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Ed. Atlántida, año 1980. Tamaño 20 x 13 cm. Incluye 40 fotografías en blanco y negro y 50 a color, todas sobre papel ilustración. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 256
«(…) El técnico nace aquí, en la posibilidad de mejorar al hombre dentro de una actividad que es mi pasión y vocación constantes. Pero mi formación no obedece a ninguna influencia específica. Es cultural. Me formaron los libros y la calle. (…) El técnico aprende en todos lados. Esa similitud del fútbol con la vida hace que el episodio más insignificante se transforme en plataforma para una nueva idea, para un nuevo concepto.
En cada reunión con mis jugadores suelo arrojar frases que siguen siendo guías de hierro. Cuando les recuerdo aquello de Tuñón “Todo lo que es, es lucha”, lo hago convencido de que no deben perderlo de vista nunca. (…)
(…) Soy de los que piensan que EL FÚTBOL ES DINÁMICO Y EVOLUTIVO y que, por lo tanto, no hay conceptos de ayer que puedan servir para mañana o para siempre. Pero sí creo en las convicciones personales, las que forman un estilo, una filosofía en este trabajo.
¿Por dónde empieza el técnico?
(…) Esta es una de las tareas iniciales del técnico. Probar con datos que lo que afirma es cierto. En la Selección hicimos un trabajo minucioso de seguimiento individual en partidos. Y un día le mostré a Ardiles dos planillas. En una figuraba el rendimiento del alemán (Bonhof) y en otra la de él. Allí teníamos un detalle a fondo de lo que hacía en la cancha y de lo que producía ese espejo suyo que era Bonhof. (…) Todo. Finalmente Ardiles tuvo la prueba. Aquellas dos planillas indicaban que él podía correr y rendir en una proporción mayor que el volante de la selección germana. Ahora ya estaba convencido de que podíamos jugar contra los alemanes y que la tarea subsiguiente era no perder el estilo: teníamos que correr jugando, creando, respetando la esencia de nuestro fútbol.
Al jugador hay que señalarle el rumbo, PERO EL CAMINO DEBE RECORRERLO EL SOLO. Yo no tengo derecho a decirle que no haga tal cosa; mi deber es prepararlo para que enfrente determinada situación y elabore de antemano las posibles respuestas. Que se dé el golpe, pero que se lastime lo menos posible o –según su inteligencia y habilidad- que a partir de las defensas que le ofrezco, lo evite.
Es más: al grupo de gente que me toca dirigir le pido como actitud fundamental que no me haga sentir el único que cree en lo que emprendemos, y les digo que aprendan a no decir que sí como autómatas, por el solo hecho de seguir en el lugar y dejarse llevar por el proceso.
ESTA MANERA DE PROCEDER ES ANTERIOR A CUALQUIER OTRO ACCIONAR. ES LA BASE SOBRE LA CUAL TRABAJO. He visto a jugadores que haciendo abdominales se mataban por llegar a cien, y después, cuando les preguntaba si sabían para qué lo hacían, se encogían de hombros. Cuando uno le explica qué músculos moviliza con un abdominal, para qué le sirven esos músculos cuando realiza el gesto específico de su deporte, ese hombre pasa a gozar del ejercicio, a entenderlo, a intensificarlo o graduarlo de acuerdo a necesidades que domina a la perfección.
Encontrar a los hombres
Puedo equivocarme en la elección cuando tengo para un mismo puesto a Houseman y Bertoni. Si elijo a uno y era partido para el otro, no es grave. Pero en lo que no puedo fallar es en el manejo del grupo, en la conducción general. Errar en este terreno es caminar hacia el fracaso. Y yo creo que tengo aptitudes para conducir un grupo de gente.
Esto de dirigir un plantel es como tener una tropa comando y que uno de los soldados no sepa la hora. Se le entrega una bomba y se le indica que la coloque a las tres, diez minutos antes de que llegue el resto del grupo para el ataque final. Si el tipo la pone a las tres y diez, la bomba mata a todos los suyos. EN UN EQUIPO DE FUTBOL NO PUEDE HABER NADIE QUE NO SEPA LA HORA. Se necesita gente que esté metida en la cosa hasta los huesos.
(…) Elegir es complicado. Yo tengo bien claro quienes son los que valen en función de equipo, lo que no puedo saber es su condición humana hasta que no convivo con ellos. Y esto de la convivencia es de una importancia enorme. Porque se trata de que, al margen de la personalidad de cada uno, esas distintas personalidades SUMEN y NO RESTEN.
(…) El problema del técnico es descubrir lo antes posible la personalidad de cada uno para empezar a aportarle cosas. Al jugador no se le puede pedir más que lealtad hacia el compañero que trabaja junto a él; sería absurdo pretender de todos que se vuelquen al diálogo abierto, a la confesión, a la amistad absoluta.
