Ed. Sudamericana, año 1972. Tamaño 17.5 x 10.5 cm. Traducción de Silvina Bullrich. Usado muy bueno, 420 págs. Precio y stock a confirmar.
La Invitada (1943) es la primera obra novelada de gran aliento realizada por Simone de Beauvoir. En estas páginas, ella ficciona sus amoríos triangulados y por demás extraños con Sartre y Olga Kosakiewics. Primera de otras experiencias similares, ésta marcó el estilo de una peculiar tendencia a entremezclarse con figuras cercanas a uno o la otra.
Estudiante de Simone, Nathalie Sorokine se consideró entre las de mayor influencia al lado del filósofo, mientras que Jacques-Laurent Bost completaba con Simone un cuarteto que, lejos de consolidarse como experiencia recomendable, ofrecía fisuras de fragilidad sospechosa e inevitablemente relacionadas con sus quehaceres. Tolerantes en apariencia, nunca se supo hasta dónde quedaban afectados por estos amantes en tránsito que, en cierta forma, se exponían a modelos de supeditación, no obstante avaladas por su voluntad libertaria.La celebridad de la Beauvoir no procede solamente del contenido polémico de su obra.
Al vincular pensamiento y acción transformó su intimidad en suceso público: La singular relación con Sartre durante 50 años significaba un ensayo de libertad, de igualdad sexual, de fraternidad y de autonomía moral que contrastaba con el tedioso convencionalismo de las parejas burguesas. Tal ejemplo daba al traste con devastadores prejuicios amatorios y sexuales de los que, tradicionalmente, se ha alimentado la relación subordinada.
Mujer apasionada, singular y abrumadora. Su prosa refleja la velocidad atropellada de respuestas orales. La síntesis no fue, por cierto, una de sus virtudes. Su estilo representa uno de los actos de mayor fidelidad a sí misma: Ondulante entre el acierto y la abundancia verbal. Sentencias oportunas y largas exploraciones, hasta toparse con el hecho decisivo del cual pudiera reiniciar el ciclo de inquirirse a sí misma, ahondar en la angustia y criticar, a fondo y sin reservas, la conducta burguesa.
Nació en París, el 9 de enero de 1908, en una familia católica y sensible al valor de la cultura. Seguramente en su infancia escuchó noticias de las sufragistas inglesas y, común a su generación, creció marcada por las guerras. Especuló sin pudor, batalló con las palabras, alardeó, se lamentó por la atroz realidad femenina y jamás sucumbió frente a la tentación de la indolencia o del miedo a envejecer, que tan agudamente desentrañó en La Vejez (1970), obra maestra que desenmascara la cruel marginación del anciano que gasta sus años sorteando amenazas de soledad y miseria.
«La desdicha de los ancianos es un signo de fracaso de la civilización contemporánea». Y no se equivocó. Por eso prefirió ocultarse desde la desaparición del compañero hasta su propia muerte, el 14 de abril de 1986, a los 78 años de edad.