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Ed. Altamira, año 2003. Tamaño 20 x 14 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 126

Por Ignacio Lewkowicz
Marzo de 2003

Escribimos un texto que se llama Del fragmento a la situación. Y como siempre que se escriben unos enunciados en un texto, la pregunta más incómoda apunta sobre los autores, la autoría, la autoridad, la autorización. Pero no sólo se pregunta acerca de quién ha escrito este texto -con la que ya estaríamos suficientemente complicados- sino, mis drásticamente, según lo que el libro dice, enuncia y hace: quién lo ha escrito. La pregunta por la autoría no es de actualidad cultural sino por el efecto de los enunciados mismos del texto que aquí estamos intentando pensar. Y quizás sea un sitio privilegiado para pensar qué constitución subjetiva producen los enunciados de este texto.

El punto fundamental de Del fragmento a la situación sostiene que se han agotado los Estados Nacionales. Más allá de la evidencia banal de que los estados no pueden ni un octavo de lo que podían, intuimos el agotamiento de la una lógica, de un modo de producción de realidad, de un modo de producción de objetividad y subjetividad, de un modo de producir lógica y ontología. Es decir, que el agotamiento del estado nos confronta con el desvanecimiento de puntos subjetivos hasta aquí inconmovibles. Vale decir que no se los puede pensar sin constituirse y destituirse al pensarlos. Así, el proyecto del texto no es sociológico sino
esencialmente subjetivo porque atañe a los procesos mismos de pensamiento. Los procesos de pensamiento no son procesos independientes del sujeto que, como caja vacía, podría albergarlos, sino que esos procesos de pensamiento son, a su vez, constitutivos del sujeto de pensamiento. ¿Quién ha escrito este libro? Respuesta: nosotros.

Agotado el Estado Nacional, cambia la imagen de qué es pensar. Ya no puede ser el atributo de una subjetividad instituida precisamente por el Estado Nación: esa subjetividad ciudadana o ese sujeto de la conciencia que, por cierto amor a la brevedad o al desconocimiento, llamamos yo. Ese yo, esa conciencia, ese núcleo de ciudadanía era considerado responsable de cualquier acto, de cualquier colisión, de cualquier pensamiento.

Es el sujeto supuesto del pensamiento. La ciudadanía concentra toda subjetividad sobre un mismo sujeto, lo dispone a priori, lo produce en sus maquinarias institucionales y estatales. Lo que no cabe, se reprime.

Pero el agotamiento que aparejado una dispersión de lo que hasta aquí estaba encerrado, concentrado o reprimido. El mal que afecta a los procesos de pensamiento, de aquí en adelante, no será ya la represión sino también -o mejor- la dispersión. La dispersión obliga, de otro modo que la represión, a encontrarse con el pensamiento. No tendremos ya que buscar el pensamiento en los
repliegues escondidos en los que ha quedado moralmente sepultado sino en su alejarse de la pura dispersión.

En la era de la fluidez, en la era de la dispersión, en la era del agotamiento del Estado Nación, el pensamiento no es eso que se esconde sino eso que se escapa. Y si se esconde teníamos técnicas para hacerlo desaparecer. Yo podía montar un dispositivo en el que alguien me escuche y ahí capturarme en repliegues del alma en los que hasta aquí no accedía. Pero si se me escapa, si se me está yendo, ¿qué hacer para pensar?

Vuelvo a preguntar ¿quién ha escrito este libro? Nosotros. O mejor dicho, ¿quién ha sido producido por este libro? Nosotros. ¿Pero qué es nosotros? El pensamiento se escapa, no requiere una liberación, requiere un continente. El pensamiento requiere un dispositivo capaz de pensarlo. La ocurrencia que se nos va tendrá que ser recorrida nuevamente para que, en lugar de pasar acontezca como experiencia, como subjetividad, como pensamiento.

Yo ya no contiene. El pensamiento está en exceso permanente respecto de la subjetividad. La tarea del pensamiento, la tarea subjetiva por excelencia tras la ruina del Estado Nación, es generar -al pie o en la espalda o en los bordes del pensamiento que se está escapando- la subjetividad capaz de pensarlo. Un continente contingente. Una configuración que se llama nosotros.

Nosotros es la trama capaz de pensar el pensamiento. Nosotros es lo que se constituye como efecto de ese pensamiento para poder pensarlo. Y ese ha sido nuestro trabajo de cuatro años. Nos hemos habitado, nos hemos suspendido, nos hemos configurado, hemos hecho cada vez otro nosotros. Nos hemos dispersado y el pensamiento se nos escapa, pero este libro nos dice que nosotros es nosotros, que el pensamiento ha acontecido, que el Grupo Doce es un nosotros simple, no es una persona compuesta. Puede que sea la primera persona del plural, pero ante todo Grupo Doce es la primera persona del pensamiento, de este pensamiento.

INDICE
Prólogo a la segunda edición
Prólogo a la primera edición
Advertencia
Parte I, Del Estado al mercado. El agotamiento de una lógica
1- Lógica de Estado
¿En qué crisis estamos?
La muerte del Estado
Lógicas activas, lógicas agotadas
2- ¿Instituciones sin Estado?
Instituciones y galpones
3- Exclusión, reclusión, expulsión
De la reclusión a la expulsión
¿Salimos a la calle?
4- Operatoria de mercado
Desgarro, fragmentación, desligadura
Desgarros en tiempos de mercado
Inventarse o desaparecer
La violencia de los resultados
Del empleo vitalicio al empleo temporario
Parte II, Del fragmento a la situación. Nuevas estrategias de subjetivación
1- Viejas estrategias, nuevas condiciones
Viejas estrategias
Nuevas condiciones
2- Estrategias de subjetivación contemporáneas
Habitar
Desacelerar
Suspender
Epílogo: Sobre las dificultades de un movimiento colectivo