Todos estos datos forman parte de la elección final. Y como toda elección, encierra en sí las más dramática de las decisiones: ELEGIR TAMBIÉN SIGNIFICA ELIMINAR.
Yo soy un laburante
Si alguien ha llegado a pensar que sé todo lo que hay que saber de fútbol, se equivoca. Por aquello de que el fútbol evoluciona dinámicamente, la verdad de ayer es la equivocación de hoy. Pero soy un “laburante” de esto. Trabajo hasta cuando descanso, pienso en el juego, en mejorarlo, en buscar estilos y en llevar a la práctica mis ideas. No soy de los que se ponen el buzo para dar dos vueltas alrededor de la cancha. Trabajo pensando.
(…) Ese “full-time” que hay en mí es el que se rebela contra ciertos métodos de trabajo, CREO SER EL TÉCNICO QUE MÁS PUEDE APORTAR A LA REVOLUCIÓN DEL FÚTBOL. Porque estoy convencido de que, con el tiempo, nadie discutirá la idea de que LOS TÉCNICOS DEBEN EMPLEAR EL 80 POR CIENTO DE SU TRABAJO EN EL MEJORAMIENTO DE LAS INDIVIDUALIDADES Y EL 20 POR CIENTO RESTANTE EN APLICAR TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS.
Yo no admito que un equipo trabaje tres horas pateando corners. Ese tiempo se puede emplear en mejorar al hombre que lo ejecuta o al que va a buscarlo. Pasarse una hora y media haciendo tiros libres en vez de utilizar ese lapso en aprender a pegarle a la pelota me parece sencillamente un error.
Si yo le digo a mi equipo: -Vamos todos sobre la izquierda y la pelota la cambiamos a la derecha para que entre… -. ¿Quién? Supongamos que sea Pérez. Si yo pretendo eso, tengo que usar diez minutos en explicarlo y una hora en practicar con Pérez para que, una vez que recibió la pelota, pueda resolver. En esa carrera que lo lleva hacia el elemento, el jugador tiene que entender las doscientas variantes posibles a través de las cuales puede tomar contacto con el balón y las formas de distracción. Porque si siempre va recto, en línea, todo el mundo termina dándose cuenta; lo que tiene que hacer es decirle al marcador: “Tomá un cigarrillo…” y darle una granada de mano.
Aquí entramos en el terreno deseado. Vamos trabajando junto al hombre, vemos si entiende rápido o no, si tiene capacidad para entrar en el mano a mano, si sabe meter al rival en el juego que más le conviene. (…) Así, el técnico aprende, aprende y enseña al mismo tiempo porque va soltando conceptos como al pasar.
Si tengo un jugador ejecutando penales y veo que se para siempre igual, me acerco y le comento: -¿Usted sabe que en Japón un tipo se corría medio metro a la izquierda de la pelota y no le erraba nunca? Era increíble, pero así la colocaba sobre cualquiera de los dos palos sin problema.- Y me voy.
Ese jugador pasa automáticamente a manejar el concepto. Se preguntará como es posible que un japonés lo tire mejor, y seguro que se correrá medio metro a la izquierda. Si le resulta más cómodo habrá tenido éxito sin necesidad de apabullarlo con indicaciones y él sentirá por lo menos haber compartido el descubrimiento conmigo.
(…) El jugador debe conocer estilos, saber qué es lo que les duele a los alemanes, cuáles son los puntos débiles de los brasileños, qué cosas les molestan más a los soviéticos.
(…) En fin, el jugador debe saber que a un fútbol lento, un fútbol rápido; a uno que contragolpea no se le puede hacer pressing en el campo de ellos porque cuando salen dejan a tres cuartos de equipo mal parado; que el pressing se hace en distintos sectores del terreno de acuerdo a la característica del rival.
Las reglas fijas no existen
EL FUTBOL TIENE QUE SER UN REPARTO EQUITATIVO DEL ESFUERZO Y DEL ESPACIO. Esta es la definición teórica del juego, si es que puede encontrarse alguna. El que quiera convencerme de que hay reglas fijas, de que el fútbol es 4-3-3 o 7-2-1, de que el 4 corre al 8 y el 11 al 4, está equivocado. No hay ningún razonamiento táctico que indique que al fútbol se juega de determinada manera. El fútbol es creación permanente.
Una vez Helenio Herrera dijo que los laterales debían subir al ataque. Entonces, todos los laterales del mundo fueron al ataque. Pero resulta que en muchos equipos llegaban el 3 o el 4 y tiraban centritos para tres delanteros que eran enanos. Entonces, ¿de qué sirve una idea aplicada como método y no como recurso?
