Ed. Emecé, año 1995. Tamaño 17,5 x 11 cm. Usado excelente, 316 págs. Usado excelente, 316 págs. Precio y stock a confirmar.

El fuego interior, CastanedaEn los últimos quince años, he escrito extensos relatos sobre mis relaciones de aprendiz con un brujo indio, don Juan Matus. A causa de lo extraño de los conceptos y prácticas que don Juan quiso que yo comprendiera e interiorizara, no he tenido otra alternativa sino presentar sus enseñanzas en forma de narraciones descriptivas, relatos de lo que me ocurrió, tal como sucedió.

La organización total de las enseñanzas de don Juan se basaba en la idea de que el hombre tiene dos tipos de conciencia. Él los nombró el lado derecho y el lado izquierdo, y de acuerdo a ello, dividió su instrucción en enseñanzas para el lado derecho y enseñanzas para el lado izquierdo.

Describió el primero como lo normal de todos nosotros, o el estado de conciencia necesario para desempeñarse en el mundo cotidiano. Dijo que el segundo era algo que no es normal, el lado misterioso del hombre, el estado de conciencia requerido para funcionar como brujo y vidente.

Las enseñanazas para el lado izquierdo me fueron dadas cada vez que yo entraba en un estado único de claridad perceptual que Don Juan llamaba conciencia acrecentada. A lo largo de los años de mi asociación con Don Juan, repetidamente me hizo entrar en tales estados mediante un golpe que me daba con la palma de la mano en la parte superior de la espalda. Don Juan me explicó que, en un estado de conciencia acrecentada, la conducta de los aprendices es tan natural como en la vida diaria. Su gran ventaja es que pueden enfocar sus mentes en cualquier cosa con fuerza y claridad descomunales; pero su desventaja está en la imposibilidad de traer al campo de la memoria normal lo que les sucede. Lo que les acontece en tales estados se convierte en parte de sus recuerdos cotidianos sólo a través de un asombroso esfuerzo.

Cada vez que yo entraba en un estado de conciencia acrecentada no podía dejar de maravillarme de la diferencia entre mis dos lados. Siempre sentía como si un velo se me quitara de los ojos, como si antes hubiera estado parcialmente ciego y ahora pudiera ver. La libertad, el absoluto regocijo que solía posesionarse de mí en esas ocasiones no puede compararse con ninguna otra cosa que haya experimentado jamás. Pero al mismo tiempo, había un aterrador sentido de tristeza y añoranza que iba de la mano con aquella libertad y aquel regocijo. Don Juan me había dicho que sin tristeza y añoranza uno no está completo, pues sin ellas no hay sobriedad, no hay gentileza. Decía que la sabiduría sin gentileza y el conocimiento sin sobriedad son inútiles.

La meta final de sus enseñanzas para el lado izquierdo fue la explicación que don Juan, junto con algunos de sus compañeros videntes, me dio acerca de las tren facetas de su conocimiento: la maestría del estar conciente de ser, la maestría del acecho y la maestría del intento.

Esta obra trata de la maestría del estar consciente de ser. Yo la describo aquí como parte del arreglo total que don Juan usó a fin de prepararme para saltar a un abismo.
Debido al hecho de que las experiencias aquí narradas tuvieron lugar en estados de conciencia acrecentada, no pueden tener la trama de la vida cotidiana. Carecen de contexto mundano, aunque he hecho lo mejor por proporcionarlo, sin hacerlo ficción. En estados de conciencia acrecentada se tiene mínima idea de lo que nos rodea, puesto que la concentración total queda ocupada con los detalles de la acción del momento.

En este caso, naturalmente, la acción del momento era la elucidación de la maestría del estar consciente de ser. Don Juan me dio a entender que dicha maestría era la versión moderna de una antiquísima tradición, que él llamaba la tradición de los antiguos videntes toltecas.

Aunque él sentía que estaba unido, de modo inextricable, a aquella antigua tradición, se consideraba a sí mismo como uno de los videntes de un nuevo ciclo. Cuando una vez le pedí que me describiera las características esenciales de los videntes del nuevo ciclo, lo primero que dijo fue que son los guerreros de la libertad total. Luego explicó que son tales maestros del estar conscientes de ser, del acecho y del intento, que la muerte no los alcanza como alcanza al resto de los seres humanos. Los guerreros de la libertad total eligen el momento y la manera en que han de partir de este mundo. En ese momento se consumen con un fuego interno y desaparecen de la faz de la tierra, libres, como si jamás hubieran existido.