Ed. RyR, año 2008. Tamaño 20 x 14 cm. Traducción de Vicente Romano García. Nuevo, 400 págs. Precio y stock a confirmar.

Christopher Caudwell, seudónimo de Christopher St John Sprigg, nació en Londres en el seno de una familia católica durante 1907, y murió antes de cumplir los treinta años, hacia 1937, en España. Se había unido al Partido Comunista en 1935 y a las Brigadas Internacionales en 1936. Publicó poemas, novelas y narrativa breve, tanto con su nombre real como con su seudónimo. Abandonó la escuela cuando tenía 15 años y comenzó a trabajar en el periodismo y en la editorial de temas aeronáuticos fundada por su hermano, en la que escribe, entre otras cosas, un texto sobre dirigibles, amén de historias de fantasmas y novelas policiales. Leía con avidez sobre diversos temas: filosofía, sociología, antropología, historía, política, matemática, lingüística, economía, física, biología, neurología, literatura, crítica literaria, psicología. A fines de 1931 se interesó por el marxismo y produjo su primera obra marxista, Ilusión y realidad, un estudio sobre la poesía, y su primera novela «seria», This My Hand.

Militante de base, destacado por su empeño y coherencia, escribe a sus amigos acerca de su pasado pre-comunista, al que caracteriza por la insuficiencia y la angustia emocional. La militancia, en cambio, le cambia la vida y el marxismo le permite integrar sus necesidades emocionales, artísticas e intelectuales. En menos de dos años produjo toda su obra «marxista».

Estallada la Guerra Civil Española, es enviado por sus camaradas a España, vía Francia, a llevar una ambulancia comprada con dinero reunido por su sección. Una vez en el lugar, se unió a las Brigadas Internacionales; muy pronto se convirtió en instructor de tiro con ametralladora y editor del diario Battalion Wall. Entró en combate en la batalla del Jarama, donde muere, el 12 de febrero de 1937, defendiendo la retirada de sus compañeros con su ametralladora. Su cuerpo nunca fue encontrado. Esta obra La agonía de la cultura burguesa fue publicada póstumamente, en el mismo año de su muerte.

La contradicción entre las promesas de la revolución burguesa y las realidades del capitalismo, sus ilusiones de libertad, igualdad y fraternidad, chocan permanentemente con la vida cotidiana de la población dividida en clases. Es esta división la que va a atravesar el conjunto de la vida burguesa y sus valores. A esas ilusiones irrealizables, la angustia burguesa sólo puede oponer religión y metafísica, soldaduras místicas de un abismo abierto en el seno mismo de la vida social. Es esa separación, que se va a repetir por todos lados (objeto-sujeto; mente-materia; cultura-naturaleza), la que termina convirtiendo al conocimiento en algo absolutamente imposible. El relativismo en filosofía, la incertidumbre en la física, con el nombre genérico hoy de posmodernismo, van ganando la batalla de las ideas conduciéndolas hacia su autodestrucción.

Estas conclusiones epistemológicas se proyectan a la vida social en general. Donde reina la desigualdad económica no puedr existir la igualdad social; donde triunfa el individualismo y la atomización no puede florecer la libertad positiva, la cooperación, la colaboración, la solidaridad, el altruismo. Según Caudwell, la libertad es la gran mentira en el corazón de la cultura burguesa. Los teóricos burgueses enseñan que el ser humano es libre por nacimiento, pero la sociedad lo encadena. Sin embargo, la realidad es lo contrario: la libertad es producto de las relaciones sociales, no del instinto. La ilusión burguesa de libertad no reconoce las determinaciones de la realidad, razón por la cual la burguesía cree que, como clase, ella puede determinar sin sufrir determinaciones. Que puede esclavizar a la clase obrera sin ninguna consecuencia para ella misma.

Esta «ajenidad», esta alienación del mundo, se encarna en la vida práctica. La ciencia burguesa plantea, como preocupación, que el científico debe ser un observador independiente, objetivo, que puede controlar sin ser controlado. Una mente autodeterminada que concibe la relación con el objeto del conocimiento como unidireccional. No se considera que la relación es bidireccional y dialéctica, pues también el objeto (el medio) transformado (conocido) transforma al sujeto (que conoce). La filosofía burguesa, y su epistemología por lo tanto, consideran un tipo de conocimiento que se vuelve completamente ciego al carácter social de las determinaciones que afectan a los individuos.

El arte no escapa a esta escisión alienante. Si el capitalista encuentra su libertad en el mercado, en la apología de las tendencias más destructivas del capital, el artista, creyendo que el arte es la única forma de liberación posible, que con ella «escapa» a la opresión vulgar de la economía, adopta la pose del maldito, que no puede expresar ninguna expectativa vital sino más bien la descomposición de las relaciones sociales. Así, su ilusión de libertad individual no libera sino que destruye el arte, lo somete a la imposibilidad de la libertad positiva. El artista burgués (aunque sea crítico y mientras no sea revolucionario) será un síntoma y una víctima más de la sociedad que le ha vendido como a ningún otro miembro de la sociedad, la panacea de la libertad burguesa.

Indice:

Nota Preliminar: Fugaz y brillante
I- G. Bernard Shaw: un estudio del superhombre burgués
II- T. E. Lawrence: un estudio sobre el heroísmo
III- D. H. Lawrence: ensayo sobre el artista burgués
IV- H. G. Wells: ensayo sobre el utopismo
V- Pacifismo y violencia: un estudio de la moral burguesa
VI- El amor: un estudio sobre los valores variables
VII- Freud: un estudio de la psicología burguesa
VIII- Libertad: un estudio de la ilusión burguesa
IX- La belleza: un estudio sobre la estética burguesa
X- El soplo del descontento: ensayo sobre la religión burguesa
XI- El hombre y la naturaleza: ensayo sobre la historia burguesa
XII- Conciencia: ensayo sobre la psicología burguesa
XIII- Realidad: ensayo sobre la filosofía burguesa
XIV- El falseamiento de la filosofía