Ed. El elefante blanco, año 1998. Tamaño 23 x 15 cm. Nuevo, 168 págs. Precio y stock a confirmar.

Al comenzar 1851 Rosas se sentía una figura continental, y no se equivocaba. Su gobierno, que fue por largo tiempo un continuado ejercicio de violencias y desafueros, se había estabilizado. Un prestigio que llegaba al otro lado del mar y que daba que hablar en toda América, hacía de Rosas ‘el defensor de la santa causa americana’.

Nada habían podido contra el tirano los unitarios de adentro y afuera: los Lavalle, los Paz, los Sarmiento; nada Inglaterra y Francia coligadas… San Martín, saludando el triunfo del gobierno de Buenos Aires, había dicho con su enorme autoridad: ‘Todos los nuevos estados americanos tienen un modelo que seguir’. Rosas era el Monroe del Sur. Ejércitos, propagandas periodísticas, escuadras interventoras y bloqueadoras, todo se había ensayado en contra del déspota, con repetido fracaso. El había sabido destruir a los de adentro y confundir a los de afuera…