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Ed. Alfaguara, año 2001. Tamaño 24,5 x 15,5 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 250
Entre el 11 de agosto de 1868 y el 21 de abril de 1869 el cónsul itinerante de Su Majestad, el capitán sir Richard Francis Burton, escribe veintisiete cartas desde los campos de batalla del Paraguay como observador, que es decir espía, mediador, cronista, explorador, frenólogo, estratega, historiador, geógrafo, sociólogo, urbanista. Toda la visión de la vieja Europa de los siglos XVIII y XIX se trasplanta en la convulsionada Sud América, donde las dictaduras suceden a las montoneras, las anarquías a las asonadas. Ya no hay revoluciones. La misma superstición malgastada de repúblicas sembradas en un desierto de ideas regado con sangre, se convierte en rehén de grupos, corporaciones, estancieros y sátrapas de baja monta, que se disputan un poder siempre tambaleante, donde todos desconfían de todos, sin llegar a conformar un gobierno; o lo que es lo mismo, instituciones que sostengan el equilibrio del poder.
El 1º de mayo de 1865, a causa de que las tropas del presidente Solano López habían cruzado por unos potreros supuestamente argentinos, se firma el «Tratado de la Triple Alianza ofensiva y defensiva entre el Imperio del Brasil, la República Argentina y la Banda Oriental contra el gobierno del Paraguay», iniciando oficialmente la Guerra del Paraguay, Guerra Grande o Guerra de la Triple Alianza, que se extendió hasta el 1º de marzo de 1870. En medio de la devastación y la locura, cuenta el capitán Burton en la carta XXIII que «del lado opuesto del Río Paraguay, el del Gran Chaco, se ha fundado un amplio quilombo o establecimiento de fugitivos, donde brasileños y argentinos, orientales y paraguayos viven juntos en mutua amistad y en enemistad con el resto del mundo y la guerra».
Entrando en el siglo XXI, cuatro autores de las cuatro naciones que se vieron envueltas en ese conflicto volvemos a escribir -como lo hizo sir Richard Francis Burton- las crónicas de una guerra que se azuza con el asesinato de dos presidentes (Venancio Flores de la Banda Oriental en 1868, y Francisco Solano López del Paraguay en 1870) y en la que oscuros intereses sobrevuelan como buitres los cadáveres de nacionalismos convertidos en fanatismos suicidas. Sir Richard se perdió en el espacio, las pampas y los pantanos extraños a su Inglaterra reina de los mares. Nosotros estamos perdidos en el tiempo y esa errabundia de las escrituras es al mismo tiempo virtud y defecto. Más fácil que hacer la historia de los hechos (no somos historiadores) es historiar lo deshecho. La guerra exterminó casi una generación de paraguayos, arrasó pueblos, fortificaciones e hipotecó el futuro de la arruinada nación. Hasta hoy no hay un argumento racional para explicar cuál fue el casus belli. El Paraguay se convirtió en el pandemónium de Milton, tal vez por eso el brigadier general y comandante del Ejército Aliado, Bartolomé Mitre, empezó a traducir el «Infierno» de la Commedia en su tienda de campaña.
Nunca nadie ha ganado nada en ninguna guerra. Los oficiales de las cuatro naciones que desertaron de la contienda para formar el Quilombo del Gran Chaco también estaban perdidos en el tiempo, pensando por adelantado lo que todavía no ha sucedido hasta este ocaso del segundo milenio; perdidos como seguimos nosotros, pensando en un porvenir donde el militarismo, los ejércitos, las fronteras y las armas hayan pasado a ser patrimonios del archivo de la Historia.
Alejandro Maciel
Asunción, Paraguay, diciembre de 2000
INDICE
Prefacio para un tetralibro de guerra en tiempos de paz liberal, por Alejandro Maciel
I- Augusto Roa Bastos
Frente al frente argentino
Frente al frente paraguayo
II- Alejandro Maciel
Fundación, apogeo y ocaso del Quilombo del Gran Chaco
III- Omar Prego Gadea
Los papeles del general Rocha Dellpiane
IV- Eric Nepomuceno
Un barón no miente, envejece