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Ed. El Cielo por Asalto, año 2005. Tamaño 23 x 15,5 cm. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 420
“Una pregunta me asalta desde siempre, desde hace más de tres décadas. Clara, concisa, punzante, vuelve a través de los tiempos para instalarse en mi mente. La ayudan mis oídos y mis ojos, que fueron privilegiados testigos de lo acontecido cuando yo tenía un poco más que veinte años. Muchas situaciones que me han ocurrido suelen perderse en los pliegues de mi edad, otras ni merecen recordarse porque no aportan nada sustancial. Pero esta pregunta, debo reconocer, siempre vuelve, porque es parte de algo importante de mi vida o quizá tiene desmesurada importancia, simplemente porque no tiene respuesta concreta y eso me permite alargarla, potenciarla, enriquecerla -o en otras palabras- fantasear hasta el infinito. Mi inquietud es la siguiente.
¿Cómo hubiera sido una sociedad; nuestra nación; la anhelada patria justa, libre y soberana, gobernada por aquellos pibes llenos de pureza y decisión revolucionaria que gritaban a todo pulmón «¡Qué lindo, qué lindo que va ser, el Hospital de Niños en el Sheralon Hotel!»? Jóvenes de entre 15 y 25 años que salieron a pelear contra las dictaduras de turno y contra la traición. Recuerdo: las dictaduras militares de Onganía, Levingston, Lanusse y Videla. Marco a fuego: la traición de una buena parte del tercer gobierno peronista. No es casual, que el único que los reconoció y los reivindicó públicamente fue echado más tarde del Partido Justicialista juntamente con otros dignos.
«Y en los momentos decisivos, una juventud maravillosa supo responder a la violencia con la violencia y oponerse, con la decisión y el coraje de las más vibrantes epopeyas nacionales, a la pasión ciega y enfermiza de una oligarquía delirante. ¡Cómo no ha de pertenecer también a esa juventud este triunfo, si lo dio todo -familia, amigos, hacienda, hasta la vida- por el ideal de una Patria Justicialista!».
Héctor J. Cámpora. Mensaje ante la Asamblea legislativa, 25 de mayo de 1973. Vuelvo a mi pregunta; sigo sin tener respuesta. Pero al menos ahora tengo entre mis manos esta novela de Sergio Pollastri, joven militante de la época, como para ir desandado el camino y construyendo la historia reciente.
Rodolfo Walsh, con acierto, le decía en una entrevista a Ricardo Piglia allá por marzo de 1970, que él era reacio a escribir una novela por la simple razón de que «la denuncia traducida al arte de la novela se vuelve inofensiva, no molesta para nada, es decir se sacraliza como arte». Pero aclaraba, explicaba, y dejaba abierto un resquicio: «Vos tenés que hablar, tenés que decir […]. De todos modos no es tarea para un solo tipo, es una tarea para muchos tipos, para una generación, volver a convertir la novela en un vehículo subversivo, si es que alguna vez lo fue.
Desde los comienzos de la burguesía, la literatura de ficción desempeñó un importante papel subversivo que hoy no está desempeñando, pero tienen que existir maneras de que vuelva a desempeñarlo. Entonces, en ese caso, habrá una justificación para el novelista en la medida en que se demuestre que sus libros mueven, subvierten». Da la sensación de que esa generación ha comenzado a andar. He aquí la importancia de la novela de Sergio Pollastri que estoy prologando.
Porque ésta sí que mueve y subvierte. Mueve la mente; subvierte el orden caduco e injusto que predomina desde siempre en nuestro país, salvo honrosas excepciones, mínimas en el tiempo. Pero además de mover y subvertir entrega un plus, un valor agregado, que se traduce en el climax y la ambientación que logra en el pulido relato que nos presenta. Cualquiera que haya vivido esa época encontrará en esta novela el más fiel reflejo de lo ocurrido en aquellos tiempos: volverán a su recuerdo, perfumes, olores, sensaciones, dichos, giros, modismos, premisas, apotegmas, principios de toda una época signada por la entrega y el sacrificio.
Quienes no la hayan vivido pero quieren saber cómo fue aquello, tienen aquí una excelente oportunidad para adentrarse en ese mundo de una «juventud maravillosa» que peleó a muerte por el retorno de su Líder a nuestra Patria; que luego, de la noche a la mañana, pasó a ser «estúpida» e «imberbe» para aquel que -paradójicamente- se había beneficiado directamente con su lucha, pero aun así y pese a todo (ella/ellos/el conjunto), continuó levantando las banderas revolucionarias del socialismo nacional.
Con el golpe del 76 el objetivo fue aniquilarla porque era «subversiva y apátrida» y resistía a la dictadura militar en pos de banderas de liberación y contra toda dependencia imperalista. Luego de 1983, con la vuelta de la democracia, pagó el precio de los derrotados momentáneamente: y entonces fue «desaparecida», negada y olvidada por una caterva de cretinos encabezada por oportunistas, quebrados y arrepentidos. Pero vuelven, siempre vuelven. Porque son el pueblo, son la vida, son el ejemplo viviente de la mejor generación de jóvenes, que sin lugar a dudas tuvo nuestra patria.
Leyendo esta excelente novela de Sergio Pollastri, que hoy reside en París, tendremos -a no dudar- mayores argumentos para sostener esto”.
Roberto Baschetti, año 2003.