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DVD Original
Estado: Nuevo
Origen: Argentina
Color
Idioma: Castellano
Subtítulos: Inglés / Castellano
Duración: 137′
Director: Leonardo Favio
Actores: Edgardo Nieva, Horacio Taicher, Martín Andrade, Virginia Innocenti, Cecilia Cenci, Pajarito, Claudia Gallegos, Adolfo Yannelli, Armando Capó, María Eva Gatica, Juan Costa
Gatica llega de pibe a Buenos Aires en 1932, con la madre y un hermano – colados en un tren -. Llega desde el interior, desde la Villa Mercedes ubicada en la provincia de San Luis (la Villa Mercedes de Buenos Aires, no por nada, es la capital argentina del boxeo).
Pobre, negrito, provinciano, Buenos Aires, la Reina del Plata, en plena Década Infame, le ofrece un sitio privilegiado – luminoso, de prosperidad discutible pero en cómodas cuotas – en Constitución. Gatica entrena por ese entonces la diestra y la siniestra con la que barrería algunos rings pero únicamente lustrando zapatos. De sus manos viviría el hombre durante varios años más. Por lo menos hasta la década del `40.
También por ese entonces Perón constituía sus primeras armas: mientras en octubre de 1945 se asentaba por fin donde correspondía –y colaboraba para que lo hicieran también tantos pobres, negritos, provincianos-, Gatica se sube al ring –las manos endurecidas por el lustre, el justo resentimiento entre ceja y ceja– y por fin se registra rápidamente donde correspondía. El apogeo es mutuo y compartido.
La película establece esta comparación: mientras a Perón, en el gobierno, la “oligarquía” lo llama tirano o fascista, a Gatica, en el ring, lo llaman “mono” – “mono las pelotas, papito”, dice Gatica – y, fuera del ring, se le burlan –comprensiblemente– por el grotesco de un lumpen que viste traje blanco y a duras penas se muestra presentable en los mismos cafetines para pitucos.
A razón de golpes reglamentarios y dinero bien habido, Gatica accede a espacios donde, de todos modos, no es bienvenido. Es un ídolo popular en las calles y, a la vez, una mancha grasienta en la dignidad de “la gente bien”.
La escena paradigmática: en el Luna Park, Gatica vence y el General Perón lo contempla desde el ring-side. El General se le acerca, lo abraza; Gatica – bañado en sangre, embanderado con la celeste y blanca – le grita “¡mire cómo ruge la leonera, General, dos potencias se saludan!”.
Gatica siguió peleando y siguió ganando. Se casó y tuvo hijos. El General Perón fue el padrino de uno. Cuando terminaba el primer gobierno justicialista, el Mono va a pelear a Estados Unidos. Pierde estrepitosamente. Comienza el segundo gobierno peronista en 1952.
En 1953, Gatica tiene su última pelea. Pierde y no le queda resto sino para retirarse. El 16 de septiembre de 1955, el General Perón es derrocado. El líder se exilia y la Revolución Fusiladora prohíbe nombrarlo. A Gatica se le prohíbe boxear y se lo expulsa de las debidas instituciones boxísticas.
Perón y Gatica se convierten en (políticamente) impresentables. Los sucesivos gobiernos de facto tienen que negociar siempre con el líder en el exilio para subsistir. A Gatica, en todo caso, le toca negociar con quienes tuvieran algo que ofrecerle para subsistir.
Trabaja un tiempo para otro boxeador, Alfredo Prada. Le paga para que se siente en la puerta de su cantina y salude a los comensales – “buenas noches, mucho gusto; buenas noches, mucho gusto” -. Gatica es una sombra que se emborracha. Lo pierde todo – como el peronismo – y vuelve a la indigencia originaria.
El Mono muere arrollado por un colectivo cerca de la cancha de Independiente, donde se dedicaba a vender chucherías para subsistir, en 1963.