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Ed. La Piqueta, año 1992. Tamaño 20 x 13 cm. Edición y traducción de Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 200

Microfísica del poder, Michel Foucault098La Microfísica del poder viene precedida por la voluntad de sus editores −acaso también del propio Foucault− de contribuir a un pensamiento de la coyuntura; en efecto, ‘se trata de formar herramientas en función de enfrentamientos concretos’ (según reza la contratapa), mejor aún, de ‘tener del presente una percepción espesa’ (Foucault, 1975). ¿Pero qué implicancias contiene esa voluntad? Por lo menos dos: que el pensamiento de la coyuntura en tanto discurso significante sobre lo actual sepa lidiar con la abstracción teórica, esto es, que ese pensamiento sepa ‘rechazar la disolución universalista de la denuncia’ (Foucault, 1977), y que al mismo tiempo, renuncie a una pretendida continuidad que hilaría sus segmentos constitutivos.

En virtud de este doble requerimiento la Microfísica comparece ahora como escritura, es decir, como lenguaje que simultáneamente a la economía de una analítica singular, se pliega sobre sí, se enfrenta al límite de su propia finitud. De allí que la Microfísica renuncie a entablar una relación puramente instrumental con aquello que en sus efectos de superficie discurre como gramática. En esta perspectiva la divisa histórica de la obra declina para volver a conjugarse a través de un elenco de textos desiguales pero más allá de la diferencia genérica que alguno de ellos eventualmente reclama: el libro pone en movimiento una estrategia de escritura que estaría llamada a acoger el ensayo, la entrevista, el decir universitario y su crítica (Foucault, 1971).

Los doce textos que componen la Microfisica estarían consignados bajo el expediente de una (re)escritura de la actualidad, y sin embargo, esa consignación debiera rechazar la idea de corpus, es tan sólo ‘el entrecruzamiento del discurso en el proceso, en la historia’ (Foucault, 1975). Esta viene a ser nuestra hipótesis. Ello no le impediría a la obra, a cualquier obra −en el decir de Barthes− ser definida desde sus presupuestos escriturales. Pero es sabido que la escritura foucaultiana presenta ella misma unos regímenes de verdad diferenciados, que su vínculo con la historia se consuma bajo una pluralidad de formas irreductibles entre sí.

Se estaría tentado a afirmar que la exigencia escritural de la Microfísica se revela a contrapelo de una situación socioeconómica determinada; dicho de otro modo, habría una correspondencia histórica más compleja aún entre lo que constituiría la sociedad tardomoderna y la actividad de la escritura en tanto que ésta produce su emancipación. Este diferencial adquiere proporciones
epistemológicas definitivas. Según la Microfísica ya no habría propiamente una ciencia de la escritura, en tanto que certeza propiciada por una ciencia de tipo marxista y una ciencia del sujeto bajo la óptica freudiana, con aliento en Saussure o en Chomsky.

El último texto consignado por los traductores, texto que es en rigor una entrevista, abunda en la crítica a una ciencia de este tipo. Habría como contrapartida la voluntad de escribir desustancializando el sujeto y todo vínculo original, establecer una línea de fuga frente a lo que no tiene en cuenta la multiplicidad del mundo y su soberanía fluctuante. En ello incide que la escritura siga siendo todavía un trabajo impreciso.

Permítasenos aquí una brevísima disgresión. Es sabido que la escritura occidental se disocia del habla constituyendo un texto que deviene sistema en nombre de lo legible. A partir de aquí ha podido sustentarse la idea de un único texto fundado en la plenitud del sentido; el texto será localizado, finalmente, al interior de una hermenéutica de bordes cada vez más conocidos. Pero la supremacía del habla no sólo se basa en el diagnóstico de dicha clausura, sobre el texto escrito pende la exigencia inextinguible de igualar el movimiento del habla. La Microfísica querría hacer de ambos regímenes, de la oralidad y la escritura, un dispositivo diferenciado
cuya identidad viene a ser sólo la obra a-posteriori de las relaciones de poder; esto significa que la producción del texto no se verifica sino en la ruptura del vínculo con el habla del sujeto trascendental. El pensamiento de la sustancia es tributario de una hermenéutica que desplazará radicalmente su conexión con el poder.

