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Ed. Tercer Mundo, año 1992. Tamaño 23,5 x 16,5 cm. Traducción de Félix Pérez Rivera. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 232
Espejismos y Milagros es a la vez un libro de circunstancia y el fruto de la maduración. Se redactó a principios de 1985 a partir de una serie de intervenciones en diferentes foros que se llevaron a cabo entre 1981 y 1984 y que versaron sobre la crisis mundial y sus efectos en los países en desarrollo. Pero el libro es también la expresión de quince años de insatisfacción de un investigador confrontado a la industrialización de las regiones agrícolas periféricas francesas y de un militante antiimperialista cansado de los hechizos tradicionales. Así que se puede leer de tres maneras.
En primer lugar, si se tienen en cuenta los capítulos 2 y 6, es simplemente un análisis de la crisis mundial actual a partir de la experiencia de toda una serie de trabajos de algunos investigadores franceses, más o menos marxistas, algunas veces llamados «escuela de regulación». Se encontrarán allí reunidos el método de análisis y el análisis mismo del modelo de desarrollo que tuvo tanto éxito en los países capitalistas avanzados de la posguerra, el «fordismo». Luego se analizan las causas de la crisis del fordismo y su difusión mundial hasta la «semireactivación» de 1984. Agreguemos que en el momento en que escribo este prefacio, los pronósticos del último capítulo, sobre el impase en el que se lanzaron entonces los Estados Unidos, se confirmaron plenamente y que hasta ahora ninguna solución seria se le ha dado, a pesar de la formidable devaluación del dólar. Un posfacio para la edición en español actualiza el libro hasta 1989.
Mas el libro no está centrado sobre los países avanzados. Es ante todo el efecto, o más bien el eco de esa aventura dentro de algunos países del Sur, llamados «Nuevos Países Industrializados», hasta la crisis de la deuda, lo que constituye el objeto central. En el capitulo 4 se puede, pues, leer también una proposición teórica para comprender el fenómeno de la «nueva
industrialización», gracias a dos nuevos conceptos, la «taylorización primitiva» y el «fordismo periférico».
Así, el libro puede leerse entonces como un simple manual de economía neomarxista y como una introducción a la «escuela de la regulación», con tres breves aplicaciones: el análisis del fordismo, el análisis de su crisis mundial y el análisis del fordismo periférico. Pero si tal es el resultado del trabajo, no era ése el móvil del autor.
Cualquiera sea la apreciación que se tenga sobre la validez de los análisis que aquí se proponen, se podría después de todo ver sólo un simple examen de la realidad con la ayuda de las herramientas del análisis marxista tradicional convenientemente afinado. A principios de los años sesenta, la «ortodoxia» en la materia se resumía más o menos en lo siguiente: «Hay un Norte industrial y rico y un Sur pobre y agrario o minero, porque eso corresponde a las exigencias del capitalismo». Sin embargo desde esa época, aparecen algunos fenómenos que contradicen la ortodoxia: regiones rurales y luego algunos países del Sur que se industrializan. De ahí que se tenga la tentación de decir: «Nuevas exigencias, conformes a las necesidades internas de la evolución del capitalismo, inducen esos nuevos fenómenos». Tal era por lo demás mi punto de partida (aunque no exactamente) cuando en 1974 presenté una tentativa de análisis de la industrialización de las regiones periféricas francesas. Las nuevas formas de organización del trabajo, las nuevas contradicciones por resolver inducen, en efecto, la puesta en marcha de una nueva división espacial del trabajo, no ya entre ramas (agricultura/industria) sino entre calificaciones en el interior de «circuito de ramas» interregionales. Un paso más y la aparición de industrias extensivas en mano de obra en países subdesarrollados podría entenderse como la extensión internacional de esos «circuitos en rama». Idea que no tardaría en consolidarse en la «nueva ortodoxia» de la «nueva división internacional del trabajo».
Pero, desde la elaboración de mis trabajos regionales, había matizado (demasiado implícitamente) ese desarrollo estructuralista-funcionalista. El hecho de que a una situación dada del capitalismo corresponda la necesidad o la utilidad de algunos tipos de regiones, eso no puede explicar de ninguna manera que ciertas regiones estén disponibles para ejercer esa función.
