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DVD Original
Estado: Nuevo
Origen: Estados Unidos
Color
Formato: Widescreen
Idioma: Inglés
Subtítulos: Castellano
Duración: 151′
Director: Paul Thomas Anderson
Actores: Daniel Day Lewis, Paul Dano, Dillon Freasier, Kevin J. O’Connor, Sydney McCallister, Hans Howes, Russell Harvard, Paul F. Tompkins, Randall Carver, Coco Leigh
Versión libérrima y acotada de Oil!, del escritor socialista Upton Sinclair, There Will Be Blood (el título original de la película no rehúye las resonancias bíblicas) se inspira en la primera parte de esta novela-río, publicada a fines de los años ’20. Se narra allí un cuarto de siglo en la vida de su protagonista y de los Estados Unidos, desde fines del siglo XIX hasta las primeras décadas del siguiente, cerrándose el film con una coda que tiene lugar tres lustros más tarde. Hasta tal punto el realizador, guionista y productor no se sintió encadenado a la novela, que convirtió en protagonista a quien allí no lo era, rebautizándolo de paso. El J. Arnold Ross de Oil! devino Daniel Plainview, al tiempo que su hijo pasó de protagonista a simple marioneta en manos del padre.
Una nada rocosa es lo primero que se ve. De modo discordante con la imagen, la banda sonora del Radiohead Jonny Greenwood hilvana una partitura sinfónica y disonante. Se sobreimprime la fecha: 1890. Solo, hundido en un pozo, Plainview (Daniel Day-Lewis) coloca sus primeras cargas y sufre un accidente, que lo dejará rengueando el resto del metraje. De allí en más, Plainview no para de ascender, hasta terminar en su propia Xanadú. Que es una nueva nada, pero llena de lujo, objetos y caprichos personales, como la de Charles Foster Kane.
Escandida en dos o tres grandes saltos temporales, cada vez que la narración se asiente no lo hará en función de un acontecimiento fuerte, sino por razones más elusivas y difíciles de determinar. Ocupando siempre el centro de cada escena, en largos planos-secuencia que ya son marca Anderson, Plainview se construye a sí mismo como self-made man, hasta terminar enfrentado con los representantes de la Standard Oil. Esa condición de entrepreneur independiente (lo que los norteamericanos llaman maverick) lo empareja no sólo con Kane, sino también con el Howard Hughes de El aviador y el Tucker de Coppola. Así como no hace pie en tiempos fuertes, Anderson tampoco se apresura en definir un rumbo para su relato ni en redondear claramente a sus personajes. Pasará casi una hora (de la cual la primera mitad es pura narración visual, prácticamente muda) hasta que un acontecimiento doblemente significativo tenga lugar.
Al inaugurar su primer pozo, Plainview (cuya habla lenta y portentosa Day-Lewis parecería haberle expropiado al John Huston de Chinatown) desaira a Eli Sunday (excelente Paul Dano), jovencísimo predicador evangelista, clownesco fundador de la Iglesia de la Tercera Revelación y autoridad religiosa de la zona. A partir de ese momento, ambos librarán una pulseada que alcanza verdaderas cimas de humillación y crueldad. En verdad, el oilman y el preacher no son otra cosa que espejos enfrentados. La mentira, la manipulación del prójimo, el crimen, la inhumanidad en suma, los igualan.
Como sucedía en Boogie Nights y Magnolia (no en Embriagado de amor, por cierto), al final todos pagan por sus pecados, en medio de un furor condenatorio que parecería igualar al realizador con el mismísimo Eli Sunday. Si en sus mejores momentos Petróleo sangriento muestra a Anderson como gran narrador visual, su nueva película lo confirma como un cineasta dotado, pero irregular. Un wonderboy en busca de consumación, un campeón todavía desparejo.