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Ed. Paidós, año 1983. Tamaño 22,5 x 14,5 cm. Traducción de Alfredo Báez. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 464

la-perdida-afectiva334Por María Luisa Pastorino

Si bien es clásico afirmar en psicoanálisis que la investigación debe partir de la situación transferencial, no implica esto que sea el único camino que nos conduzca al conocimiento de la conducta humana, ni que sea excluyente de otros que nos permitan formular leyes generales sobre la misma.

Lo entiende así John Bowlby, quien al presentarnos este tercer y último volumen de su obra da un aporte renovador y fundamental al psicoanálisis.

Siguiendo una línea de pensamiento similar a la freudiana de la primera época, Bowlby introduce conceptos de la moderna biología, de la línea neo-darwiniana, de la actual neuropsicofisiología, de la teoría de la información, de la etología y de la psicología comparada, para comprender el peculiarísimo ligamen que une a los seres humanos.

La observación directa del vínculo del niño con su madre, de las vicisitudes de ese vínculo y de la consecuencia de su ruptura, aporta datos que, unidos a los conceptos antedichos, dan por resultado una teoría de los afectos, que es universal, pues muestra lo común de nuestras conductas emocionales con las de los animales más cercanos a nosotros en la escala evolutiva, y nos enseña, además, que esas conductas rigen la vida de cada individuo «desde la cuna hasta la tumba».

¿En qué es fundamental y renovadora esta teoría para el psicoanálisis clásico?

Las observaciones de Harlow, la teoría del imprinting de Lorenz, la aplicación de la teoría de los sistemas y la de la información, la introducción de los conceptos de Waddington sobre el desarrollo y de los aportes de Piaget, van a modificar nada menos que la teoría de la libido freudiana, tanto en su premisa básica de que el ser humano es fuente generadora de un impulso o instinto, como en las vicisitudes del desarrollo posterior del mismo.

Para Bowlby no hay un instinto, hay diferentes conductas instintivas. Diferencia, estudia y describe con gran rigor científico lo que él llama apego y conducta de apego, que es distinta de la sexual y la de la alimentación, que tiene sus propios factores causales que la activan y una función biológica específica.

Cualquier psicoanalista advertirá el cambio radical que estas ideas pueden producir en el psicoanálisis, tanto en la teoría como en la práctica.

Desde Freud siempre hemos afirmado que el núcleo central de las neurosis es el complejo de Edipo. Desarrollando ideas freudianas, Melanie Klein, Fairbairn y autores posteriores fueron desplazando en parte ese núcleo de conflicto a la dualidad instintiva primera y a su relación con el objeto primario, pecho, relación siempre basada en la alimentación. A poco que meditemos sobre la teoría del apego, nos encontramos con que la hipó-tesis del complejo de Edipo, tal cual la describió Freud, no entra en el cuerpo de ideas del profesor Bowlby.

A esta sorpresa llegué cuando en el invierno de 1978/79 asistía como alumna en la Tavistock Clinic a los seminarios que el profesor Bowlby dictaba sobre su teoría. Cuando lo interrogué al respecto me contestó sonriéndose: «Yo nunca vi el complejo de Edipo en mi vida». Viniendo esta respuesta de un psicoanalista didacta de la Asociación Psicoanalítica Internacional pensé en un primer momento, que era una expresión típica del clásico humor inglés. Posteriormente, a medida que profundicé su obra, entendí por qué, para Bowlby, la hipótesis del complejo de Edipo no era necesaria para trabajar psicoanálíticamente.

Entendí, en efecto, que la triangularidad emocional que interpretamos como edípica se da en todo triángulo afectivo en que esté involucrada la figura de apego, que este ligamen afectivo es diferente del sexual, que ambos pueden funcionar combinados o no y que esto se da tanto en los animales como en los hombres. Vale la pena acotar aquí, que la etología nos informa que las conductas sexuales incompletas de los animales jóvenes son dirigidas siempre hacia sus progenitores y la observación muestra que, también en ellos, la conducta sexual se diferencia de la de apego y puede presentarse combinada o no con ella. Lamentablemente, dice Bowlby, no ha sido estudiada en el hombre la conducta sexual con tanto detalle como lo ha sido la de apego.

Son muchas las modificaciones que trae aparejadas esta nueva teoría instintiva. Así, si el ser humano no es una fuente de energía en sí mismo, que tiende a la descarga, sino que, como todos los seres vivos, toma la energía del medio ambiente y se desarrolla sobre la base de la interacción y de la información, se modifican, además de la teoría de la libido a la que ya he hecho referencia, conceptos tales como el de fantasía inconsciente, término que por otra parte, Bowlby prefiere sustituir por el de ideas inconscientes, ya que la palabra fantasía, nos dice, tiene una connotación de opuesto a la realidad que induce a confusión.

