos. Este tipo de consideraciones debe de haber desempeñado un papel en el descubrimiento de los mecanismos inconscientes, que habría de convertirse en la más importante contribución de Freud a la psicología y la psiquiatría.
El libro parece haber merecido poca atención inmediata, y su venta fue decepcionante. El autor, por su parte, miraba su libro con cierto orgullo, y una de sus cartas se refiere a él calificándolo de «algo realmente bueno», pero lamentándose a la vez que casi no se lo hubiera tomado en cuenta. No es sorprendente: Freud no ocupaba ningún cargo oficial, contrariamente a aquellos cuyas teorías criticaba con tanta severidad. No había escrito nunca acerca de la afasia ni siguió ocupándose del tema. Además, el libro no contenía observaciones clínicas nuevas y fue publicado como monografía, que pronto salió de circulación. Posiblemente el destino de este estudio habría sido diferente si se lo hubiera publicado en algunas de las revistas importantes. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que la boga de las teorías estrechas de la localización pasara, y en la primera década del siglo actual las ideas de Freud fueron retomadas por algunos estudiosos de la afasia. Storch basó en ellas su interesante teoría del lenguaje interior. Fue seguido por Kurt Goldstein, quien al desarrollar la concepción moderna más coherente y fructífera de la afasia volvió a las ideas de Hughlings Jackson y Freud. Su diferenciación de la afasia central respecto de los trastornos del lenguaje debidos a perturbaciones en la instrumentalidad del lenguaje deriva directamente de Freud. Algunos otros autores también se han remitido a él.
El concepto de las afasias agnósicas despertó también considerable interés, y el término «agnosia» fue aceptado generalmente. Aun hoy se cita con respeto el libro de Freud en algunas revisiones de la afasia. Thiele, en una importante monografía, nos hace referencias a él, y observa que sigue siendo un trabajo de interés permanente hasta la fecha. Nielsen le ha acordado su debido lugar en la revisión histórica que llevó a cabo.
El libro parece no haber llamado mucho la atención de los neurólogos franceses y pasó casi inadvertido para la mayoría de los autores ingleses y norteamericanos. Jeliffe, y recientemente Ernest Jones, reprocharon a Head el haber ignorado por completo a Freud cuando condenó en bloque a los neurólogos por no haber tomado en cuenta a Hughlings Jackson. Es evidente que Head nunca leyó el libro, aunque cita a Freud como el introductor del término «agnosia».
es imposible poner en duda que en la época de su publicación Freud estuvo solo en su entusiasta aprecio por Hughlings Jackson. Aunque solo sea por este hecho histórico, el libro merece ser rescatado del olvido. Pero hay otras razones, de más peso que las consideraciones de justicia histórica, que hacen deseable que este libro no permanezca desconocido para los lectores no alemanes: parece ser un hecho que el contacto directo de Freud con las teorías evolucionistas originarias de Inglaterra fue un acontecimiento sumamente importante en el desarrollo del psicoanálisis. Este libro es un testimonio de esta confluencia.