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Ed. Siglo Veinte, año 1985. Tamaño 20 x 14 cm. Traducción de Alfredo Llanos. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 326

Estética 8 La poesía, Hegel117Son diversas las razones por las cuales es inadmisible convertir a esta sección de la Estética en un compendio aparte, que resultaría una guía dedicada al aprendizaje de los poetas, sin que ello signifique que su estudio —en gran medida desdeñado o ignorado— no sea indispensable aún hoy para todos los estudiosos de la filosofía y la literatura. En primer término debe advertirse que con el tratamiento de la poesía, en sus formas más variadas, Hegel concluye dialécticamente la tarea iniciada, sobre el estudio del arte bello y encuentra aquí el punto máximo del desarrollo de lo ideal y también la justificación de su teoría de la belleza.

Las artes particulares se resumen en la poesía, pero este es el último paso de la Estética, donde la prosa de lo cotidiano halla su aparente extinción y la manifestación sensible de la idea refulge en todo su esplendor. El elogio fúnebre del arte, como sostiene Croce, se resuelve en un canto a la vida, que Hegel descubre sofocada tras las sedicentes tendencias artísticas que se disimulan bajo el manto de la moral y la religiosidad, las cuales aspiraban a la forma pura sin materia de la escolástica. El arte romántico se hallaba en esta tesitura. Ha perseguido, aunque no lo logró, la eliminación del contenido, según se ha visto a partir de la arquitectura, la escultura, la pintura y la música; tampoco desaparece en la poesía a pesar de su transfiguración. Ya no es la representación como tal; es la imaginación artística la que convierte en poético un contenido: es decir, cuando la imaginación misma así lo capta, de modo que el contenido en lugar de colocarse como figura de las otras artes particulares se puede comunicar en el discurso, en palabras y en su combinación verbalmente bella.

Otro motivo, muy importante, por el cual la poesía no puede escindirse del conjunto de la Estética es que ésta y la religión han de subsumirse, de acuerdo con el esquema de Hegel, en la filosofía como consumación de la idea absoluta. Este es el peldaño definitivo del saber al que el hombre asciende como autoconciencia. El arte bello, por un lado, despojado de sus extrañas adherencias que oscurecen el espíritu, y la religión como nexo del hombre con los poderes superiores, despojados ahora de su fantástica proyección mística, son absorbidos por una disciplina superior, la ciencia. Esta filosofía o Wissenschaft en el concepto de Hegel —con todo lo que pueda tener de discutible— llega a la verdad, no como a una estática región de la quietud y el anonadamiento sino al reino del espíritu cargado con la experiencia histórica de esta larga travesía a través de toda la cultura y señala el fin de un camino ya cerrado y concluido, que deja a su espalda la pre¬historia de lo sensible transformada en el Geist.

Así se abre el nuevo horizonte del hombre, quien con paso enérgico y seguro, fortalecido en su auténtica sensibilidad y espiritualidad, está preparado para dar el salto hacia la libertad después de haber superado la carga muerta de la necesidad. El filósofo no congela la historia, como afirman no pocos de sus intérpretes, porque para él la historia es lo que aconteció, el cadáver que detrás de sí deja la vida, como fase realizada. El sistema se derrumba ahí, pero el método sigue funcionando y no puede hacerlo en el vacío sino sobre un contenido más idóneo que tiene que darse su propia forma.

La consideración de la poesía desborda sin duda el límite romántico que Hegel fija a esta división como arte particular, pues efectúa una profunda incursión sobre la epopeya anti¬gua y la tragedia y en este sentido las páginas que el pensador dedica al epos homérico constituyen lo más lúcido y profundo que se haya escrito sobre el tema. Es instructivo seguir al pensador desde el comienzo de sus reflexiones, y no está demás subrayar que el lector puede acompañarlo sin mayor esfuerzo en el discurrir sosegado de su mano firme y desplegada, que abarca todos los detalles del problema en un desarrollo dialéctico, que es modelo de precisión y orden, desde que deslinda la concepción poética y la prosaica hasta que determina la diferencia de lo poético frente a la historiografía y la oratoria.

Otro capítulo, dedicado a la expresión de la poesía, no es menos atractivo al evocar la representación originaria, el lenguaje poético y sus medios. Asimismo es notable, aunque erudito, el apartado que trata la versificación rítmica según la usaban los griegos y latinos, y la presencia de la rima, elemento romántico, que aparece ya furtivamente, diríamos, en Horacio, no por supuesto con la flexibilidad que será empleada después por los autores modernos.