Siguiendo esta misma línea de pensamiento, nos encontramos lógicamente con la modificación del concepto de defensa. El organismo humano no se defendería del aumento de excitación ni tendería a la descarga, sino que la defensa estaría dada por la selección de información. Bowlby acuña el término «exclusión defensiva» para explicar los complejos procesos cerebrales que seleccionan la información, cumpliéndose así una meta adaptativa fiel a la conducta de supervivencia. Exclusión defensiva que, si es mal adaptada, daría por resultado lo que los psicoanalistas hemos observado durante años como patología.

Las ideas evolucionistas que impregnan el pensamiento de Bowlby se ponen claramente de manifiesto en su explicación de la ansiedad de separación, explicación que tiene la profundidad de las afirmaciones simples.

Según él, la ansiedad que se despierta frente a la separación o pérdida de la figura de apego es una respuesta fisiológica, una señal de alarma frente a un indicio de peligro, ya que la figura de apego tiene una función biológica protectora. Mecanismo éste que heredamos filogenéticamente y que cumple un papel de supervivencia. Desde esta perspectiva lo patológico sería la falta de ansiedad o que ésta se despertara demasiado rápidamente o con una intensidad exagerada.

No emergen, en esta obra, cambios solamente como resultado del modelo teórico propuesto, sino que, además, el prolijo estudio de las separaciones y duelos en la infancia y en la adultez aporta nuevos datos que nos llevan a modificar ciertas afirmaciones comunes en psicoanálisis sobre lo que es normal o patológico en tales casos.

Es obvio que estas nuevas ideas traen aparejado un nuevo enfoque, tanto clínico como técnico. Si bien el autor no se detiene en estos temas, surgen naturalmente de la lectura de su obra. Bowlby da como norma básica la indicación de que el terapeuta deberá constituirse en figura de apego para su paciente, ser una «base segura» desde la cual se desarrollará el difícil y largo proceso psicoanalítico.

¿Cómo llega el autor a este particular enfoque? Como todo médico, como todo biólogo, a partir de la observación de los hechos.
Formado en Cambridge, realiza estudios de ciencias naturales y psicología. Previo a su entrenamiento clínico en la Universidad trabaja en una escuela para niños con perturbaciones emocionales, experiencia a la que el autor atribuye la orientación de su futura carrera, y que lo lleva por otra parte a iniciar su entrenamiento psicoanalítico.

Obtiene su grado de médico en el University College Hospital, aprendiendo psiquiatría de adultos en el Maudsley Hospital de Londres. Finalmente se incorpora a la London Child Guidance, donde se entrena y trabaja desde 1935. Dos años más tarde obtiene su grado, de psicoanalista en la Asociación Psicoanalítica Británica.

Durante estos años se le hace claro que gran parte de los trastornos emocionales y de conducta que observaba en los niños tenían su origen en la falla o ruptura de la relación entre el niño y sus padres. Empieza así a reto¬mar la primera teoría freudiana de la experiencia traumática, prácticamente abandonada ya por Freud y sus discípulos en función del concepto de fantasía inconsciente. Centra su interés en la ruptura del vínculo del niño con su madre.

La Segunda Guerra Mundial interrumpe su investigación. Es nombrado psiquiatra del ejército para la selección de oficiales, tarea que comparte, entre otros, con Wilfred Bion. Esta interrupción le permite adquirir experiencia en métodos de investigación.

En 1946, terminada la guerra, es llamado para hacerse cargo del Departamento de Niños de la Tavistock Clinic y en 1948 comienza nueva-mente la investigación. Se rodea de colaboradores como James Robertson, Mary Ainsworth, Rudolph Schaffer, Christoph Heinicke, Colin M. Parkes y otros no menos importantes y se dedica al estudio de los fenómenos de separación. En esa época es designado por la Organización Mundial de la Salud para redactar un informe sobre la salud mental de los niños sin hogar. Esto le permite tomar contacto con especialistas en psiquiatría y cuidado infantil de Europa y Esta.dos Unidos, así como también profundizar la amplia literatura sobre el tema.

En 1951 publica su informe, resultado de seis meses de arduo trabajo, titulado Los cuidados matemos y la salud mental.