La escritura tomada en su especificidad, constituye para la Microfísica primeramente una cierta manera de descifrar el mundo. Se trata, hay que decirlo, de descifrar el mundo más que de transformarlo, por consiguiente, de problematizar las tácticas destinadas a una política emancipatoria. Aquí es posible constatar la distancia de Foucault con respecto a las teorías al uso provenientes del mecanicismo marxista. La cifra evoca el trabajo arqueológico toda vez que el mundo ha ingresado como superficie de inscripción al circuito de las representaciones (sean éstas científicas, históricas o sociales). Pero no se trata sólo del desciframiento de aquel
lenguaje utilizado en la representación, la arqueología constituye una práctica inscrita ella misma en un cierto modo de producción globalizada.

El eje en donde se inclina toda la Microfísica es la de conectar unos efectos de escritura a un subconjunto filosófico y político
determinado. Esta es la apuesta, creemos, más ajustada al texto de Foucault: ¿cómo entender una práctica de escritura ligada al movimiento de una historia específica no determinable con exactitud? El régimen textual de la Microfísica hallará entonces en la teoría de la escritura su inscripción histórica pero sólo parcialmente. Una cierta herencia en Lautréamont y Mallarmé, por extensión en las vanguardias, sella la problemática de la escritura en confrontación con la fenomenología y la hermenéutica como base de la inteligencia filosófica. Es en la escritura, en todo caso, donde se registra el paso de la historia y sus sobresaltos. Por esta vía la obra va a ir encontrando en la práctica genealógica un nuevo impulso escritural.

Foucault parece cada vez más sensible a la experiencia del encierro, en términos lingüísticos pareciera como si toda la economía de la producción de occidente hubiera impuesto sus reglas al interior de una escritura fonética. Este nuevo desplazamiento se halla en el centro de la Microfísica. A causa de ello la escritura foucaultiana no abarca el poder, lo abre. Esta puede ser la premisa de su nueva estrategia. La escritura ya no soporta el peso de una teoría global, se adhiere a un campo específico de significaciones históricas. Si existe el límite quiere decir que la teoría de la escritura no logra subsumir las fuerzas enfrentadas ni de la producción, ni de la historia.

Pero la escritura funda su objeto en la teoría general de las significaciones, esto es, en el amplio espectro representacional. Escrituras como la de Sade, Mallarmé, Bataille o Artaud −según Foucault− han abierto surcos en dicho horizonte de representaciones a nombre del singular, no ya como ‘tipos de conciencia’ (Foucault, 1976). A la teoría de la escritura no le corresponde la explicación de la totalidad sino a riesgo de recaer en el viejo vicio del clientelismo.

Como contrapartida, una cláusula esotérica, un cierto “hermetismo” acompañará fielmente a todo intento escritural interesante. La escritura, tal y como se despliega en la Microfísica, no es ni de lejos un proceso de comunicación. Es un esfuerzo por distribuir
diferencias al interior del área de las significaciones. Al poder hegemónico le corresponderá interpretar su sentido y producir su articulación; dicho poder se constituye sin lugar a dudas en el perímetro de lo actual como voluntad de comunicación. A las prácticas de escritura les corresponderá en ese mismo perímetro, no en otro, muy sobriamente, desprivatizar el don.

¿Si la Microfísica no es en primer lugar una idea sobre la coyuntura, entonces cómo describirla, qué decir de su economía interna?

Un primer esbozo de respuesta: son textos que se nutren de algo completamente diferente de lo que ha sido el pensamiento político tradicional. Todos, cual más cual menos, presuponen una capacidad documental admirable pero ninguno de ellos pretende acceder directamente al estatuto filosófico de rigor. Transitan, ya lo decíamos, por una variedad de géneros; algún texto pudo eventualmente no publicarse si no fuera por la ruptura de las formas clásicas, ya sea por la utilización de las fuentes, ya por la beligerancia de los interlocutores de turno. Se podría argüir, en un segundo plano, que no todos los textos responden de la misma manera al título del libro, de hecho la edición francesa de los textos fragmentarios mostrará, en virtud de un minimalismo no exento de estilo, una mayor consistencia.

