Ed. Juventud Argentina, año 1952. Tamaño 23 x 16 cm. Traducción del argentino Ramón María Tenreiro. Usado excelente, 264 págs. Precio y stock a confirmar.

Tres son los personajes fundamentales de este libro. El primero, Calvino. Zweig empieza relatando su vida, su acceso al poder en Ginebra, motivado por el hecho de haber escrito su famoso libro de la Institución Religiosa, un libro con el que culmina y cierra la reforma protestante iniciada años antes por Lutero. Se refiere también el autor a su primera caída, cuando los ginebrinos vislumbraron la intolerancia de Calvino y decidieron quitarle los poderes que le habían otorgado.

Continúa Zweig relatando los motivos que lo llevaron de nuevo al poder en esa misma ciudad; un poder y una posición de la que ya nunca se bajaría, a la que se aferraría con una violencia y con una mezquindad sólo comparable a la dureza de sus disposiciones y sus normas. Después introduce a Castalión: su educación, su llegada a Ginebra, su primer, y leve, enfrentamiento con Calvino que le valió el destierro, el alejamiento para siempre de la ciudad que aquél había convertido en su propio y oscuro reino. Y en tercer lugar aparece la figura de Miguel Servet, un buen médico y también, por una vocación muy fuerte, un teólogo que defendía una peculiar doctrina por la que quería reformar (o destruir) el concepto cristiano de la trinidad.

Escribió a Calvino contándole su teoría y enviándole parte de su libro, con la esperanza de encontrar su apoyo. Pero Calvino se crispó con Servet y con su texto y sus teorías, por no ser suyas las consideró una herejía, teorías propias de un demonio, sin acordarse que él mismo había expuesto en su libro teorías que destruían con virulencia otras teorías cristianas anteriores.

Más allá de todo, Miguel Servet, bajo el seudónimo Michel de Villeuneve y costeándolo con sus propios recursos, publicó su libro «Christiani Restituto». Creía que el nombre falso lo protegería de los ataques de los religiosos, pero Calvino logró identificarlo como autor de ese libro. Y para demostrarlo contó con las mismas cartas que Servet le había enviado. En poco tiempo Servet fue capturado por Calvino, y tras un juicio vergonzoso terminó condenado a la hoguera, donde murió entre terribles padecimientos.

Fue entonces cuando Castalión estalló y decidió hacerle frente a Calvino. Para ello escribió un libro en el que denunciaba la falsedad de todo el proceso contra el teólogo español. El libró lo tituló: Contra Libelum Calvini. En ese texto abogó claramente por la libertad de pensamiento, atreviéndose a llamar a la condena de Servet crimen, asesinato:

«Matar a un hombre no será nunca defender una doctrina, será siempre matar a un hombre.» Castalión pretendió publicar su libro en Holanda, el lugar donde mayores libertades de imprenta había. Pero Calvino utilizó sus influencias y consiguió que el libro no saliera a la luz.