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Ed. Grijalbo, año 1975. Tapa dura. Tamaño 20 x 12,5 cm. Traducción de Marcelo Covián. Introducciones de Allen Ginsberg y Marcelo Covián. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 570
Escrita a partir de 1951, Visiones de Cody no se publicó en vida de Kerouac por ser considerada pornográfica (recordemos los problemas que tuvieron para ser publicados los libros Aullido de Allen Ginsberg y la versión original de En el camino, que vio la luz más de cincuenta años después). Lo cierto, es que hay alusiones al sexo de manera explícita en Visiones de Cody, pero afirmar que se trata de pornografía hoy en día resultaría ridículo, lo que evidencia los prejuicios morales de la sociedad conservadora y mojigata en la que vivió el autor, que además no supo comprender la importancia del sexo en Kerouac.
Asimismo, hay que señalar el rechazo que suscitó la novela, seguramente debido a la estructura irregular y experimental que contiene, sin duda incomprendida para la época. Tal vez por estas dos razones, debemos considerar la importancia que merece Visones de Cody como un libro clave en la narrativa del autor de Los vagabundos del Dharma, además de ser la otra cara de la moneda de En el camino, ya que forma parte de los manuscritos que el joven escritor escribió en los primeros años de la década del 50. En en el ensayo Kerouac en la carretera. Sobre el sello mecanografiado original y la generación beat explica Howard Cunnell: “Kerouac se puso a escribir Visiones de Cody, basándose en las correcciones que había hecho a En la carretera en el otoño de 1951, de modo que entre todos estos textos hay conexiones muy complejas”. Así, el lector actual podrá leer esta novela como una protonovela, aunque también es factible hacerlo de manera independiente, y tal vez así debería ser.
Dividido en distintas partes sin apenas separación de las mismas, con una estructura desigual, Visiones de Cody más bien se trata de un collage o de yuxtaposiciones que incluyen fragmentos descriptivos, escenas poéticas, largos diálogos y reflexiones proustianas. Con la excusa de ser un homenaje a Neal Cassady, pero también a América “sea ésta lo que sea”, el autor de origen francocanadiense esboza una novela poliédrica que tematiza la pérdida como objeto de reconstrucción. Decía el crítico Aaron Latham en su reseña publicada en el New York Times que se leyera este libro por piezas, como un libro de poesía, más que como una novela porque no es narrativa continua. Y tal vez sea una buena idea, pues ayudaría a leer el libro con menos prejuicios y nos acercaría a la pura sensación, a la fuerza que emana de las frases y las imágenes que brotan de este libro-río, en detrimento de la linealidad y la trama más convencional.
La estructura por capas contiene repeticiones y variaciones, dejando vislumbrar las obsesiones del autor, así como su capacidad lúdica desde el punto de vista plenamente narrativo: ¿Juega Kerouac con la posibilidad de copiar las experiencias y llevarlas al plano literario? ¿O plantea la imposibilidad de reconstruir las experiencias del pasado?
El ritmo es otro de los elementos sobre los que se fundamenta Visiones de Cody. La asociación libre de ideas, tanto en el monólogo interior como en los diálogos de la cinta grabada conforman un collage donde el desorden entra en juego para desbaratar los códigos más anquilosados y ampliar la conciencia estirándola hacia el subconsciente. El lector tendrá que dejarse llevar por los distintos ritmos de las frases, a la vez que desligarse de los itinerarios de lectura elementales. Como en la improvisación del jazz, hay ritmos atolondrados, pero siempre subyace una estructura que sirve para dar forma a todo el entramado. Lo mismo ocurre con las descripciones: en ellas, Kerouac logra horadar la realidad más cotidiana y dibujar, como si de Edward Hopper se tratara, personajes circunscritos a su entorno, resaltar sus soledades, sus comportamientos que delatan inseguridad y zozobra. En ocasiones, ese sentimiento de soledad es enorme: “Ahora se va -hermosa, simple. Verla partir ya no me hace gritar y morir y hacerme añicos porque todo se aleja de mí del mismo modo -las muchachas, las visiones, todo, siempre del mismo modo y para siempre y acepto la pérdida para siempre”. Ese objeto que decíamos antes de pérdida va permaneciendo a lo largo de las páginas y adquiere su sentido en la escritura “por esbozos”.
De manera que Visiones de Cody es una novela compleja y conceptual. ¿Acaso la novela no es un género que aglutina distintos tonos? Ya el Nouveau Roman francés experimentó con las técnicas narratológicas en este sentido. ¿No hay libros de Michel Butor o de Alain Robbe-Grillet donde se suprime la historia y el tema es la novela misma? ¿No escribió Georges Perec novelas con enormes listas de objetos y grandes descripciones de cosas? En algunas novelas del siglo XX, el monólogo interior se convierte en un parloteo incesante. Aquí, los diálogos entre Cody y Duluoz son puro charloteo. Para Kerouac, la verbalidad es la coherencia del pensamiento y no la coherencia del discurso que encontramos en la mayoría de la narrativa, de manera que la palabra es una representación del pensamiento, de ahí su exposición en bruto en Visiones de Cody. Por lo que en los diálogos que surgen a partir de unas cintas grabadas por el propio Kerouac hay de todo; desde conversaciones aburridas y tediosas hasta revelaciones místicas de Cody (no olvidemos que se trata de Neal Cassady) o dibujos más o menos profundos sobre autores como William S. Burroughs o Allen Ginsberg (incluso se hace alusión a la muerte de Joan Vallmer jugando a Guillermo Tell con su marido drogado, William S. Burroughs). De hecho, se pueden rastrear anécdotas y experiencias contadas en otros libros de Burroughs, Carolyn Cassady o el propio Jack Kerouac.
El libro, dentro de su línea experimental, contiene también metaliteratura e ironía, algo que pocas veces se relaciona con Kerouac. Un ejemplo: “Pero ya basta, durmamos, averigüemos, mañana se verá si hay modo de abstraer o extraer párrafos interesantes de todo este material que fluye por ese torrente de conciencia y cuyo movimiento puede valer para armar capítulos progresivos de iluminación y conformar ese gran ensayo sobre las maravillas del mundo cual iluminación continua y retroactiva”. De manera que el autor de Libro de haikus demuestra no solo tener humor, sino autocrítica, pues parece que es consciente del embrollo que es esta novela, pero también parece lanzar un cabo a los lectores para guiar su lectura: “Sí, por favor, vuelve al hilo de la historia”, dice Jack a Cody mientras conversan.
Decía Milan Kundera que la novela es: “La gran forma de la prosa en la que el autor, mediante egos experimentales (personajes), examina hasta el límite algunos de los grandes temas de la existencia”. Y siguiendo sus palabras, podríamos afirmar que Visiones de Cody se ajusta a dicha definición, pues examina los temas que le incumben al autor hasta explorar sus propios límites.
Al final de Visiones de Cody leemos: “No sólo acepté la pérdida para siempre, pues al fin y al cabo estoy hecho de pérdidas -también estoy hecho de Cody-”. Y esa escritura intenta reconstruir la pérdida que es innata a la vida; los recuerdos con Cody, sus viajes, sus amantes, sus andanzas; los pequeños momentos cotidianos llenos de sentido. Al final, todo tiene una cohesión, pues la novela empieza y acaba fundamentándose sobre la pérdida y su reconstrucción.