Y sin embargo, lo anterior se muestra irrelevante si pretende opacar la escritura que de allí emerge. Toda ella forma un conjunto de suyo complejo que provoca la imposibilidad actual de referirse al poder de un modo unitario. La inteligencia de un poder exclusivamente represor, por ejemplo, da paso a otra cuya diversidad se muestra menos grave, más productiva y eficaz. Quizás el poder no sea sino también una cuestión de deseo (Foucault, 1972).

Partiendo de la Microfísica, pese a todo, no parece fácil la construcción de una teoría del poder que nos faculte para hacer una prospectiva del análisis genealógico. Que el propio Foucault estuvo consciente de ello lo prueba su obra posterior en torno al devenir del sujeto en donde se querrían pensar nuevas formas de resistencia frente a la dominación.

Si el poder ha producido una escena cada vez más consistente, la Microfísica, por su parte, pareciera insinuar unas posibilidades de contestación cada vez más diferenciadas. Opera como si estuviera guiada por unas energías decididamente moleculares, su escritura soporta una variada gama de afirmaciones pero todas ellas se multiplican en la dirección señalada por un análisis específico. El desprendimiento de la sujeción hegemónica se ha vuelto posible gracias a unas prácticas que han tenido que ganar en sobriedad. El giro fundamental parece estar del lado de una imposibilidad relativa: las luchas del presente deben renunciar a la articulación
sistemática de tipo general, tales luchas ya no responden a una estrategia en sentido estricto debido debido a que la coyuntura difiere de cualquier análisis a-priori.

La interdependencia de los distintos factores que confluyen en la actualidad se ha escindido en partículas autónomas. A cada momento le corresponde el desplazamiento de una determinada cantidad de fuerza incuantificable de antemano. Como contrapartida, el prodigioso número de datos referido a la configuración actual del poder se halla en estado de dispersión cuya síntesis quizá no sea ya posible. De ahí que la escritura de la Microfísica difiera la facultad de discernimiento en favor del enunciado.

El análisis del poder se ha vuelto, en medida creciente, el análisis de algo que se ignora, por consiguiente, ya no es posible relacionar las prácticas de poder con una lógica de la emancipación de carácter general. Ya no es la voluntad de autonomía la que ilumina el poder. Lo iluminador es el hecho de que hay una alianza asimétrica y arbitraria entre los objetos y los dichos que pretenden reflejarlos.

La escritura aquí no intenta hablar de la verdad, la única condición que se le debe exigir a la escritura es que no pretenda hablar en nombre de la verdad. Lo que adviene ahora es una especie de inestabilidad, quizás una precipitación en los cambios que se operan, un movimiento en donde la verdad se conecta ‘a un conjunto de procedimientos reglamentados por la producción, la ley, la repartición, la puesta en circulación, y el funcionamiento de los enunciados’ (Foucault 1977: 18). Muchos segmentos que se habían
enfrentado al poder de lo establecido aparecen ahora, retrospectivamente, como un apéndice de la cosa precedente. La historia de las rupturas no es bajo ningún respecto un territorio liberado. Aquí se juega, definitivamente, la cuestión de la justicia (Foucault, 1972).

Las conmociones que se han sucedido una tras otra al interior mismo de la modernidad podrían aparecer en el presente mucho más concisas y acotadas. Ya no se puede pensar la historia como origen del poder, es el poder actual el que suscita una referencia con la historia: para comprender nuestra actualidad habría que relacionarse con el pasado y no al revés. Hay que ubicar una fisura y
permanecer en ella.

La Microfísica sustrae de la coyuntura su carácter ficcional, Foucault señala: “me doy cuenta que no he escrito más que ficciones. No quiero, sin embargo, decir que esté fuera de la verdad. Me parece que existe la posibilidad de hacer funcionar la ficción en la verdad” (Foucault, 1977).

INDICE
1- Nietzsche, la Genealogía, la Historia
2- Más allá del Bien y del Mal
3- Sobre la justicia popular. Debate con los maos
4- Los intelectuales y el poder. Entrevistas Michel Foucault – Gilles Deleuze
5- Entrevista sobre la prisión: el libro y su método
6- Poder-Cuerpo
7- Preguntas a Michel Foucault sobre Geografía
8- Curso del 7 de enero de 1976
9- Curso del 14 de enero de 1976
10- Las relaciones de poder penetran en los cuerpos
11- Poderes y estrategias
12- Verdad y poder