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Ed. El Cielo por Asalto, año 2004. Tamaño 23 x 15 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 388
Sujeto a un impiadoso y sintomático olvido, Carlos Astrada (1895-1970), el mayor filósofo argentino, ha permanecido en un cono de sombra del cual este libro se propone un rescate y actualización pormenorizada. La reconstrucción minuciosa de su periplo vital e intelectual alumbrarán zonas desconocidas de una práctica filosófica que adquiere, en contraste con el mapa histórico en el que se desenvolvió, una potencia y eficacia inusitada.
Así, la actuación de Astrada en la Reforma Universitaria de 1918; su paso por las universidades alemanas en el periodo de entreguerras, de la mano de Scheler, Husserl y Heidegger; su regreso y puesta a punto de los discursos de las filosofías tradicionales (ética kantiana, axiología, antropología filosófica, hegelianismo, spinocismo, mística profana, romanticismo político, gauchesca nacionalista) en un cotejo critico con las vertientes más acuciantes del pensamiento contemporáneo; su percepción del drama del pensar desde nuestra condición latinoamericana; el difícil entramado entre palabra filosófica y esfera pública que se verá tensado en su relación tanto con el primer peronismo, como en su viraje hada la construcción de un marxismo autónomo; el vinculo problemático con las vanguardias políticas y el no menos equívoco con el campo intelectual, que raramente aceptó su deriva; la capitalización orgánica de cada momento de su propio tránsito ideológico en busca de la forja de una concepción personal a la que denominó humanismo de la libertad; en fin, su asunción de la dimensión dialéctica como piedra de toque de todo pensar emancipador que tendría en el encuentro con Mao Tsé Tung su momento cúlmine; son algunos de los hitos en la vida y el pensamiento de Carlos Astrada recorridos en estas páginas en base a una exhaustiva documentación, fruto de largos años de investigación y dialogo crítico con su obra.
Por Guillermo David
Astrada es la cima mayor alcanzada por la filosofía argentina en el transcurso del siglo XX; la ingente tarea de restañar la herida de la memoria histórica que implica la conjuración del olvido cernido sobre él no se detiene en el gesto meramente reparador sino que pretende alentar el rescate de lo que de fecundo hay en su pensamiento para la construcción de una futura filosofía emancipada. Con ese fin he escrito este libro.
Ralph Waldo Emerson observaba —o reducía, aunque no sin la considerable cuota de verdad condensada que comporta toda reducción— que, «en rigor, no hay historia, sino sólo biografía». Esta inversión de la mirada que atisba el conjunto del movimiento histórico desde la perspectiva singular de los sujetos considerando a éstos el espacio de acogimiento del núcleo dramático que delinea ambos territorios, en el caso de Astrada se torna ocasión de vislumbre del carácter de una época en sus aristas más complejas, y certifica la concepción hegeliana que hace de la labor del filósofo el dilecto órgano para su comprensión.
Una obra, una apostura soberana como la suya, sin mayores concesiones a lo que cada coyuntura concede como horizonte de posibilidades al pensamiento, nos proporciona la ocasión de auscultar el palpitar de un período de turbulencias de la vida nacional que aún hoy resulta de difícil dilucidación. En su figura se anudan, componiendo un núcleo trágico que tensa su existencia poniéndola en los límites de la inteligibilidad, las dos grandes vertientes ideológicas que sacudieron y determinaron el siglo: nacionalismo y marxismo, en estricta, aunque no exclusiva, clave filosófica, entramadas con las entonaciones propias de la ensayística de prosapia argentina, con la que engarza y discute, y que en no pocos autores de su generación alcanzó momentos de gran relevancia.
Ciertamente: filosofía, literatura, historia y política se conjugan con claridad entrañable —al menos es lo que intento mostrar— en las diversas dimensiones en las que Astrada intervino de forma decidida a lo largo de su prolongada peripecia personal; su mérito, y lo que lo torna ineludible y explica en parte el feroz silenciamiento que se tendió sobre él, es haber puesto los más alzados requerimientos de la palabra filosófica al servicio del movimiento de avance de la Historia en el camino de la liberación del hombre. Por mi parte, abrigo la esperanza de haber contribuido en la medida de mis facultades a la recuperación de su memoria, y propiciado con ello la actualización de su pensamiento.
Pero antes de comenzar mi relato quisiera apuntar algunas cuestiones. No sin cierto temerario arrojo me volqué a la tarea de dar cuenta de la fragilidad de una vida en sus múltiples facetas a sabiendas de que las taras e imposibilidades más ostensibles del género se sumarían a las mías propias, y lo hice consciente de que el intento habría de acarrear, sin una considerable cuota de parcialidad —sombra ambigua de toda interpretación— acaso indigna del biografiado.
Pero siempre, sobre todo allí donde mis opiniones interfieren la andadura de su pensar de forma deliberada y manifiesta, abordé los problemas con la convicción que me han dado muchos años de intimidad con su obra y la frecuentación de los temas con ella relacionados; en verdad, no creo haber desmerecido su estatura intelectual ni lacerado su perfil egregio. En todo caso, he dejado constancia, sobre todo en mis distancias, del resultado de mi propio diálogo con su obra —y tal vez la literatura no sea ni pueda pretender ser más que eso: un diálogo abierto, de imposible clausura, con la sombra de los muertos. Por lo demás, en todo momento procuré ofrecer las fuentes que documentan cada aserción, y general traté de dar la palabra en primer término al propio Carlos Astrada que, previsor, no dejó nunca de explicarse, de esmerarse en conferirle un sentido explícito a sus actos. Sólo luego —pequeño derecho que me arroga mi condición de autor—, he ensayado mis propias, modestas interpretaciones.
Doy aquí mi más profundo agradecimiento a todos aquellos que me apoyaron en esta patriada (para cuya confección, no está de más decirlo, no conté con el apoyo de institución alguna, pública ni privada) y, contrariamente a lo que se estila, los hago corresponsables de lo por mí escrito, pues sin ellos no hubiera sido posible este libro que fue concebido en la convicción de que en el propio desasosiego de la condición argentina, en el volver a interrogarnos por su carga de peligro, promisión y acaso ventura, adviene a su forma y se consuma un destino de redención.
INDICE
Prefacio
I- La revuelta estética
II- El viaje intelectual, una ida y una vuelta
III- La criba ontológica
IV- La ley del valor
V- Juegos metafísicos
VI- Intempestividades y disputas, la entraña nihilista del peronismo
VII- Vuelta y vuelta, entre Martin Heidegger y Martín Fierro
VIII- Mito, pueblo y Nación, la querella por «Martín Fierro»
IX- El «Primer Congreso Nacional de Filosofía»
X- La Revolución Existencialista
XI- El relevo
XII- Pensar la historia. De Hegel a Marx
XIII- El dragón de la dialéctica
XIV- Doble faz, doble filo
XV- Relecturas
XVI- El álgebra de la revolución
XVII- El legado
Bibliografía.