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DVD Original usado
Estado: Muy bueno
Origen: Australia
Color
Formato: Widescreen
Idioma: Castellano
Subtítulos: Inglés
Duración: 102′
Directora: Sue Brooks
Actores: Toni Colette, Gotaro Tsunashima, Matthew Dyktynski, Lynette Curran, Yumiko Tanaka
Esta pequeña joya australiana busca el lazo secreto y primordial que une a dos personas más allá de las diferencias culturales y las aparentes incompatibilidades impuestas por el estereotipo que suele interferir en el contacto con los otros. Al contacto superficial y apresurado, expresión de una sociedad comprometida con otras urgencias, opone la realizadora Sue Brooks la posibilidad de un encuentro verdadero. El de dos personajes a quienes todo -idioma, historia, carácter- parece distanciar, puestos en el aislamiento del desierto y llevados a una circunstancia extrema: la perspectiva de la muerte.
Expuesta menos en palabras que en imágenes, en pequeñas acciones, en gestos silenciosos o en miradas furtivas, la fugaz historia de amor que propone Brooks busca atravesar también las insensibles barreras que se interponen en el diálogo entre el espectador y la ficción de la pantalla. Por eso elige el lenguaje más sutil, capaz de superar las vallas idiomáticas: el de los sentimientos que no se declaman, pero se manifiestan en la pose de los cuerpos, en la caricia sigilosa, en la risa compartida, en el intercambio de miradas. La realizadora cuenta su cuento lacónicamente, como en voz baja: sigue a sus criaturas sin entrometerse, a cierta distancia, y deja que sus comportamientos vayan revelando el «encuentro». Lo demás lo dice el paisaje -el inhóspito desierto de Pilbara al noroeste de Australia, con su belleza imponente y sus temperaturas extremas-, que aquí es un personaje más. Que la protagonista sea geóloga y el tema que la vincula con el visitante japonés sea la explotación mineral no es una elección caprichosa: los dos saben de los secretos y las riquezas que se esconden bajo la realidad física. También los seres humanos guardan una interioridad no siempre visible.
En la narración tersa y fluida de Brooks, la anécdota es escueta y precisa. A Sandy, australiana, soltera e independiente, su empresa le confía la atención del ejecutivo japonés que llega a visitar la zona minera, con la esperanza de obtener algún beneficio comercial (la venta de cierto software especializado). Ella se resiste -«soy geóloga, no geisha», dice-, pero asume resignadamente la misión, que se le hace más ardua porque el visitante -cuestión de idiomas y de idiosincrasias- la toma por su chofer personal. No es fácil el entendimiento entre los dos, y mucho menos cuando el visitante -reservado aunque de trato muy correcto- insiste en avanzar por caminos poco transitables e internarse en zonas casi inexploradas.
Esa imprudente temeridad los llevará a vivir la experiencia límite de la que cada uno saldrá con una nueva visión del otro, y también de sí mismo. Ahora en lugar de callada hostilidad habrá puentes tendidos por la fuertes emociones vividas en común. O por el lenguaje: en una bellísima escena, él le explica el sentido de la expresión «Hai» y ella el doble significado de la palabra desert (desierto o postre, según cómo se la acentúe). Ahora también, sobre todo tras el accidente que más tarde impone un brusco cambio de tono a la historia, gestos y palabras que antes parecían intrascendentes (y hasta la ya familiar grandiosidad del inquietante paisaje) cobran nuevas resonancias. No es la misma la languidez del cuerpo que la mano vuelve a tocar, ni es posible soslayar como en el principio la sola mención de la muerte. Y si otra vez las diferencias culturales se hacen notar, la actitud de quien las percibe no es ahora de incomprensión sino de respeto.
Fernando López