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Ed. Rialp, año 1991. Tapa dura con sobrecubierta. Tamaño 22,5 x 13,5 cm. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 440
«La casa de los santos» es un libro. Un libro que alberga a los santos que viven —tal como viven— en el alma de Carlos Pujol. Son hojas de calendario. De un calendario que se deshoja día a día, pero que retorna año tras año. Brevedad fugaz. Persistencia reiterada. Algo trascendente permanece en el curso cambiante del tiempo. Quizá no sea mucho más que eso lo que nos dice el anual calendario de los santos. Una extraña constancia en la variedad. Es la constancia de Dios en la vida de los hombres: una tangencia de eternidad. Y una llamada.
«La casa de los santos» no es un libro de lectura espiritual. Es solo un libro de lectura. Aunque esa lectura será espiritual, en el sentido acostumbrado de este adjetivo un tanto ajado, para quien quiera y pueda hacer que eso sea. Vale aquí, más que en otros casos, lo del viejo aforismo latino: el recipiente determina lo recibido. La responsabilidad, querido lector, es tuya.
Ahora, movido por un rapto extraño y desde luego imprevisto, Csrios Pujol se adentra por los complejísimos senderos de la santidad, sin más equipaje ni armamento que sus letras y la densidad de su alma, que no es poco, pero que no da garantía alguna al guardia fronterizo o al aduanero. A ver qué pasa. Aunque, como decía Heidegger, con el ser no pasa nunca nada. Casi nada.
Un día, Carlos Pujol me dijo que quería escribir un santoral, de ésos que ahora no se escriben; pero no para edificar, ni para hacer historia: aunque él se documenta siempre muy bien en lo histórico, para su literatura, donde los hechos y las fantasías juguetean, sin que sea nada fácil discernir una cosa de otra; más aún, él me decía: lo que te parezca inverosímil es rigurosamente histórico; lo otro precisamente porque parece verdad, es lo que he podido inventarme. Eso para los que confunden historia con historiografía «documentada», los fanáticos del ta mathémata —lo ya sabido de antemano— y tienen horror al misterio.
Y un par de años después me daba a leer su «Casa de los santos». Un folio, un destello —de poesía, de humor y otras cosas— para cada santo. Al empezar a leer el texto mecanografiado sonreí. Recordé esos elencos de personajes —levemente biográficos— de sus novelas todas, puestos al final, casi como un resumen, titulados dramatis personae, personas del drama. Sí, su «Casa de los santos» venía a ser so, una relación -al hilo del calendario- de esas personas del drama de la santidad en la historiografía cristiana.
ñoras y señores, pueueri usieues ennui, ocju unu y confortante velada. Lo pasarán bien y, estoy set espíritu habrá de enriquecerse de algún modo. ( tiempos que corren, ya comprenderán que eso no t Mi misión de portero, para esa fiesta, acaba aquí, trión les espera. Muy buenas tardes a todos.
INDICE
Presentación, por Carlos Cardona
Textos de los santos, en orden cronológico
Indice alfabético de santos
Indice general de santos