Ya destacamos, por su rigor y claridad, la parte en que el filósofo se ocupa de la épica (epos, palabra) que dice lo que la cosa es. Esta expresión artística tiene sus antecedentes en los epigramas, máximas y poesías didácticas que toman como material las escenas particulares de la naturaleza o de la existencia humana para llevar a la representación en términos concisos, ya más aislados o comprehensivos, lo que en este o aquel sujeto, en esta o aquella circunstancia o ámbito es el contenido intemporal y lo existente verdadero. Y buscan así mismo obrar de manera práctica mediante el órgano del arte poético en una interrelación aún más estricta de la poesía y la realidad. A este género le falta todavía la auténtica perfección poética. Esto es, los sucesos y los hechos son una serie en sí necesaria, pero no constituye una acción individual que surja de un centro y encuentre en él su unidad y conclusión. Además, el contenido no ofrece aquí la intuición de una totalidad en sí concreta, en cuanto carece de la auténtica realidad humana, que debe proporcionar la materia verdaderamente concreta para la acción de las potencias divinas. La poesía épica entonces si ha de llegar a su forma integral tiene que emanciparse aún de esta insuficiencia.

Como totalidad originaria, dice Hegel, la obra épica es la saga, la biblia de un pueblo, y cada estirpe grande y significativa posee estos libros, en los cuales se expresa el espíritu primigenio. En tanto que estos monumentos no son nada menos que los cimientos legítimos para la conciencia de una comunidad sería interesante reunir una colección de tales biblias épicas. Así pues, la serie de epopeyas, si no son productos artificiales tardíos, nos mostraría una galería de espíritus de los pueblos. Mas ni todas las biblias tienen forma poética de epopeyas ni todos los grupos humanos que han revestido a sus creencias más sagradas respecto a la religión y la vida humana en figuras de obras de arte épico muy amplias, poseen libros religiosos fundamentales.

El Antiguo Testamento, por ejemplo, contiene relatos legendarios e historias reales así como también trozos poéticos intercalados, pero el conjunto no es una obra de arte. A la vez el Nuevo Testamento se limita, además, como el Corán en especial, al aspecto religioso, del que el restante mundo de los pueblos es una consecuencia posterior. En cambio, los griegos, que tienen en los poemas de Homero una biblia poética, carecen de libros religiosos básicos. Hegel casi no tiene palabras, en efecto, para elogiar la perfecta estructura, la belleza artística y sentido nacional del gran epos griego y defiende las dos grandes obras como creación personal de Homero. No sucede lo mismo con la epopeya romana donde se buscará en vano una biblia épica como la jónica, pues aparte de la Eneida, bastante alejada del modelo helénico, aparece el epos histórico y la poesía didáctica. Los romanos tendían ya por cierto a desarrollar el ámbito a medias prosaico de la poesía y en ellos la sátira adquirió particular perfección.

En cuanto a la epopeya romántica, que se inicia en los pueblos germánicos y se extiende durante la Edad Media hasta la época moderna, sólo encuentra dignos de mención los cantares de gesta y en especial el poema del Cid, aunque en todo ello cree descubrir elementos dramáticos ajenos al auténtico epos.

La poesía lírica, que nace en contraposición a la épica como necesidad del yo de expresarse a sí mismo, tiene también en Hegel un luminoso expositor. Estudia con detenimiento el contenido de este arte, su forma y el punto de vista de la cultura del cual surge la obra. Sigue después un examen de los aspectos particulares del género, el poeta, la obra de arte y los tipos de la verdadera lírica. Por último considera en detalle su desarrollo histórico, tanto de la oriental, como la de los griegos y romanos; particular énfasis pone al ocuparse de la lírica romántica, cuyo valor exalta como creación de los nuevos pueblos que emergen de la disolución del mundo clásico. Encuentra así esa lírica en su originariedad todavía pagana, la que se expande con mayor riqueza durante la Edad Media Cristiana, y enfoca por un lado el estudio renaciente del arte antiguo, y por otro, el moderno principio del protestantismo, que alcanza influencia esencial en Europa.

Hegel rinde un cálido homenaje a Klopstock como el iniciador de la lírica nacional alemana, quien rescató a la poesía de la insignificancia de los tiempos de Gottsched. En Klopstock aparece sobre todo el sentimiento patriótico. Como protestante, la mitología cristiana, la leyenda de los santos —si se exceptúan quizás los ángeles, por los que tenía gran respeto poético— no podía satisfacerle ni para la seriedad ética del arte ni para la fuerza de la vida y el espíritu no sólo doloroso y humilde sino consciente de sí mismo y positivamente piadoso. Como poeta le urge la necesidad de una mitología de carácter nacional y pretende hallarla en los viejos relatos de Odín y Hertha; pero estas divinidades, que han sido germánicas y ya no lo son, no alcanzan eficacia objetiva ni validez. Después de este intento frustrado, en parte prisionero del tiempo, la bandera es recogida por Schiller y Goethe, quienes produjeron la obra literaria más importante de la nueva época.

