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Ed. Interzona, año 2014. Tamaño 17 x 11 cm. Traducción de Miguel Angel Flores. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 96

En la brevedad del instante, BashoMatsuo Basho nació en 1644, un año después de darse por clausurado el siglo ibérico de Japón con el martirio de los últimos misioneros extranjeros, que permanecían ocultos en el país. Fue su villa natal Ueno, a unos cien kilómetros al sur de Kioto, y su familia era de la clase samurai. Basho, que es sólo un pseudónimo literario, llevaba en realidad el nombre de Kinkasu. De niño fue paje del heredero de su señorío, Todo Yoshitada; los dos muchachos estudiaron haiku con Kigín, poeta de la escuela de Teitoku. A la muerte de Yoshitada en 1666, Bashó huyó a Kioto ante la negativa del daimio a permitirle abandonar el servicio de la casa. Siguió estudiando literatura japonesa y china, manteniendo relaciones amorosas con Jutei.

En 1672, a los 28 de su edad, se trasladó a Edo, capital militar y política del imperio. Tres años más tarde se afilió a la escuela haikista Danrin, del poeta Som. Pronto empezó a crear un estilo propio y a tener discípulos, pero se negó siempre a recibir honorarios por corregir los poemas de sus alumnos, y consta que para vivir obtuvo empleo en el Servicio de Aguas. A sus 36 años se instaló en una pequeña choza al otro lado del río Sumida, donde plantó un bananero (basho), que le dio nombre a la rústica villa y le sirvió de pseudónimo literario. Basho estaba dispuesto a vivir la poesía, apartado del bullicio de la ciudad. Dos años después encontró a Butcho, bonzo del Zen, que lo convirtió en adepto.

Su interés por el Zen fue suscitado por influencia de sus amigos Onítsura y Shintoku, por la lectura de los poetas chinos Tu Fu y Li Po y del filósofo chino Chuang Tzu, y finalmente por su admiración por Saigyó y Sógi. Para comprender la poesía de Basho no creo que haya que aceptar los cuatro principios básicos del budismo en general, ni el específico del Zen, pero no estará de más el cono¬cerlos. Ideas centrales del budismo son: Todo en el universo es impermanente. Todo en el universo está interrelacionado. La salvación consiste en entrar en el nirvana o iluminación, que no es saber la verdad, sino estar en ella. Se requiere tener un maestro, el cual no enseña la verdad, sino que ayuda a encontrarla.

Idea específica del Zen es que la única vía al nirvana es la meditación. La conversión al Zen de Basho se produjo entre los 38 y 39 años de su edad. A los 40 se dio cuenta de que su retiro semimonacal en Villa Platanero no bastaba y decidió lanzarse a viajar. Antes de morir realizó cuatro viajes, que describió en sendos diarios, siendo el cuarto Senda hacia tierras hondas: seiscientas leguas o dos mil trescientos cuarenta kilómetros de recorrido. Murió a los cincuenta años en su quinto y postrer viaje. La muerte le encontró en Osaka, el 12 de octubre de 1694. Bashó, que se describía a sí mismo como murciélago, mitad pájaro y mitad ratón, tenía un físico tan esmirriado que él mismo bromeó sobre la delgadez de sus piernas en un haiku memorable, ya que no inmortal:

Piernas enclenques
tendré, pero está en flor
el monte Yoshino.

Sus extensos viajes los realizó a base de aguante, siendo atacado muchas veces por dolores abdominales y cólicos, cau¬sados probablemente por cálculos en la vesícula biliar. Cada haiku de Basho, o de cualquiera, se presta a tantas interpretaciones, que podrían escribirse libros. Pero hay que ser razonables y limitarse a unas cuantas observaciones concisas y sugestivas.
No dejará de extrañar que un hombre de sentido poético tan refinado, y que en su juventud conoció el amor, excluyese de su lírica el tema erótico. La tradición del país no podía ser en esto más explícita: en el Man-yo-shü el setenta por ciento de los poemas son amatorios. Pero el haiku, en general, ha excluido hasta ahora el tema erótico.

La lírica de Basho es, pues, casi exclusivamente paisajística, pero no podemos soslayar el hecho de que contenga infinitos matices; y lo que se llama paisaje es a veces pura fantasía o premonición. Basho decía que un buen haiku debe revelar sólo el setenta u ochenta por ciento del objeto, y si sólo revela el cincuenta o sesenta por ciento será inmortal. El objeto es lo que existe, lo que puede verse o imaginarse. Pero también lo que se desearía existiese.