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Ed. Paidós, año 2009. Tamaño 23 x 13 cm. Traducción de Joaquim Sala-Sanahuja. Incluye 24 fotografías en blanco y negro. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 188

La imagen fotográfica es la reproducción analógica de la realidad y no contiene ninguna partícula discontinua, aislable, que pueda ser considerada como “signo”. Sin embargo, existen en ella elementos retóricos (la composición, el estilo…), susceptibles de funcionar independientemente como mensaje secundario. Es la connotación, asimilable en este caso a un lenguaje.

Es decir: es el estilo lo que hace que la foto sea lenguaje. A partir de esta premisa, elemental en el universo de la semiología, se teje una especie de interrogación de la imagen fotográfica. Por medio de la connotación, Barthes intentará delimitar ahora qué es lo que en la fotografía produce un efecto específico sobre el observador, qué es lo particular, lo propio, cuál es la esencia de la fotografía, cuál el enigma que la hace fascinante.

La búsqueda de la esencia de la fotografía a través de elementos concretos y generalmente puntuales que forman parte de la imagen fotográfica, pero que pueden pasar inadvertidos al examinar su mensaje inmediato, enlaza con los objetivos últimos de la gran filosofía. Además, dado que lo que se oculta tras la fotografía, lo que se ampara indefectiblemente en la imagen fotográfica, es la Muerte, la búsqueda de Barthes adquiere un carácter romántico indudable.

A la pluralidad de su discurso -pues en el de ahora aparecen indistintamente referencias al psicoanálisis, a la semiología en sus aspectos más amplios, al análisis sociológico, a todo lo que desde cualquier ángulo pueda contribuir a interpretar la civilización de nuestro tiempo- se añade la presencia del yo, del sujeto, del alma sensible sometida a la prueba de la fotografía.

Al tiempo interrumpido, a la plasmación de lo que fue, se refiere, pues, el libro presente. Mientras que a su alrededor, como en un zumbar de insectos, se acumulan los corolarios de un teorema extraño que asociaría la muerte a la creación de imágenes. La fotografía recoge una interrupción del tiempo a la vez que construye sobre el papel preparado un doble de la realidad. De ello se infiere que la muerte, o lo que es lo mismo: la evidencia del esto-ha-sido, va ligada esencialmente a la aparición (o elaboración) del doble en la imagen fotográfica.

Esto es corroborado por la etnología, la cual se hace eco (término no inocente) del pánico de muchos pueblos primitivos hacia la fotografía. En la fotografía del referente desaparecido se conserva eternamente lo que fue su presencia, su presencia fugaz -esa fugacidad, con su evidencia, es lo que la fotografía contiene de patético-, hecha de intensidades.

Dicho de otro modo: es imposible separar el referente de lo que es en sí la foto. Y de aquí, al cabo, la deducción de Barthes: la esencia de la fotografía es precisamente esta obstinación del referente en estar siempre ahí. La fotografía es más que una prueba: no muestra tan sólo algo que ha sido, sino que también y ante todo demuestra que ha sido. En ella permanece de algún modo la intensidad del referente, de lo que fue y ya ha muerto.

Vemos en ella detalles concretos, aparentemente secundarios, que ofrecen algo más que un complemento de información (en tanto que elementos de connotación): conmueven, abren la dimensión del recuerdo, provocan esa mezcla de placer y dolor, la nostalgia. La fotografía es la momificación del referente. El referente se encuentra ahí, pero en un tiempo que no le es propio.

Con detalles dispersos -un gesto hoy en día poco usual, un ornamento…- que lo hacen impropio. El Tiempo -o incluso la superposición de tiempos distintos y quizá contrapuestos- puede ser uno de tales «detalles» invisibles a primera vista. Pues el referente rasga con la contundencia de lo espectral la continuidad del tiempo. La foto es para el referente lo que el hielo para el alpinista que el glaciar del Montblanc abandona en su falda siglo y medio después del accidente mortal: un trámite tanatológico que nos presenta de pronto, abruptamente, lo que fue tal como fue.

Como si el fotógrafo fuese en el límite un taxidermista de ese haber existido, con la sola diferencia de que el fotógrafo no falsea el interior de los cuerpos, no interviene en ellos, en su interior, sino que nos los presenta tal como fueron en un instante concreto, enmarcados únicamente por los bordes de la placa fotográfica. Por último, es necesario hacer mención de algo que en La cámara lúcida es inseparable de la muerte: el amor y la nostalgia.

De cada página emana la nostalgia del amor materno. La escritura, curiosamente, encuentra uno de sus polos en la foto de la madre de Roland Barthes, la llamada foto del Invernadero, descrita pero jamás mostrada. En su juego ambivalente, el libro, presentado como una nota sobre la Fotografía, es también explícitamente un homenaje del autor hacia su madre, fallecida poco antes.

Contiene, en efecto, más que una teoría de la fotografía, un modo, un cariz especial en el modo de enfrentarse a la imagen fotográfica; pues de lo que se trata al mismo tiempo es de extraer de la memoria, a través de la fotografía -en este caso la foto del Invernadero-, la presencia, el retorno del ser en un tiempo pasado, a fin de someterse -pero es una sumisión enfermiza, de corte proustiano- al placer de la nostalgia.

INDICE
I
1- Especialidad de la Foto.
2- La Foto inclasificable.
3- La emoción como principio.
4- Operator, Spectrum y Spectator.
5- Aquel que es fotografiado.
6- El Spectator: desorden de los gustos.
7- La Fotografía como aventura.
8- Una fenomenología desenvuelta.
9- Dualidad.
10- Studium y Punctum.
11- El Studium.
12- Informar.
13- Pintar.
14- Sorprender.
15- Significar.
16- Dar ganas.
17- La Fotografía un aria.
18- Copresencia del Studium y del Punctum.
19- El Punctum: rasgo parcial.
20- Rasgo involuntario.
21- Satori.
22- Efecto retardado y silencio.
23- Campo ciego.
24- Palinodia.
II
25- «Una tarde…».
26- La Historia como separación.
27- Reconocer.
28- La Fotografía del Invernadero.
29- La niña.
30- Ariadna.
31- La Familia, la Madre.
32- «Esto ha sido».
33- La pose.
34- Los rayos luminosos, el color.
35- La Sorpresa.
36- La autentificación.
37- La estasis.
38- La muerte llana.
39- El Tiempo como punctum.
40- Privado / Público.
41- Escrutar.
42- El parecido.
43- El linaje.
44- La cámara lúcida.
45- El «aire».
46- La Mirada.
47- Locura, Piedad.
48- La Fotografía domesticada.
III- Referencias
1- Libros.
2- Albumes y revistas.
3- Fotógrafos citados.