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Ed. Emecé, año 1984. Tamaño 20 x 14,5 cm. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 270 págs

El hundimiento del Belgrano, Gavshon 001El hundimiento del crucero General Belgrano, perpetrado el 2 de mayo de 1982 apenas abiertas las hostilidades de la guerra de las Malvinas por un submarino nuclear británico en aguas argentinas fuera de la zona de exclusión fijada unilateralmente por el enemigo, es, sin duda, uno de los episodios más discutidos de la guerra, y lo será por mucho tiempo más.

Este libro escrito por Arthur Gavshon, conocido periodista británico, y por Desmond Rice, también británico, que vivió largo tiempo en la Argentina, es el resultado de una prolongada y paciente investigación sobre los hechos que precedieron a la orden fatal, las circunstancias políticas y militares que la rodearon, y las consecuencias que tuvo en el desarrollo de las actividades bélicas y sus derivaciones diplomáticas. Su aparición en Londres tuvo honda repercusión en el polémico asunto.

¿Fue un acto fríamente resuelto por la señora Thatcher? ¿Tuvo por fin destruir las posibilidades de paz que podrían haber surgido de la propuesta del presidente peruano Belaúnde Terry? ¿Fue un acto de crueldad innecesario? Los autores suministran información de primera mano, a través de las declaraciones de altos jefes militares y políticos británicos, norteamericanos y argentinos, documentos desconocidos, la grabación completa de la conversación entre los presidentes Galtieri y Belaúnde Terry.

«…el primer torpedo dio en el Belgrano por babor, en la mitad del casco, a la altura de su centro de operaciones. Penetró en dirección ascendente y estalló con increíble potencia arrasando cuatro cubiertas de grueso acero y la cubierta superior. Toda esperanza de mantener la nave a note era ya inútil: con cuatro cubiertas deshechas no existía forma de detener la entrada del agua. El segundo torpedo golpeó cuatro segundos después, a quince metros de la proa. Esta vez la fuerza de la explosión arrancó las armaduras exteriores del casco. Dos impactos.

La Sala de Control del Conqueror era una masa de hombres jubilosos, Wreford-Brown, desde el periscopio de combate tenía que gritar sus órdenes: los hombres de la Sala de Control eran todo júbilo, abrazos y bramidos de triunfo. Bonzo salía de su cabina sobre la cubierta superior mientras se ponía su pesado abrigo cuando llegó el primer torpedo. El gran impacto, sin embargo, hizo poco ruido, profundo y amortiguado. Todas las luces se apagaron y hubo de pronto un olor ácido. El movimiento fue imponente. Parecía como si el barco se hubiese incrustado en un banco de arena y que trepase por su ladera. Luego, completo silencio. El barco quedó abruptamente sin dirección. Enseguida, el choque del segundo torpedo.

Calculaba después el capitán Bonzo que de los trescientos sesenta y ocho hombres que perdió de su tripulación de mil ciento treinta y ocho, probablemente trescientos treinta sucumbieron en esas dos apocalípticas explosiones, especialmente en el primer y espantoso estallido con sus olas de calor, humo y vapor que interrumpió la fuerza motriz y la luz. No había energía para que las bombas extrajeran el agua.

El tablero de conmutadores entró en cortocircuito apagando los generadores de emergencia. El barco estaba muerto. Nunca llegaron a ver al submarino que los había herido desde el Sur. El Conqueror ganaba profundidad. El mar ya estaba dentro del Belgrano. A las 16:22, el mismo Centro de Control de Emergencias estaba bajo el agua y la inclinación había aumentado a veintiún grados. Bonzo dio la orden de abandonar el barco. Éste estaba equipado con setenta y dos lanchas salvavidas de goma, cada una de las cuales podía alojar a veinte hombres.

La tripulación logró poner sesenta y dos en el agua, y luego abandonó la nave de acuerdo con la mejor tradición marinera. Hubo un caso de crisis de nervios cuando un guardiamarina a bordo de un bote con su capacidad de veinte hombres colmada, debió disparar contra dos marineros conscriptos que querían subir. Bonzo consiguió por fin evacuar setecientos setenta hombres, número elevado dadas las circunstancias. Todavía debió pasar treinta y seis horas en aquel mar helado y hostil, donde otros veinticinco murieron, la mayor parte en la noche de ese domingo, cuando se desencadenó una tormenta y uno de los botes se dio vuelta. Nadie emergió. Bonzo tenía cincuenta años; era oficial de carrera, pero se sintió tan orgulloso de sus trescientos conscriptos como del grueso de su tripulación, que eran de carrera como él.

Los conscriptos eran civiles procedentes de toda la Argentina, jóvenes de dieciocho y diecinueve años, pero conservaron la disciplina. Por ello la proporción de sobrevivientes fue comparativamente alta. Cada uno de los hombres conocía por lo menos dos formas de abandonar el barco desde su posición. Su espíritu de equipo y disposición al sacrificio por los compañeros era elevado».

INDICE
Nota de los autores
Prólogo
Primera Parte
I- ¿Bandidos internacionales?
II- línea de batalla
Segunda Parte
III- ¡Hacia el sur!
IV- La decisión por Gran Bretaña
V- «Concentrando la mente»
VI- Muertos por todas partes
VII- Los resultados
Tercera Parte
VIII- Se salvaron muchas vidas
IX- Interrogantes para resolver
Epílogo
Cronología de las Malvinas
Apéndice
Notas