Hegel cierra el estudio de la Estética con la consideración de la poesía dramática. Es otra enjundiosa exposición que completa el triple movimiento dentro del cual examina en todos sus detalles el vasto mundo de la poesía cuyo proceso comenzó con la epopeya, prosiguió con la manifestación de la intimidad del sujeto y termina con esta última expresión que reúne en sí la objetividad del epos con el principio subjetivo de la lírica. El drama debe ser considerado, en síntesis, como el grado más elevado de la poesía y del arte porque se desarrolla en la totalidad más completa, tanto en su contenido como en su forma. Pero el arte dramático no se limita a la realización simple de un fin determinado, sino que descansa en circunstancias, pasiones y caracteres conflictivos y eleva a acciones y reacciones, que exigen una solución de la lucha y el desacuerdo. Por tanto, lo que vemos ante nosotros, según Hegel, son los fines individualizados en caracteres vivientes y en situaciones conflictivas en su recíproca manifestación y afirmación, su influencia y determinación, así como observamos el resultado final fundado en sí mismo de este mecanismo humano total que se mueve entrecruzándose en la voluntad recíproca y la realización y sin embargo disuelto en la quietud. El modo de concepción poética de este nuevo contenido debe ser una unión mediadora del principio artístico de la épica y la lírica.

El hecho subrayado por Hegel sobre la relación dialéctica entre la épica y la lírica, que da como resultado la poesía dramática, tiene una enorme gravitación sobre esta última y sus principales momentos históricos. Tanto el epos como la lírica volcaron, muchos de sus elementos básicos en las nuevas formas artísticas. Para los géneros de la épica el principio esencial de la división depende de la diferencia, según la cual lo en sí sustancial, que aparece en la representación se expresa en su universalidad o se relata en la forma de caracteres, actos y acontecimientos objetivos. La lírica se articula en una serie de modos de expresiones diversas a través del grado y la clase en que el contenido se entrelaza más débil o más fuertemente con la subjetividad. La poesía dramática, por su parte, que tiene como centro conflictos de fines y caracteres, así como la solución necesaria de tal lucha, puede deducir el principio de sus distintos géneros sólo en las relaciones en que se hallan los individuos con su fin y su contenido.

Hegel considera por extenso el principio de la tragedia de acuerdo con su tipo sustancial originario; luego la comedia, donde la subjetividad como tal se convierte en dominadora de todas las relaciones y los fines, tanto respecto a la acción como a la contingencia externa, y por último el drama, pieza teatral en sentido estricto, como fase intermedia entre estos primeros géneros.

El verdadero tema de la tragedia originaria es lo divino, mas no lo divino según constituye el contenido de la conciencia religiosa como tal, sino como aparece en el mundo, en la acción individual, en esta realidad que no sacrifica su carácter sustancial ni se ve transformada en lo Contrario. De esta manera la sustancia espiritual de la voluntad y la realización es lo ético, si lo concebimos en su inmediata pureza y no sólo desde el punto de vista de la reflexión subjetiva como lo formalmente moral; es lo divino en su realidad mundana, lo sustancial, cuyos aspectos particulares y esenciales ofrecen el contenido móvil para la acción humana verdadera.

En la comedia el ámbito general es un mundo en el que el hombre como sujeto se ha convertido en amo de todo lo que vale para él como el contenido esencial de su saber y realización, un mundo cuyos fines se destruyen a través de su propia inesencialidad. No es posible, por ejemplo, sostiene el filósofo pensando sin duda en Aristóteles, ayudar a un pueblo democrático constituido de ciudadanos egoístas, litigiosos, frívolos, engreídos, sin fe ni conocimientos, charlatanes, arrogantes y vanidosos; tal pueblo se disuelve en la estupidez. Es en extremo sutil y profunda la discusión que sobre este punto provoca la diferencia entre lo ridículo y lo cómico que se encuentra en la comedia antigua y que también se reproduce con elocuencia en algunas obras de Shakespeare.