Como resultado de estas investigaciones llega finalmente a describir junto con James Robertson, las tres ya clásicas fases emocionales de respuesta a la separación: fases de protesta, de desesperación y de desapego. A partir de ahí, cuestiona fenómenos clínicos tales como la sobredependencia, la ansiedad de separación, la depresión y la defensa. Estudia procesos similares en el adolescente y el adulto. Finalmente llega a la conclusión de que para entender estos fenómenos deberá comprender la naturaleza del vínculo que une a los seres humanos entre sí.

Este interés lo va llevando a interiorizarse en la etología y en otras disciplinas diferentes de la estrictamente psicoanalítica.

Culminando esta labor en una teoría que integra magníficamente el psicoanálisis con las ciencias biológicas de la época.

Son varios los psicoanalistas que hoy, preocupados, por una parte, por la discordancia que existe entre la metapsicología freudiana y los actuales conocimientos de la biología, la medicina y la psicología, y por otra, enfrentados a una patología mental que es ya difícil encuadrar en la nosografía de Freud, han recurrido a un esquema referencial similar o igual al que nos propone el autor.

Algunos de ellos, incluso, han recurrido, lo mismo que Bowlby, a la observación directa, fuera del campo transferencial, de la conducta humana. Tal es el caso de los que han hecho y hacen actualmente observación de bebés, pero estos últimos, al decir de Bowlby, han intentado poner «nuevo vino empírico en viejas botellas teóricas».

La originalidad de Bowlby ha sido haber diferenciado y estudiado, siguiendo un riguroso método científico, una de las conductas básicas del ser humano, la de apego. Al hacerlo, encuentra insuficientes las hipótesis psicoanalíticas clásicas para explicar el fenómeno. Sin quedarse atado a academicismos esterilizantes, formula otras hipótesis, busca otros modelos.

Su enfoque es biológico, coloca al psicoanálisis en el marco de las ciencias naturales.

Vieja es ya la discusión entre los psicoanalistas sobre dónde ubicar esta, nueva disciplina. Pero lo cierto es que aunque el ser humano pueda ser visto tanto desde un enfoque biológico como desde las ciencias del espíritu, es innegable que ambos enfoques no sólo no pueden ignorarse entre sí, sino que además deben tener puntos de coincidencia.

Freud desarrolla su hipótesis del aparato psíquico sobre la base de los conocimientos biológicos de su época, pero al continuar su investigación se ve obligado a desprenderse de la biología, ésta ya no le sirve para explicar los fenómenos psicológicos que la clínica le muestra. Formula así un cuerpo doctrinario aparentemente independiente del fenómeno biológico, no porque creyera en el divorcio de la psicología y la biología, sino simplemente porque se adelantó a su época. Se encuentran en sus escritos repetidas afirmaciones sobre su esperanza de que el desarrollo científico futuro complemente y confirme sus hipótesis.

Esperanza de Freud que la historia ha confirmado. El hombre siguió buscando, y en los ochenta años que han corrido desde que se formularon sus primeras hipótesis, tanto la biología como la medicina han experimentado una verdadera revolución.

Hablar hoy, por ejemplo, de memoria, percepción, sensación, herencia e instinto, es hablar en un lenguaje totalmente diferente al de 1900.

Notablemente las investigaciones modernas confirman muchas de las hipótesis adelantadas por Freud, pero no todas. Habrá que cambiar aquellas que ya no sirvan.

Así lo hizo Freud y así lo hace Bowlby. Sin rupturas violentas, sin desvalorización de otros puntos de vista, con extrema prudencia y con la propuesta constante de verificar una y otra vez los supuestos teóricos. La obra de Bowlby es, en este sentido, una apertura permanente a nuevos caminos.

El otro aspecto importante de la teoría del apego es su incidencia en la medicina preventiva.

Mary Ainsworth, quizá una de las jóvenes colegas más relevantes de Bowlby, define claramente el apego «como aquel lazo afectivo que una persona o animal forma entre él y una figura específica (figura de apego). Un lazo que tiende a mantenerlos juntos en el espacio y perdura en el tiempo» y define asimismo la conducta de apego «como aquella conducta que promueve la proximidad y el contacto».

Bowlby nos dice que el período más sensible del ciclo vital para el desarrollo del apego y la estructuración de la conducta es el de los primeros cin¬co años; en menor grado lo son también los diez años subsiguientes. Agrega que esa conducta afectiva regirá la vida del hombre «desde la cuna hasta la tumba». Y por último, que «las expectativas referentes a la accesibilidad y capacidad de respuesta de las figuras de apego, expectativas forjadas por distintos individuos durante sus años inmaduros, constituyen un reflejo fiel de sus experiencias reales».