Lo ideal, siempre, es que todos los jugadores conozcan la mecánica de los once puestos. Si un 9 va a defender a su área y cuando consigue la pelota quiere salir gambeteando en lugar de tocarla a un lateral o entregársela al arquero, no sirve. (…)
El concepto le gana al esquema
Afirmo esto porque estoy convencido de que los conceptos son flexibles y modificables en función de la realidad, mientras que el esquema es duro, pide que la realidad se adapte a él. De acuerdo con esto, el mejoramiento de las individualidades procura darle un correcto funcionamiento a todo el equipo.
Soy de los que creen que no hay nada más fácil que adoptar una táctica defensiva. Alcanza, en principio, con un pizarrón. Marco una línea que pasa por el medio del campo y ordeno: -Desde aquí hacia atrás, ocho jugadores que no dejan ningún espacio. Entre ellos, un volante que meta pelotazos para la diagonal de los dos restantes-. Pero esto no me interesa. Prefiero buscar siempre nuevas alternativas.
Hay una “historia” que suelo repetir. Si a mi equipo le hacen hombre a hombre en toda la cancha, en el fondo siempre tengo uno libre, supongamos que sea Passarella. Si el que sube es siempre él, el 9 rival, encargado de tomar a los dos centrales, no tiene más que taparlo y se le acaban las complicaciones. Pero si una vez sube Passarella y otra vez Luis Galván, el 9 empieza a tener graves problemas. Nunca sabrá quién va a salir del fondo. Por eso sostenía que era preferible un 2 con fútbol, con manejo, aunque no fuera diez puntos defensivamente. El funcionamiento general del equipo se encargaría de hacer que ese 2 fracasara lo menos posible.
Cualquier ejemplo es válido. Hay quienes piensan que el equilibrio en medio campo nace de que si tengo un 10 creador debo poner a un 8 defensivo. Y no es así, porque el rival resuelve el problema marcándome al 10 y yo tengo que sufrir, junto al equipo, viendo a un jugador creativo maniatado y al 8 y al 5 sin posibilidades de ser los hombres de remplazo. Entonces opto por dos volantes de habilidad y que todo el equipo achique espacios, supliendo el déficit defensivo.
Por eso no hay tácticas sino hombres que juegan de determinada manera y a los cuales el técnico debe amalgamar de acuerdo con sus condiciones. Los que inventaron libros con la WM, el 4-2-4 o el 4-3-3, trabajaron sobre el esquema frío, pero no aportaron nada positivo.
Suponer que la verdad está en un dibujo es creer de antemano que los rivales son tontos.
OTRA COSA MUY DISTINTA ES VARIAR LA TÁCTICA DE ACUERDO CON LO QUE HAGA EL RIVAL. Un equipo debe saber hacer pressing arriba o en su propio campo, debe saber contra atacar y atacar, manejar la mayor cantidad de variantes. Si se tiene enfrente a los uruguayos no conviene hacer zona esperándolos en el fondo porque aunque son lentos, llegan bien…; lo correcto es apretarlos sacándolos de su ritmo. Pero si jugamos contra los alemanes, entonces no se puede presionar arriba porque les damos ocasión de contra atacar, porque son capaces de poner un pelotazo de 60 metros a espaldas de Passarella y después hay que correrlo a Klaus Fischer. No lograr esto significaría tener que contar con 150 jugadores y poner 11 de acuerdo a cada tipo de juego que se quiera hacer.
LOS GRANDES EQUIPOS NUNCA CAMBIAN A SUS JUGADORES PARA PODER CAMBIAR LA TÁCTICA. Esta es una verdad irrefutable. (…)
Entonces, un técnico no puede desvariar por ridiculeces. Si recibo un plantel nuevo, cuando hago la primera charla en el campo de juego, ¿qué le digo?: -Bueno, muchachos, nosotros vamos a jugar un 4-3-3… ¡Por Dios! Les tiro la pelota y los pongo a jugar para saber quién es quién y después vamos a ver qué hacemos.
El fútbol nace por los pies
(…) Condenaré siempre a los aventureros que a través de su facilidad dialéctica confunden al hincha y al jugador. Muchas veces se aprende más fútbol sin ver partidos que viéndolos. El fútbol nace en la alimentación, en el modo de vida, en el clima, en todos los aspectos que moldean al ser humano que va a jugar.
(…) El concepto resultante es que el fútbol mejorará en la medida en que se mejore al individuo sin desechar los adelantos en la preparación física y en la psicología aplicada al jugador.
Mejorar al individuo, entre otras cosas, es hacerle entender que representa a todo un medio, que es un ejemplo que imitarán los más jóvenes, que –para ser gráficos- no puede tirarse al suelo, simular, dar trompadas, escupir. Porque así, nadie quiere este juego. (…)
INDICE
1- Fútbol. Un modo de vida
2- Mi niñez
3- Yo jugador
4- A mi alrededor
5- Los secretos de cada puesto
6- De Pelé a Maradona
7- El fútbol del futuro