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Ed. Alfaguara, año 2005. Tamaño 24 x 15 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 522

Por Diana Palaversich

En el panorama actual de la literatura latinoamericana, dominado en general por la escritura de corte realista, sea autobiográfico, histórico, sucio, o hiperrealista, la obra de Mario Bellatin (México, 1960) surge como un proyecto original y arriesgado cuyo objetivo es crear un universo paralelo que desafía no sólo la lógica del mundo concreto sino también los preceptos de la literatura realista protagonizada por personajes verosímiles y caracterizada por textos que despliegan una trama transparente, fácil de seguir.

Bellatin, al contrario, cultiva una narrativa que borra los límites entre la realidad y la ficción, tejiendo tramas fragmentadas y laberínticas, construyendo personajes inestables. La creación de este universo peculiar, cuyos rasgos característicos son reconocibles prácticamente a primera vista para todo lector que haya leído más de una obra de este escritor, lo convierten en uno de los pocos autores contemporáneos de habla hispana con un proyecto literario consistente e inconfundible. En el núcleo de este proyecto se encuentra el deseo de construir un universo ficticio absurdo y hermético, aunque absolutamente coherente, un mundo regido por lógica propia y, por lo tanto, capaz de sostenerse a sí mismo y de generar discursos nuevos que, como si fueran piezas de un mosaico, encajan perfectamente dentro de su corpus entero.

Minimalistas en cuanto a su extensión y recursos literarios empleados, y absurdos en cuanto la (i)lógica que los gobierna, los textos de este autor son prácticamente imposibles de relatar puesto que en ellos proliferan historias sin desenlace. Lo que importa no es necesariamente lo que ocurre sino cómo se manipula y estructura el material representado narrativa o visualmente. Las historias de Bellatin se construyen con la misma pasión hacia lo absurdo evidente en las incongruentes estructuras arquitectónicas del dibujante M.C. Escher, o en las películas “rizomáticas” de David Lynch, en las cuales una serie de elementos narrativos o visuales verosímiles se arman de una manera absurda e intrigante. La narrativa de Bellatin se caracteriza por las historias circulares, bifurcantes o truncadas y un ambiente enrarecido poblado de seres anómalos cuyos cuerpos extraordinarios —castrados, paralíticos, podridos por la vejez o la enfermedad, cuerpos que carecen de brazos o piernas y cuerpos que se mutan de hombre a mujer— constituyen la norma. Estos cuerpos, cabe enfatizar, inquietan menos por sus (de)formaciones que por su tremendo poder de desestabilizar todo concepto de unidad del personaje y del sentido narrativo transparente. Constituyen además un poderoso imán para seducir al lector quien, fascinado por el enigma de estos cuerpos —que supuestamente guardan la clave del secreto del texto— persevera en descifrarlos. La “ilegibilidad” de los cuerpos que nunca constituyen un todo completo y coherente, refleja la “ilegibilidad” de los textos cuya singularidad también atrae al lector, invitándolo a asomarse a un abismo narrativo: aquel de la sinrazón, el tipo de universo que seduce a la mitad del público y espanta a la otra mitad.

Para todo lector que haya leído más de un libro de Bellatin queda claro que los cuerpos extraordinarios forman parte de un universo literario igualmente extraordinario en el cual lo anómalo es la regla y no la excepción. En esta normalización de lo singular Bellatin parece recordar al lector el argumento del filósofo Thomas Kuhn, quien indica que “La anomalía aparece únicamente en relación con el fondo provisto por el paradigma”. Este pensamiento se evidencia más explícitamente en La escuela del dolor humano de Sechuán donde: “Los miembros del equipo tuvieron entonces que volver por sus propios medios al poblado de origen y encontrarse con los demás integrantes de una comunidad donde la falta de dedos de la mano derecha era el rasgo en común”. La naturalidad con la cual Bellatin presenta lo anómalo, su completo distanciamiento emotivo de la materia que narra, como también la ausencia de todo lazo afectivo entre los personajes —incluyendo la supuestamente incondicional relación afectiva entre padres e hijos— son elementos que resaltan el hecho de que los textos que leemos no son reflejo o imitación del mundo real sino una construcción artificial, un simulacro.

Al definir los textos de Bellatin como “ilegibles” y “delirantes” no significa que su narrativa carezca de sentido(s) y que el escritor no tiene nada que decir. De hecho, todos sus textos ofrecen como mínimo dos alternativas básicas de interpretación. Para los que se inclinan por la lectura alegórica, ofrecen la posibilidad de “descifrar” el sentido del texto que se encuentra más bien en las alusiones y silencios de lo narrado. Esta ruta la han escogido muchos lectores y reseñistas, entendiendo, por ejemplo, que Salón de belleza habla de la epidemia del sida; que Canon perpetuo, Poeta ciego y La escuela de dolor humano de Sechuán critican las sociedades totalitarias que se podrían asociar con Cuba, la antigua Unión Soviética y China, respectivamente; que Flores reprocha la arrogancia de la ciencia que en vez de curar produce seres mutantes o mutilados, o que Perros héroes representa una visión macabra del futuro latinoamericano. Estas lecturas, que fijan a Bellatin como un escritor de alegorías, comprometido con el momento histórico en que vive, aunque perfectamente posibles, tienden a reducir la complejidad de una obra que se resiste a ser domesticada.

En cambio, otros lectores, acostumbrados a la lectura de los textos vanguardistas o de la ficción posmoderna, se ven menos interesados en los mensajes explícitos o implícitos de esta narrativa que en sus aspectos metafictivos: la manera en la cual el texto comenta y obvia el proceso de la escritura, subrayando que se trata de la invención de la realidad y no de su reproducción objetiva. Éstos reconocen que aunque los textos de Bellatin ponderan sobre la temática de la sexualidad, fanatismo religioso, totalitarismo, o la opresión del individuo, este hecho de por sí no lo convierte en un autor comprometido políticamente, en el sentido sartreano del escritor engagé, puesto que el compromiso verdadero de Bellatin no es político sino estético. Para ese público en particular, él es un autor comprometido con la escritura misma, el que escribe a contrapelo de la institución llamada Literatura y sus formas socialmente consagradas.

INDICE
Prólogo
Salón de Belleza
Efecto invernadero
Canon perpetuo
Damas chinas
El jardín de la señora Murakami Oto no-Murakami monogatari
Bola negra
Shiki Nagaoka: una nariz de ficción
La mirada del pájaro transparente
Jacobo el mutante
Perros héroes
Flores
La escuela del dolor humano de Sechuán
Underwood portátil. Modelo 1915