La conclusión obvia que extraemos de estas afirmaciones, es que la figura de apego debe ser accesible al niño, por lo menos en los primeros cinco años de vida.

Todos sabemos que en nuestra sociedad occidental, sobre todo en las grandes ciudades, el cambio operado en este siglo en la estructura de la familia y sobre todo en el papel de la mujer, ha hecho prácticamente imposible este acceso. También sabemos, especialmente los psicoanalistas, que la patología de la época es la del desapego. No es otra cosa lo que la literatura, la sociología y hasta el observador común nos muestran cuando nos hablan de la soledad del hombre moderno, de «la muchedumbre solitaria», de la agresión de las jóvenes generaciones, etcétera.

La teoría del apego es un llamado de atención. Este llamado de atención ha promovido la crítica de ciertos sectores que han tildado a Bowlby de conservador. Nada más lejos de la verdad. Esas críticas revelan una mala lectura de la teoría del apego.

Bowlby cumple su papel de científico y nos advierte sobre cuales son las necesidades básicas que nuestra sociedad debe satisfacer para el mejor desarrollo de sus individuos. No le son ajenas las dificultades que enfrenta la mujer actual para cumplir, por una parte, con su papel de madre, y por otra con sus obligaciones para consigo misma y para con la sociedad. Así en su conferencia titulada «Psicoanálisis y cuidado infantil», pronunciada en la Asociación Psicoanalítica Británica en 1956, nos dice, refiriéndose al tema: «Esperemos que a medida que el tiempo pase, nuestra sociedad, en su mayor parte organizada para hombres y padres, se ajuste a las necesidades de mujeres y madres, y que se desarrollen costumbres sociales que guíen a los individuos hacia una conducta más sabia».

Será así tarea de políticos y sociólogos cumplir con estos objetivos. Confiemos con Bowlby en que si los seres humanos hemos sido tan imaginativos e inteligentes como para vencer nuestro campo gravitacional, lo seamos también para organizarnos socialmente en forma lo suficientemente higiénica como para preservar nuestra salud mental.

La integración del psicoanálisis con las líneas más modernas del pensamiento científico actual, la cautela en la formulación de hipótesis, el análisis exhaustivo de la bibliografía sobre el tema y la independencia de pensamiento, son algunos de los muchos méritos de esta obra rica y compleja.

Sus propuestas son un desafío permanente al pensamiento psicoanalítico. Han despertado gran aceptación en algunos sectores y fuerte controversia en otros, claro índice éste de su valor científico.

El profesor Bowlby no intenta dar una respuesta total a los múltiples interrogantes que la patología mental nos plantea constantemente sino que nos ofrece un punto de partida diferente que nos permitirá mirar viejos fenómenos con una nueva óptica. Abre así esta obra un nuevo camino hacia el difícil conocimiento de la conducta humana.

