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Ed. Globus, año 1994. Tapa dura. Tamaño 31 x 25 cm. Texto de Manuel López Blázquez. Incluye 70 reproducciones a color sobre papel ilustración. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 60

Las inquietudes estéticas de Jules Fernand Henri Léger (Francia, 1881-1955) lo sitúan a medio camino entre cubistas y futuristas. A los primeros lo une un decidido rechazo a toda carga sentimental o literaria en la obra de arte y en la reivindicación de ésta como un objeto autónomo de la naturaleza y, por lo tanto, regido por sus propias leyes; asimismo, es de filiación cubista el rigor de una investigación formal que trata de encontrar un modo de representación espacial que escape a la tradicional perspectiva científica heredada del Renacimiento.

Con los futuristas comparte su devoción por el mundo de la máquina, por todos los productos de la cultura tecnológica. No obstante, hay que precisar que la apuesta de Léger es, ante todo, de naturaleza plástica y está desprovista de todo el artificio beligerante con que los futuristas aderezan sus obras. En este artista, la fascinación por los objetos industriales tiene algo de panteísmo estético, un afán por descubrir la belleza en todas partes, incluso “en el orden de una batería de cacerolas sobre la pared blanca de una cocina”.

La equiparación que realiza Léger entre el producto industrial y la figura humana, con todo lo que ello importa de reducción de ésta a un puro objeto mecánico, ha despertado numerosas críticas. Tal acusación se basa en un notable desconocimiento acerca de las intenciones del artista: el espíritu que alienta tras estas composiciones es el de un individuo profundamente confiado en las potencias del ser humano, en una capacidad para dominar la naturaleza que se manifiesta precisamente en los avances técnicos.