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Ed. Bruguera, año 2009. Tamaño 21,5 x 14,5 cm. Edición y prólogo de Ana Becciú. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 80

Ultimos poemas, OrozcoPor Ana Becciú
Montargis, 2008

Olga Orozco nunca aspiró a eso que hoy se conoce como «visibilidad mediática», su presencia no fatigó las tribunas de opinión de periódicos locales o extranjeros ni los estudios de televisión. Desde 1940 hasta su muerte, el 15 de agosto de 1999, había publicado once libros de poemas, con intervalos de cuatro, siete y hasta diez años entre uno y otro. En la segunda mitad del siglo XX su reputación de gran poeta no hizo más que crecer y afianzarse en el ámbito de las letras hispanoamericanas. Unicamente con su poesía, cuyo hilo es el mismo desde el primero al último libro: la nostalgia de la infancia, el escándalo de la muerte, el amor y la soledad, temas que iría intensificando con recursos idiomáticos cada vez más ricos al correr del tiempo. Recibio las más altas distinciones, entre ellas el Primer Premio Nacional de Poesía en 1988, el Premio Gabriela Mistral en 1995 y el Premio de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo en 1998, que dio a su obra un merecido reconocimiento internacional. Los premios, dijo en México, cuando recibió el galardón, «son para un poeta lujosas alegrías, ya que sabemos que la poesía espera para sí misma la misteriosa gratificación de asir lo inasible y expresar lo inexpresable». Algo que sabía muy bien. Entendía la poesía como una pasión, aspiraba a ella, la buscaba con cada poema que escribía.

Estos son sus últimos poemas. Estaban en el cuartito más retirado de su casa de la calle Arenales, el que le servía de escritorio. Antes de ir al hospital, en el invierno de 1999, para someterse a una intervención quirúrgica, los dejó a la vista encima de su
mesa de trabajo. Dos carpetas caratuladas respectivamente «A» y «B», y siete hojas, con poemas mecanografiados y rubricados, abrochadas a una cartulina en cuyo dorso, escrita de su puño y letra, había una lista de doce títulos de poemas. La carpeta «A» contenía todos los poemas de la lista en proceso de escritura, y la «B» los agrupaba mecanografiados y firmados por ella, como dándolos por terminados. En la hoja que abría la carpeta «A» había escrito, a modo de título, «Ultimos poemas». Al ver las carpetas, tan ordenadas, supe que se había marchado presintiendo que no regresaría. Supe también que me había designado, sin decírmelo, su albacea literaria.

Consciente de que Olga concebía sus libros de poemas como una estructura vertebrada por la forma y el contenido, la edición póstuma de este libro no ha sido una decisión difícil. En la carpeta «A», es evidente que los poemas, que son doce, muchos de ellos manuscritos y con muchas correcciones y variantes, siguen el orden en que fueron escritos. En la carpeta «B», los poemas son once, en hojas escritas a máquina que llevan, en su mayoría, su firma al pie, pero el orden no es el mismo; y tampoco coincide con el de la lista de doce títulos que figura en la cartulina del legajo. He optado por ordenar el libro según esta última lista. Por la crucecita colocada a la izquierda de cada título, concluyo que Olga la confeccionó cuando terminó de corregir cada uno de los poemas. Comparando las variantes entre una carpeta y otra, es posible afirmar que los títulos de esta lista son los definitivos. Pero, el orden de los poemas, ella, tal vez, hubiera decidido otro.

Así, el lector de Ultimos poemas ha de saber que tiene en sus manos un libro póstumo, que es, sin lugar a dudas, el último libro de Olga Orozco; no una reunión de poemas dispersos, sino el poemario con el que puso punto final a su obra. ¿Habrá de aceptar el orden que yo he dado a los poemas? Seguramente no: su lectura personal le indicará el camino a seguir.

Ultimos poemas es una espléndida meditación en vísperas de la muerte. Olga Orozco tenía un extraordinario apego a la vida y por eso la muerte la aterraba, la obsesionaba: «creo que la gente que no le tiene apego a la vida no puede estar haciendo tantos
malabarismos con la muerte como los que he hecho yo en mi poesía», dijo una vez. Cuento de invierno, Balance de la sombra o Algunas anotaciones alrededor del miedo son angustiosas preguntas a esa realidad que es la Muerte: la «enemiga invisible» que, desde la infancia, la aspiraba «voraz» desde «el otro lado». No obstante, celebra la vida, movida por su fe en Dios y en el amor y prueba de ello es el espléndido Himno de alabanza, donde una vez más vuelve a nombrar el cuerpo, su cuerpo de mujer ese «suntuoso comensal en este mesa de dones fugitivos», lo vuelve a celebrar como adios atrás lo había hecho en Museo salvaje frente a su inevitable deterioro.

En Ultimos poemas oímos una vez más la voz inconfundible de la poesía: Olga Orozco. Una voz humana.

INDICE
1- Cuento de invierno
2- Conversación con el ángel
3- ¿Eres tú quien llama?
4- Allá lejos, ¿para qué?
5- Himno de alabanza
6- Algunas anotaciones alrededor del miedo
7- Balance de la sombra
8- Lo que fue; lo que no ha sido
9- Un relámpago, apenas
10- Había una vez
11- En el fondo, el sol
12- Vuelve cuando la lluvia