INDICE
PROLOGO, de María Luisa Pastorino
PREFACIO
PARTE I, OBSERVACIONES, CONCEPTOS Y CONTROVERSIAS
1- El trauma de la pérdida
Preludio
La aflicción en la primera infancia y en la niñez temprana
¿Pueden los niños pequeños vivir un duelo? Una controversia
Desapego
2- El lugar de la pérdida y del duelo en la psicopatología
Una tradición clínica
Ideas sobre la naturaleza de los procesos de duelo sanos y patológicos
Algunas ideas para explicar las diferencias individuales en la respuesta a la pérdida
3- Marco conceptual
Teoría del apego: un esbozo
Factores de estrés y estados de estrés y malestar
4- Un enfoque de la defensa basado en el procesamiento de la información
Un nuevo enfoque
Exclusión de la información de todo procesa¬miento ulterior
Percepción subliminal y defensa perceptual
Etapas en las que pueden actuar los procesos de exclusión defensiva
¿Sí-mismo o sí-mismos?
Algunas consecuencias de la exclusión defensiva
Condiciones que promueven la exclusión defensiva
La exclusión defensiva, ¿es adaptativa o inadaptativa?
5- Plan de trabajo
PARTE II, EL DUELO EN LOS ADULTOS
6- La pérdida del cónyuge
Fuentes
Cuatro fases del duelo
Diferencias entre viudas y viudos
Nota: Detalles sobre las fuentes
7- La pérdida de un hijo
Introducción
Los padres de niños con una enfermedad fatal
Los padres cuyos hijos mueren en el parto o poco después
Nota: Vínculos afectivos de distintos tipos
8- El duelo en otras culturas
Creencias y costumbres comunes a muchas culturas
Duelo por un hijo en Tikopia
Duelo por un marido en Japón
9- Variedades patológicas
Dos variedades principales
Duelo crónico
Ausencia prolongada de aflicción consciente
Ubicaciones inapropiadas de la presencia del muerto
Euforia
10- Factores que afectan el curso del duelo
Cinco categorías de variables
Identidad y rol de la persona perdida
Edad y sexo de la persona que sufrió la pérdida
Causas y circunstancias de la pérdida
Circunstancias psicológicas y sociales que afectan a la persona que sufrió la pérdida
Comprobaciones surgidas de una intervención terapéutica
11- Personalidades propensas al duelo patológico
Limitaciones de las pruebas
Predisposición a establecer relaciones cargadas de ansiedad y ambivalencia
Predisposición a prodigar cuidados de manera compulsiva
Predisposición a afirmar independencia respecto de los lazos afectivos
Conclusiones tentativas
12- Experiencias infantiles de las personas propensas al duelo patológico
Teorías tradicionales
Nuestra posición
Experiencias que predisponen a un vínculo afectivo ansioso y ambivalente
Experiencias que predisponen a prodigar cuidados compulsivamente
Experiencias que predisponen a afirmar independencia respecto de los lazos afectivos
13- Procesos cognitivos que contribuyen a las variaciones de la respuesta a la pérdida
Un marco para conceptualizar los procesos cognitivos
Predisposiciones cognitivas que afectan las respuestas a la pérdida
Predisposiciones que contribuyen al duelo crónico
Predisposiciones que contribuyen a una prolongada ausencia de aflicción
Percepción viciada de las personas que podrían brindar consuelo
Predisposiciones que contribuyen a un duelo sano
Interacción de las predisposiciones cognitivas con otras condiciones que afectan las respuestas a la pérdida
14- Tristeza, depresión y trastornos depresivos
Tristeza y depresión
Trastornos depresivos y experiencias de la niñez
Los trastornos depresivos y su relación con una pérdida: el estudio de George Brown
El papel de los procesos neurofisiológicos
PARTE III, EL DUELO EN LOS NIÑOS
15- La muerte de un padre durante la niñez y la adolescencia
Fuentes y plan de trabajo
Lo que se le dice al niño y cuándo se lo dice
Ideas de los niños sobre la muerte
16- Respuestas de los niños cuando las condiciones son favorables
Duelo en dos niñas de cuatro años
Algunas conclusiones tentativas
Diferencias entre el duelo en los niños y el duelo en los adultos
Conducta del padre sobreviviente con los hijos
17- Pérdida en la niñez y trastornos psiquiátricos
Riesgo incrementado de trastornos psiquiátricos
Algunos trastornos a los que contribuye la pérdida sufrida en la niñez
18- Condiciones que determinan diferencias en el resultado
Fuentes de información
Pruebas aportadas por encuestas
Pruebas aportadas por estudios terapéuticos
19- Respuestas de los niños cuando las condiciones son desfavorables
Cuatro casos de duelo malogrado en niños
Peter, de once años cuando murió el padre
Henry, de ocho años cuando murió la madre
Visha, de diez años cuando murió el padre
Geraldine, de ocho años cuando murió la madre
20- La desactivación y el concepto de sistemas segregados
21- Variedades patológicas y algunas condiciones que contribuyen a producirlas
Ansiedad persistente
Esperanzas de reunión y deseos de morir
Persistencia en culpar o culparse
Hiperactividad: conducta agresiva y destructiva
Compulsión a prodigar cuidados y a confiar en sí mismo
Euforia y despersonalización
Síntomas identificatorios: los accidentes
22- Efectos del suicidio de un padre
Proporción de muertes de padres debidas a suicidio
Resultados de encuestas
Resultados de estudios terapéuticos
23- Respuestas a la pérdida durante el tercer y el cuarto año
Cuestiones que resta considerar
Las respuestas cuando las condiciones son favorables
Las respuestas cuando las condiciones son desfavorables
24- Respuestas a la pérdida durante el segundo año
Un período de transición
Las respuestas cuando las condiciones son favorables
Las respuestas cuando las condiciones son desfavorables
25- Las respuestas de los niños pequeños a la luz del desarrollo cognitivo temprano
El concepto de permanencia de la persona
El papel de la permanencia de la persona en la determinación de las respuestas a la separación y a la pérdida
Epílogo.
Bibliografía