Ed. Mondadori, año 2000. Tamaño 26 x 18 cm. Primera edición. Estado: Excelente. Cantidad de páginas: 275
La historia de Asemal y sus lectores reproduce los veinte números de la revista de poesía de Darío Canton. Una estrella no tan fugaz en la larga noche de la dictadura.
“Un buen día del atribulado año 1975, el poeta argentino Darío Canton (1928) decidió dejar de confiar la circulación de sus poemas a la débil voluntad de editores indecisos, libreros derrotistas y críticos distraídos. No editó un libro por su cuenta, lo había hecho antes y sabía que ello lo condenaba al purgatorio de estantes polvorientos y escuetas líneas bibliográficas. No salió a infligirles sus poemas a los desprevenidos viandantes. Sencillamente, confeccionó una homeopática revista -donde desplegaba, a través de pocas pero intensas páginas, los poemas de un libro que no lograba editar- y comenzó a enviarla por correo a algunos centenares de personas.
El objeto, diseñado e impreso por el recordado artesano gráfico Juan Andralis, era austeramente bello e inesperadamente gratuito y se llamó ASEMAL, inversión del título de uno de los libros de poesía de Canton: La mesa (Siglo XXI, 1972). En la portada aparecían el nombre de la revista, calificada allí mismo como «Tentempié de poesía», el dibujo de una lechucita insomne, la divisa: «Lea despacio, mastique bien las palabras» y un poema breve bajo la consigna: «Vida cotidiana», remedando la primera plana de un diario. En cuatro años, Canton publicó y envió veinte números de ASEMAL. Pedía a los destinatarios que le escribiesen sus comentarios, críticas y sugerencias, y tuvo el privilegio de una devolución múltiple y variada. Muchos de sus lectores eran notables intelectuales argentinos y extranjeros, a quienes Canton incluyó en su lista con una mezcla de humildad y desparpajo afín al espíritu de su poesía: Raúl Gustavo Aguirre, José Emilio Pacheco, Noé Jitrik, José Nun, David Foster, Griselda Gambaro, Raimundo Lida, Fernando Quiñones, Gregorio Weinberg son sólo algunos de ellos.
La discreta e incomparable gesta de ASEMAL se recorta sobre un fondo de terror, de violencia y de silencio: los años 1975 a 1979. Sus regocijados destinatarios eran jóvenes y adultos, escritores en plenitud y amateurs de la cultura, exiliados dentro y fuera de un país quebrado por el dolor y la muerte, extranjeros solidarios con una inteligencia que se empeñaba en brillar en medio de esa oscuridad. Los estimulaba la fina cortesía de Canton, atento a los comentarios sobre sus textos y a los escritos y las ideas de los otros. Pero sobre todo la bella y despojada poesía de este factotum, una poesía sensible a los temblores del instante y a las vacilaciones del lenguaje, cargada de un lirismo seco y conmovedor, que tanto dialoga con obras como las de William Carlos Williams y Nicanor Parra, como con el conceptismo de los siglos de oro y la fibra sentimental e irónica de la tradición tanguera.
En esta edición de La historia de ASEMAL y sus lectores, Canton consigna los episodios más significativos de su experiencia, ofrece una antología de la correspondencia con sus seguidores y los veinte números de la revista. El equivalente a varios libros de buena poesía que el lector no debería perder de vista”.
Guillermo Saavedra