Ed. Gedisa, año 1994. Traducción de Josep Lluís Prades y Vicent Raga. Estado: Excelente, con la salvedad de que la primer página con el título y los créditos de edición está cortada, faltándole su parte inferior). Cantidad de páginas: 192

Sobre la certeza, Wittgenstein454Lo que aquí publicamos pertenece al último año y medio de la vida de Wittgenstein. Hacia la mitad de 1949, visitó los Estados Unidos por invitación de Norman Malcolm, residiendo en la casa de éste en Ithaca. Malcolm reavivó su interés por la «defence of coinmon sense» de Moore. Es decir, por la pretensión de saber con seguridad que una sede de proposiciones son verdaderas, por ejemplo: «Aquí hay una mano y aquí hay otra», «La Tierra existía desde mucho antes de mi nacimiento» y «Nunca me he alejado mucho de la superficie terrestre». La primera de éstas se encuentra en «Proof of the Externa World», de Moore; las otras dos en su «Defence of Coinmon Sense»; estos artículos habían interesado a Wittgenstein durante mucho tiempo y le había dicho a Moore que el último era su mejor ensayo. Moore se mostró de acuerdo.

El libro que presentamos contiene todo lo que Wittgenstein escribió sobre el tema desde aquella época hasta su muerte. Se trata de un conjunto de notas que no son sino un primer borrador; no vivió lo suficiente como para seleccionar y corregir este material. Las notas están ordenadas en cuatro partes; hemos indicado las divisiones correspondientes en los §§ 65, 192 y 299. Creemos que constituiría la primera parte -sin indicación de fechas- lo que se escribió en veinte hojas sueltas de papel pautado. Wittgenstein las dejó en la habitación que ocupaba en casa de G. E. M. Anscombe en Oxford,en la que vivió desde abril de 1950 a febrero de 1951 -con excepción de un viaje a Noruega durante el otoño. «Tengo -dice Anscombe- la impresión de que las había escrito en Viena, donde había estado desde las Navidades anteriores hasta el mes de marzo, aunque ahora no puedo recordar el fundamento de esa impresión». El resto procede de pequeños cuadernos de notas en los que sí hay fechas; de hecho, hacía el final siempre se da la fecha de lo escrito.

La última anotación fue hecha dos días antes de su muerte, el 29 de abril de 1951. Aunque hemos dejado las fechas tal y como aparecen en los manuscritos, la numeración de los parágrafos ha sido realizada por los editores. Se ha creído conveniente publicar este trabajo de forma independiente. No se trata de una selección; aparece como un tema individualizado en los cuadernos de notas de Wittgenstein y se dedicó a él, aparentemente, en cuatro períodos distintos de tiempo a lo largo del año y medio al que hemos aludido. El tratabo constituye un tratamiento coherente de los problemas de los que se ocupa.

G. E. M. Anscombe G. H. von Wright

Sobre el autor

Ludwig Wittgenstein (Viena, actual Austria, 1889-Cambridge, Reino Unido, 1951) Filósofo británico de origen austriaco. Hijo de un importante industrial del acero, estudió ingeniería en Berlín y en Manchester, donde trabajó como investigador en el campo de la aeronáutica durante tres años. Empezó entonces a interesarse por las matemáticas y sus fundamentos filosóficos, y se trasladó a Cambridge para estudiar lógica bajo la dirección de Bertrand Russell (1912-1913). En ese tiempo tomaron cuerpo las ideas que luego desarrolló en su Tractatus, obra que redactó durante la Primera Guerra Mundial, en la cual combatió como voluntario del ejército austriaco.

Al reincorporarse a la vida civil, renunció a la fortuna heredada de su padre en favor de dos de sus hermanas.
Siguieron unos años de alejamiento de la filosofía durante los que fue maestro de escuela (1920-1926), para ocuparse luego como arquitecto del proyecto y la edificación de la residencia en Viena de una de sus hermanas. En 1929 regresó a Cambridge para dedicarse de nuevo a la filosofía, y ese mismo año obtuvo el doctorado tras presentar como tesis el Tractatus ante un tribunal formado por B. Russell y G. E. Moore (a quien Wittgenstein sucedió en la cátedra de filosofía diez años más tarde). En 1947 abandonó la enseñanza, insatisfecho con su labor como profesor y deseoso de «pensar en soledad».

Su filosofía suele considerarse dividida en dos fases, la segunda de ellas caracterizada por una crítica radical de las tesis defendidas en la primera; existen, con todo, rasgos comunes a ambas, como el interés por analizar el lenguaje como método de reflexión filosófica.

El primer Wittgenstein está representado por el Tractatus, conjunto de aforismos escritos con un lenguaje bastante críptico, que, inspirados en el atomismo lógico de Russell, investigan las relaciones entre el lenguaje y el mundo; el lenguaje «figura» el mundo en la medida en que comparte con él la misma estructura lógica, la cual no puede «ser dicha» en el lenguaje, sino tan sólo «mostrada», pues es la condición de posibilidad para decir cualquier cosa. Por otro lado, también es su límite, en la medida en que el lenguaje no puede sino figurar el mundo y, por tanto, nada se puede decir sobre cuestiones éticas o estéticas, que, según considera el filósofo, son las verdaderamente importantes.

El segundo Wittgenstein, sin embargo, sometió a crítica el supuesto básico del Tractatus de que la lógica posee una relación privilegiada con la estructura del mundo. Consideró que ésta correspondía tan sólo a uno de los posibles usos del lenguaje (en modo declarativo y descriptivo), pero que no tenía en cuenta la lista abierta de «juegos de lenguaje», entre los que se podría contar el preguntar, el exclamar o el contar chistes. El significado de un término, además, no puede depender de una proyección mental, sino de su uso social, pues de otro modo no se entiende que sea comprendido por los demás.

Ambas precisiones muestran la nueva preocupación del autor por integrar el lenguaje en el complejo de la acción y de la sociedad, abandonando la idea de hallar un modelo ideal que no derivase en un reduccionismo. Wittgenstein fue una figura crucial en el desarrollo de la filosofía analítica posterior tanto por su influencia sobre algunos miembros del llamado Círculo de Viena -aunque él no fuera un positivista lógico- como por el magisterio que ejerció desde Cambridge, donde se desarrollaría la llamada filosofía del lenguaje ordinario.