En el análisis teórico de una región económica no basta con la puesta en evidencia de las relaciones «sincrónicas» que la insertan e una estructura interregional. Es necesario también investigar en la «diacronía», en la historia de esa región, lo que puede volverla «disponible» para ocupar ese lugar. Eso es tanto como decir que la puesta en evidencia de ese «lugar» no agota el análisis de la realidad presente de la región: es preciso partir de su propia «genealogía».
En las relaciones internacionales es todavía peor porque entre la disponibilidad de una realidad social territorial como la nación -a inscribirse en espacios económicos más amplios- y la realidad de ese empeño se interpone, todavía más nítidamente que en el caso de la región, la dinámica sociopolítica interna que se resume en definitiva en las preferencias del Estado. Esto es válido, en cierto sentido, tanto para las naciones como para los individuos.
Las unas y los otros pueden establecer relaciones determinadas, ser inducidos por el peso de las realidades pasdas y presentes para inscribirse en ellas, pero tanto las unas como los otros disponen de un margen de maniobra, de juego, de una capacidad de esquivar o tratar de influir las «reglas de juego» que se les proponen.
Este margen, esta distancia posible entre las estructuras y el papel cumplido por los actores, ese doble punto de vista sincrónico (estructural) y diacrónico están en la base de la crítica del estructuralismo de los años 1960-1970, tanto del lado de los sociólogos como Bdurdieu (1972) o Giddens (1981) como del lado de los historiadores y geógrafos anglosajones de la «teoría de la estructuración». Y naturalmente, está en el corazón de la problemática económica de «la escuela de la regulación» que parte del rechazo por admitir que las estructuras se reproducen solas, manipulando sus soportes.
Pero hay que ir más lejos. El «realismo teórico» de los anglosajones, arriba nombrados, corre el riesgo de reducirse a su vez a una «nueva ortodoxia» como lo indican Saunders y Williams(1986).
Se admite que los agentes tienen responsabilidades en la reproducción y evolución de las estructuras, pero se reafirma que «potencias causales» determinan entre ellos relaciones necesarias. Sin embargo se reconoce que ellas no agotan ya la realidad: simplemente se tiene en cuenta un poco la acción de fenómenos contingentes.
En el primer capítulo del libro, propongo que se acepte la inexistencia de esas potencias causales. Lo real existe, las relaciones se estabilizan, las estructuras se consolidan y se desagregan, pero los nombres con los cuales designamos la estabilización de algunas prácticas, incluso «el capitalismo», no corresponden a potencias causales reales: son solo conceptos con los cuales tratamos de escudriñar algunas fases de la realidad, como antorchas en una gruta.
Ese «nominalismo realista», que creo haberlo podido remontar de Umberto Eco a Karl Marx, lo afirmo en ese capítulo con tanta más vehemencia cuanto que su adversario, el «realismo del concepto», hizo estragos especialmente en el campo que nos interesa aquí, inventando dos conceptos contundentes: el «imperialismo» y la «dependencia». ¿Sucede algo en tal o cual país subdesarrollado? Es a causa de su dependencia. Tal capitulación de la razón solo puede desembocar en un radicalismo revolucionario que niega la experiencia, o en una capitulación de la práctica política.
Porque si «el capitalismo se opone al desarrollo de las naciones dependientes», entonces la lucha por la independencia, por el desarrollo, por el socialismo, se vuelven una sola y misma cosa: se tiene todo, o no se tiene nada. Mas la realdiad es mucho más compleja. La noción de «independencia» se hace difícil de definir en nuestro capitalismo que se mundializa, el «desarrollo» es solo la más o menos grande adecuación a un modelo de desarrollo, dentro de los que existen y que no es forzosamente el mejor. Y se puede seguir sin que por ello se salga ni de la dependencia ni del capitalismo (es pues ilusorio distinguir entre «crecimiento» y «desarrollo»). En cuanto al «socialismo», éste solo puede significar una dirección en un esfuerzo secular por más justicia, democracia y autonomía. No es un «estado», un «modo de producción» al cual se entraría por la gran puerta de la revolución. Lo que se llama hoy «socialista» está muy lejos del ideal de los fundadores y es un poco apresurado incriminar a «traidores» que habrían «desviado» las revoluciones.
