Ed. Aguilar, año 1958. Traducción y prólogo de León Mirlas. Usado excelente, 1334 págs. Precio y stock a confirmar.

O’Neill (1888-1953) fue un destacado dramaturgo norteamericano. Su juventud aventurera no sólo le suministró las primeras experiencias a utilizar en las obras con que se dio a conocer, sino que le valió también para enfrentarle con los problemas que plantea el contraste entre el destino y la naturaleza del hombre y que constituyen el centro de su obra, entendida no en sus relaciones humanas, sino en las relaciones entre el hombre y algo que puede llamarse Dios o Hado.

Su padre era un irlandés que emigró a los Estados Unidos, donde llegó a ser bastante conocido como actor y director teatral. En la atmósfera, entonces apasionada y entusiasta, del Greenwich Village de Nueva York, compuso las primeras obras dramáticas en un acto que al año siguiente representó un grupo de actores en Provincetown (Massachusetts).

Estos Provincetown Players se trasladaron a Nueva York y ofrecieron a O’Neill una salida a su abundante producción, que suma más de cuarenta títulos en las obras completas del dramaturgo. El fatalismo condujo a O’Neill a una forma de teatro experimental, alimentado también con las diversas doctrinas nuevas que el autor iba descubriendo.

Cierto temperamento poético impregna los dramas de O’Neill de una sustancia humana y de pensamiento que hace de él el más importante de los dramaturgos de los Estados Unidos, el iniciador de un auténtico teatro norteamericano, el primero que haya alcanzado, en el nuevo continente, una resonancia internacional, que le fue reconocida en 1936 con la concesión del Premio Nobel.