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Ed. Madreselva, año 2007. Tamaño 20 x 13 cm. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 110

Por Daniel Barret

¿Sobre qué materiales laboraban los jóvenes anarquistas que constituyeron en 1974 la Resistencia Libertaria en tanto organización específica con vocación de alcance en todo el territorio del Estado argentino?

Para empezar, existía un generalizado hálito de ruptura con las organizaciones y el discurso clásicos del anarquismo; las que entonces parecían pensadas para un tiempo distinto y anterior y que, a comienzos de los años 70, se veían enfrentadas a una dramática disyuntiva: renovarse o perecer. Esa renovación, por supuesto, debía dar cuenta de la realidad inmediata y, en el espacio latinoamericano, no podía menos que incorporar de un modo o de otro la influencia de la revolución cubana y de las guerrillas que, a su influjo, se crearon aquí, allá y acullá.

En Argentina, además, era preciso partir de un doble reconocimiento: no sólo el anarquismo había perdido en el movimiento obrero la fuerza arrolladora que tuviera en los mejores tiempos de la FORA sino que ese mismo movimiento obrero había encontrado en el peronismo su corral de ramas y el drástico límite ideológico de sus manifestaciones autónomas. Las alternativas no sobraban, pues.

Siendo simples y esquemáticos: o se optaba por una prédica “purista” para un circuito cerrado y endogámico o se desplegaba un esfuerzo concienzudo de integración a la agitación social real. Éste último sería el campo elegido y ello fue así por cuanto aquellos jóvenes se sintieron alentados por algunas expectativas no precisamente menores: un sindicalismo de base que se mostraba como una virtual línea de fuga respecto a la impertinente burocracia peronista; un movimiento estudiantil remozado y en estado de asamblea permanente; una “nueva” izquierda en situación de ruptura con el reformismo y, al menos en apariencia, también intencionalmente distanciada de los dogmas, rigideces y autoritarismos propios de la grey pro-soviética. Por añadidura, por si también hiciera falta un referente auroral, allí estaba el “Cordobazo” para alumbrar las posibilidades emergentes del movimiento social que se tonificaba en la Argentina de aquellos años.

La tarea era enorme: nada menos que impregnar de una cierta tónica libertaria lo que se veía como un proceso revolucionario en marcha; y hacerlo además desde una posición francamente minoritaria, montando una organización propia casi desde la nada y en una carrera contra reloj. El contexto estatal ya era fuertemente represivo y el aparato peronista, con su correspondiente periferia para-policial, buscaba evitar por todos los medios que la movilización social lo desbordara por su flanco izquierdo.

En consonancia con los que eran entendimientos de época se opta, entonces, por una organización relativamente cerrada, de integración selectivamente reducida y de actuación básicamente clandestina. Nadie podría decir que, necesariamente, la suerte estaba echada desde un comienzo, pero lo cierto es que la existencia de Resistencia Libertaria tuvo -sin perjuicio del lustro de maduración previa- la fugacidad del relámpago. No hubo para aquellos jóvenes ni un solo día de vino y rosas sino que sus vidas estuvieron signadas por trabajos perdidos, mudanzas forzadas y persecuciones varias. Mientras compartían, desde su específica e intransferible ubicación de lucha, los altibajos del movimiento social argentino y, especialmente, del movimiento sindical de base.

Ya en marzo de 1976, pocos días antes del golpe de Estado militar, recibieron el primer desgarramiento de importancia: los apresamientos, las “desapariciones” y los exilios habían comenzado y ya no se detendrían. Finalmente, en el invierno de 1978, son capturados buena parte de sus militantes todavía activos para ya no aparecer nunca más. Algunos consiguen romper el cerco y se refugian en otros países. La Resistencia Libertaria cerraba su ciclo vital.

Pero la memoria no se clausura tan impunemente ni deja de plantear sus propias batallas. Es, en el peor de los casos, un círculo quebradizo, de líneas punteadas y permanentemente abierto. Y aquí están para demostrarlo estas anotaciones -declaradamente iniciales y provisorias- de Verónica Diz y Fernando López Trujillo; escritas a mitad de camino entre las sobriedades del historiador profesional y las vibraciones propias de quien se ubica bien por dentro de su propio asunto. Verónica y Fernando no se permiten el recurso fácil de la exaltación al barrer ni se proponen ofender la inteligencia de sus interlocutores con un mero canto homérico. En cambio, sí han iniciado la tarea de recomponer pacientemente aquel puzzle, primero descuartizado por la saña criminal uniformada y luego objeto de desconocimientos, improvisaciones y desmemorias varias. Y lo hacen manteniendo la pasión imprescindible, bregando contra el olvido y derrotando de puño y letra, al menos en este terreno, una demencia represora que nunca deja de estar al acecho.

Y recomponer aquella experiencia es también rescatar su pertinencia en el contexto histórico que le es propio; no para proponernos un bis ingenuo y a destiempo sino para explicarnos un esfuerzo entrañable y exigirnos nuevamente la tarea de volver a inventar. Así, nadie debería esperar de estas páginas un recetario sino -para una lectura de segundo grado, en clave y a través de una trayectoria militante real, que es lo que importa- la exposición lúcida de problemas que siguen siendo acuciantes y están todavía sin resolver.

INDICE
Prólogo
I-
Una inbtroducción necesaria
II-
El debate en La Protesta
La formación de los grupos
El Congreso de Córdoba
III-
Un agitado bienio
La resistencia obrera
IV-
Golpe de Estado. Resistencia y represión
Las compañeras y los compañeros
Anexos
Documento de ruptura con La Protesta
Documento «El partido Libertario»
Los libertarios en la Argentina de hoy
Testimonios sobre el terrorismo de Estado
-Rufino Jorge Almeyda
-Hebe Margarita Cáceres Molteni