En consecuencia, el internacionalismo consiste en afirmar primero que el «desarrollo» que el Norte propuso como punto de mira es solo un modelo que está en crisis, que aportó bienestar material a los trabajadores, pero también una inmensa alienación. Es buscar, junto con todos los pueblos de la tierra y en una relación de respeto mutuo, de asociación, nuevas relaciones sociales, nuevas técnicas que permitan el pleno desarrollo de los individuos. Es admitir que los diversos pueblos pueden tener conforme a su cultura, puntos de vista diferentes sobre el «progreso». Es luchar, en el campo económico, contra las instituciones y los mecanismos que inducen a los países del sur a la implementación de modelos de desarrollo particularmente explotadores, rapaces: contra el libre cambio salvaje, contra la economía del endeudamiento.
INDICE
Prefacio para las ediciones extranjeras
Una nueva aproximación a la economía mundial contemporánea
Un cuestionamiento de los análisis marxistas tradicionales
Una relativización de las ideologías nacionalistas del desarrollo
Las reacciones respecto al libro
Introducción
1- Cuestiones de método
El Imperialismo o la bestia del apocalipsis
Los «hábitos de la historia»
El funcionalismo de lo peor
Para concluir: desconfiar de «la división internacional del trabajo» y de las etiquetas
2- Suertes y desgracias del régimen de acumulación central: el fordismo
Algunas evocaciones conceptuales
Un régimen de acumulación bien regulado: el fordismo
-La edad de oro
-La «hegemonía implícita» de los Estados Unidos
De la erosión latente a la crisis manifiesta (1967-1974)
-En las raíces de la crisis general del fordismo
-De la erosión de la hegemonía norteamericana al primer choque petrolero
Conclusión
3- La antigua división internacional del trabajo, o: ¿qué diablos fue a hacer el capitalismo en la periferia?
La periferia como termostato
El capitalismo nació del imperialismo
Acerca del «fracaso» de la primera política de sustitución de importaciones
-¿Un «fordismo incompleto?»
Las teorizaciones abusivas
Conclusión
4- ¿Hacia una «mundialización del fordismo»?
Una extensión limitada del fordismo central
De la taylorización primitiva al fordismo periférico
-La «taylorización primitiva»
-El fordismo periférico
Importancia y límites de la mundialización del fordismo
-Un fenómeno masivo, desigual y precoz
-Una difusión de la acumulación más allá de las industrias fordianas
La nueva división internacional del trabajo
-Dos divisiones del trabajo superpuestas
-Las relaciones «Sur-Sur»
Financiamiento y regulación parcial: el papel de los bancos y firmas transnacionales
-¿Qué fueron a hacer entonces las firmas multinacionales en la periferia?
-Un ejemplo: el automóvil
-La cuestión del financiamiento
Conclusión
5- Sobre los fordismos periféricos de Europa del Sur
Burguesía interna y fordismo periférico
Similitudes y diferencias
Conclusión
6- Suertes y desgracias del fordismo periférico
La primera configuración
-Una gestión socialdemócrata de la crisis
-La parálisis relativa de Europa
-Profundización de la crisis y búsqueda de nuevas vías
-El keynesianismo planetario forzado
Los nubarrones se aglutinan
-Los factores internos
–Las tensiones demográficas
–Los problemas del fordismo en la periferia: continuación
–La crisis de hegemonía
-El aumento del endeudamiento
Una catástrofe inútil: el choque monetarista
-Del segundo conflicto petrolero al choque monetarista
-El fordismo periférico estrangulado por el monetarismo central
Remedios y cicatrices
-El final de una locura
-Los Estados Unidos, ¿el «Brasil» de los años ochenta?
-La tercera configuración
-Donde no parece ni necesario, ni suficiente, empobrecerse para pagar la deuda
-¿Hacer pagar a los acreedores?
Conclusión
A manera de conclusión
Posfacio para la edición española
1989: ¿En qué situación estamos?
El doble origen del mal
Las tres primeras fases
La crisis de la tercera fase
Hacia la desvalorización de los créditos
El fin de la hegemonía americana
La responsabilidad de Europa
Bibliografía