En el centro de la tragedia y la comedia se halla una tercera clase principal de poesía dramática, que es de menor importancia, si bien en ella la diferencia de lo trágico y lo cómico tiende a mediarse, o por lo menos ambos aspectos en lugar de aislarse como opuestos, concuerdan y constituyen un todo concreto. A este género pertenece, entre los antiguos, la comedia satírica en la que la acción misma, aun cuando no trágica permanece en la clase seria, mientras al coro de los sátiros se los trata cómicamente. También puede ubicarse aquí la tragicomedia, como la que ofrece Plauto en su Anfitrión.

En el desarrollo concreto de la poesía dramática y sus clases, previo al tratamiento de la diferencia entre los antiguos y modernos, Hegel se refiere a sus fases más importantes desde la tragedia de Esquilo y Sófocles hasta la comedia de Aristófanes. La poesía es pues no sólo la transfiguración de la realidad histórica a través de las diversas etapas de la cultura, es también el reflejo de la sociedad en general y la culminación del arte romántico, todo lo cual se disluye en lo absoluto —la filosofía— a través de la religión de cuño griego.

Pero qué sucede con el arte, es la pregunta que se nos plantea el final de este magnífico recorrido a través de las obras más representativas de la creación humana desde la India y Egipto, pasando por los griegos y romanos, hasta la época moderna, que tiene su cúspide en el teatro isabelino. El arte es una parte del espíritu objetivo que se aniquila junto con las formas históricas o arrastra una forma parasitaria, como sucede con la ópera, según el pensador. El método de Hegel supera al sistema y considera el mundo desde su oscilante devenir, y no porque muera el arte se ha de suponer que la humanidad ha de regresar a la barbarie. Todo lo contrario, La filosofía de Hegel, última palabra de la sabiduría del espíritu de occidente —sin otros atributos—, se lanza tras la huella de Heráclito a la búsqueda de nuevos horizontes, y si el arte —el arte histórico— apenas se sobrevive, no ha desaparecido, como la materia en ciertas concepciones, sino que asume nuevas formas vivientes aptas para convertir al hombre en el demiurgo de una sociedad ennoblecida por el trabajo creador y el culto a la belleza, la que como manifestación sensible de una idea concreta ha de transformar desde su raíz la existencia de los seres humanos.

Alfredo Llanos

INDICE
Prólogo
LA POESIA
A-La obra de arte poética a diferencia de la prosaica
1- La concepción poética y la prosaica
a) El contenido de ambas concepciones
b) La diferencia de las dos concepciones
c) Particularizado!! de la intuición poética
2- La obra de arte poética y la prosaica
a) La obra de arte poética en general
b) Diferencia [de la poesía] frente a la historiografía y la oratoria
c) La obra de arte poética libre
3- La subjetividad poetizante
B- La expresión poética
1- La representación poética
a) La representación poética originaria
b) La representación prosaica
c) La representación poética que se genera de la prosa
2- La expresión verbal
a) El lenguaje poético en general
b) Los medios del lenguaje poético
c) Diferencias en el empleo de los medios
3- La versificación
a) La versificación rítmica
b) La rima
c) La unidad de la versificación rítmica y la rima
C- Las diferencias de los géneros de poesía
I- La poesía épica
1- El carácter general de la épica
a) Epigramas, máximas y poesía didáctica
b) La poesía didáctico filosófica, cosmogonías y teogonias
c) La auténtica epopeya
2- Las determinaciones particulares del auténtico epos
a) La condición general épica del mundo
b) La acción épica individual
c) El epos como totalidad plenamente unitaria
3- El desarrollo histórico de la poesía épica
a) El epos oriental
b) El epos clásico de griegos y romanos
c) El epos romántico
II- La poesía lírica
1- Carácter general de la lírica
a) El contenido de la obra de arte lírico
b) La forma de la obra de arte lírico
c) El punto de vista de la cultura del cual surge la obra
2- Aspectos particulares de la poesía lírica
a) El poeta lírico
b) La obra de arte lírico
c) Los géneros de la verdadera lírica
3- El desarrollo histórico de la lírica
a) La lírica oriental
b) La lírica de los griegos y romanos
c) La lírica romántica
III- La poesía dramática
1- El drama como obra de arte poética
a) El principio de la poesía dramática
b) La obra de arte dramática
c) Relación de la obra dramática con el público
2- La ejecución extema de la obra dé arte dramática
a) La lectura y la recitación de obras dramáticas
b) El arte del actor
c) El arte teatral independiente de la poesía
3- Las clases de poesía dramática y sus principales momentos históricos
a) El principio de la tragedia, la comedia y el drama
b) Diferencia de la poesía dramática antigua y moderna
c) El desarrollo concreto de la poesía dramática y sus clases
Bibliografía