Precio y stock a confirmar
Ed. Del 80, año 1983. Tamaño 20 x 14 cm. Traducción de Hugo Acevedo. Estado: USado muy bueno. Cantidad de páginas: 124
I- Uno, otro, neutro: valores narcisistas de lo mismo, por André Green
Las dos fuentes de los conceptos psicoanalíticos son la práctica psicoanalítica, por una parte, y el horizonte epistemológico, por la otra. Los conceptos psicoanalíticos, una vez adoptados, modifican la escucha del psicoanalista, lo cual lleva a poner en tela de juicio los instrumentos teóricos del psicoanálisis. Así ha ocurrido con el narcisismo, acaso mas que con cualquier otro concepto. Freud lo creó bajo diversas presiones. Hay a lo largo de toda su obra una certidumbre inconmovible que sostiene su conducta: la sexualidad. Pero con igual seguridad tiene por no menos cierto que un factor antisexual es la base de la conflictualidad que se aloja en el aparato psíquico. Este ha de ser el papel asignado desde un primer momento a las pulsiones denominadas de autoconservación- atribuírselo no exigía de Freud un mayor esfuerzo de originalidad, porque necesitaba urgentemente dedicar toda su atención a lo que con tanta obstinación se había ocultado: lo sexual. Al principio basta, pues, con plantear, así fuera de manera provisional, el término opuesto, es decir la autoconservación, con la reserva de cambiarlo mas adelante. Por supuesto, se vio compelido a hacerlo tanto por los obstáculos surgidos de la experiencia como por las críticas de los opositores del exterior y del interior; entre éstos se hallaba, en primer lugar, Jung, cuyo interés se orientaba hacia la demencia precoz. El yo, puesto en reserva de elaboración teórica, pasará al primer plano; no obstante, las definiciones que de él da Freud en el Proyecto (1895) permiten prever que sus catexias son de índole específica y de origen endógeno. «Esta organización se denomina el yo. Resulta fácil imaginarla si consideramos que la recepción regularmente repetida de cantidades endógenas por determinadas neuronas (del núcleo) y la consiguiente acción facilitante emanada de esa recepción repetida darán por resultado un grupo de neuronas que retiene una catexia constante, o sea, que corresponde al portador de la reserva [de cantidad], que, según vimos, se deduce perentoriamente de la función secundaria»…
-Deslices semánticos
-El corpus y sus límites: deslindes y coherencia
-Nombres y figuras del narcisismo
-Funciones gramaticales elementales de los enunciados narcisistas
-Estilo del narcisismo trasferencial
-La escucha del narcisismo y la contratransferencia
-Mito y tragedia: diccionario y folio
II- La envoltura sonora del sí, por Didier Anzieu
El presente texto reanuda la reflexión psicoanalítica que emprendí acerca del apuntalamiento del narcisismo y el masoquismo en las funciones de la piel y que llevó especialmente a formular la hipótesis de un yo-piel. He sostenido que el yo se constituye como envoltura continente, como barrera protectora y como filtro de los intercambios, todo ello por derivación de sensaciones epidérmicas y propioceptivas y por internalización de identificaciones pélicas. Ahora querría dar un paso atrás e interrogarme, antes de establecer las fronteras, los límites y un espacio del yo, sobre la constitución del sí como conjunto psíquico preindividual dotado de un esbozo de unidad e identidad…
III- El narcisismo, por Guy Rosolato
El narcisismo solo ha tenido para el pensamiento psicoanalítico por su complejidad, un efecto de fascinación. En la obra de Freud tras’ habérselo reconocido en toda su importancia y sus diversas implicaciones (Introducción al narcisismo, 1914), se toma buena distancia en favor de la pulsión de muerte (1921) como una consecuencia lógica. Pero todas los textos importantes posteriores no dejan de referirse a él. Los sucesores de Freud han podido recurrir al narcisismo sólo en raras ocasiones y asignar el primer plano a la pulsión de muerte, como Melanie Klein, o, con posterioridad a Winnicott, hacer recaer el acento en el objeto transicional, cuyos vínculos con el narcisismo no son justamente desdeñables. Es cierto que a éste se lo ha considerado como un concepto demasiado impreciso y difícil de utilizar debido a su ubicuidad. Uno de los mayores escollos de la teorización consiste en no retener más que uno solo de sus aspectos, las más de las veces el retiro libidinal sobre el yo. Es un defecto de visión que empobrece y afea su empleo. Nos esforzaremos por poner de relieve las elementos de su organización y por no reducir ésta a uno de aquéllos.
En consecuencia, una perspectiva semejante debe hacer frente a cierto numero de problemas, como por ejemplo la distinción y las relaciones entre el narcisismo primario y el secundario. En este caso adoptaremos el criterio de poner en primer plano a este último, porque es el tipo mas completo, diversificado y funcionalmente revelable, tanto en el adulto como en el niño, mientras que el primario se presenta sólo como un punto de mira en su condición de fin o de origen y se lo toma en el fantasma o en el mito, es decir, tributario de la organización secundaria…
-El retiro libidinal
-La idealización
-El desdoblamiento
-La doble traba
-La oscilación
-Las dos caras
IV- Entre el ídolo y el ideal, por M. Masud R. Khan
El ser humano comienza por ser no sujeto, sino objeto. El niño, en efecto, existe y se siente a sí mismo únicamente a través de la atención de su madre, atención «idolizante»: es el objeto de los cuidados maternos. Durante estos últimos años, hemos sido tan adoctrinados por una teoría que sostiene que la psique del lactante es un caldero de ansiedades infinitas y de incesantes conflictos, que hemos llegado a olvidar que, inicialmente, el niño existe sólo como objeto de los cuidados y del amor materno. Progresivamente, a medida que los procesos de maduración permitan la constitución de los diversos aparatos del yo y del ello, el niño comenzará a formarse representaciones de sí que podemos describir como el «sí subjetivo». Tal como Winnicott lo destacó con tanta frecuencia, los acondicionamientos biológicos dependen, en el niño, del cuidado materno (entorno) y se ven facilitados en su articulación, su diferenciación y sus posibilidades de realización, en lo que más tarde se identificará como las funciones y las propiedades del yo y del ello. Winnicott insiste particularmente en la siguiente condición: que la madre sea capaz de salir al paso, por la afectividad y por la imaginación, de los primeros gestos creativos de su hijo. He allí lo que forma la base de una verdadera confianza del niño en el desarrollo y la cristalización de su sentimiento de sí. La reparación es, en el seno de esta compleja confrontación entre el niño y su entorno (humano y no humano), un proceso importante. Para Winnicott, el entorno se incorporará a la «experiencia de omnipotencia» del niño, dejándose, por así decir, crear por el niño, tal como ocurre en el área de los objetos y de los fenómenos transicionales, y dejándole al niño la posibilidad de aportar su propia contribución al entorno que se hace cargo de él…