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Ed. Instituto para Relaciones Exteriores Culturales Stuttgart, año 1985. Tamaño 20 x 20 cm. Incluye 73 reproducciones en blanco y negro sobre papel ilustración. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 190

«Yo quiero obrar en este tiempo», por Uwe M. Schneede
1985

«Ya en aquel entonces, por cierto, mi trabajo se orientaba hacia el socialismo por la manera de pensar de mi padre y de mi hermano y por toda literatura de aquel tiempo. Pero la verdadera razón por la cual, de ahi en adelante, elegía para mis representaciones casi exclusivamente motivos de la vida obrera, fue que éstos me daban simple e incondicionalmente aquello que yo consideraba bello. Bello era para mí el peón de Königsberg… Bellos, los movimientos generosos dei pueblo. La gente burguesa no tenía atractivo alguno para mí. Toda la vida burguesa me parecía insípida. El proletariado, en cambio, tenía una gran pujanza».

Nacida en 1867 en Königsberg y criada bajo el Imperio Alemán, Käthe Kollwitz se siente confirmada en su actitud de oposición y en su valoración positiva de la gente sencilla, a través de la literatura del naturalismo, a través de Gerhart Hauptmann, Henrik Ibsen, Emile Zolá, León Tolstoi, Maxim Gorki.

Si bien la sociedad no le brinda el privilegio de desarrollarse como artista, sus padres, ilustrados y progresistas, la apoyan en su deseo. En aquel entonces, no se admiten mujeres en las academias de arte. Por lo tanto, Käthe Kollwitz comienza sus estudios en la Escuela para Artistas Femeninas en Berlín (1884/85), prosiguiéndolos en Munich (1888/89) y en Königsberg (1890). En 1891, a los 24 años, se casa con Karl Kollwitz, médico de caja de previsión, que abre un consultorio en el norte proletario de Berlín.

Este medio ambiente y su propio temperamento hacen que sus conocimientos acerca de los sufrimientos de los sub-privilegiados no sean meramente teóricos, sino adquiridos en la práctica: «Cuando, especialmente por mi marido, conocí lo profundamente doloroso y trágico de la vida proletaria, cuando conocí a mujeres que venían pidiéndole ayuda, y de paso también a mí, el destino del proletariado con todas sus manifestaciones colaterales, me fue conmoviendo con toda intensidad. Me atormentaban e inquietaban problemas no solucionados como la prostitución y la desocupación, que contribuían a que perseverara en la representación del pueblo humilde; el hecho de representarlo continuamente de nuevo, significaba una válvula de escape y hacía que la vida fuera soportable».

En 1893, Käthe Kollwitz asiste al estreno de la obra de Gerhart Hauptmann «Los Tejedores»; ésta la inspira para su primer ciclo gráfico, «La Rebelión de los Tejedores», que le trae inmediatemente su primer éxito público. De ahí en adelante, diversas obras suyas figuran con regularidad en las grandes exposiciones de arte contemporáneo de Berlín. De 1902 a 1908 trabaja en la serie «La Guerra de los Campesinos»; entre 1907-1909 nacen numerosos dibujos para ia revista satirice «Simplicissimus»: «La necesidad de expresar las cosas de una forma popular y, no obstante, la posibilidad…de conservar un carácter artístico, pero más que nada, el hecho de poder mostrar con frecuencia ante un gran público lo que me atrae siempre de nuevo y lo que aun no ha sido expresado lo suficiente: la gran cantidad de tragedias silenciosas y ruidosas de la vida en la gran ciudad, -todo esto hace que yo quiera este trabajo intensamente».

Pocos meses después de haberse alistado como voluntario, Peter, el hijo de Käthe Kollwitz cae en Flandes. Käthe Kollwitz no superará su muerte jamás. Proyecta esculpir un monumento para su hijo y todos los caídos en la guerra. El proceso de creación es penoso y doloroso. Recién en 1932, la obra está terminada y poco después el monumento es erigido en Bélgica.

«El año 1918 puso fin a la guerra y la revolución. La presión espantosa de la guerra que se había hecho cada vez menos tolerable, ya no está más y se respira mejor. Nadie cree que enseguida vengan buenos tiempos. Pero el túnel angosto en que estábamos atrapados sin poder movernos, ha quedado atrás, -vemos luz y respiramos aire».

Como muchos jóvenes artistas e intelectuales alemanes, Käthe Kollwitz espera de los acontecimientos revolucionarios de 1918/19 un futuro decididamente mejor, -la revolución rusa se les presenta todavía como un ideal luminoso. De ahí que muchos de los jóvenes artistas de aquel entonces se unen a los comunistas. En 1919, a los 52 años, Käthe Kollwitz escribe: «Sin esta presión permanente por parte de la izquierda, no habríamos acabado con el militarismo. El partido mayoritario (social-demócrata) no nos habría liberado de él». Pero no decide afiliarse a! partido comunista: «Me avergüenzo por no haber tomado partido todavía y cuando digo que no pertenezco a ninguno, casi me temo que en el fondo es por cobardía. Mirándolo bien, no soy nada revolucionaria, sino evolucionaría. Pero como me ponderan como ¡a artista de1 proletariado y de la revolución, imponiéndome este pape cada vez más, vacilo en abandonarlo. Yo fui revolucionaria. En mi niñez y adolescencia soñé con revolución y barricadas. Si ahora fuese joven, seguramente sería comunista. Todavía hay algo que me sigue atrayendo, pero tengo más de 50 años, pasé la guerra, vi morir a Peter y miles de otros muchachos como él, estoy espantada y conmovida por todo el odio que hay en el mundo; anhelo el socialismo que deja que los hombres vivan».

En la década de los años 20, Käthe Kollwitz crea una serie de hojas gráficas y afiches para instituciones políticas y humanitarias. Colabora con la Ayuda Internacional al Obrero en beneficio de los hambrientos en Rusia, con la Alianza Popular para la Protección de los Prisioneros Alemanes de Guerra y Civiles, con la Federación Sindicalista Internacional y con e1 Movimiento Obrero Socialista para la prevención de otra guerra, con el Partido comunista para la legalización del aborto, y junto con otros artistas e intelectuales prominentes de Alemania participa en iniciativas contra eventuales medidas antidemocráticas. Con sus afiches, con su gráfica en largas tiradas, con exposiciones en grandes tiendas, con reproducciones en publicaciones populares, logra sobrepasar los límites del mundo artístico y llegar a la gran masa del público, a la cual ella quería dirigirse.

En 1932, junto con Albert Einstein, Heinrich Mann, Arnold Zweig y otros, Käthe Kollwitz suscribe un manifiesto para la creación de un frente unitario de comunistas y social-demócratas para las elecciones inminentes. En febrero de 1933, repite su «llamamiento urgente» para la «formación de un frente obrero unitario» contra el nacional-socialismo. El resultado es que los nazis obligan a Käthe Kollwitz a separarse de la Academia Prusiana de las Artes, privándola de su puesto como directora de la clase maestra para artes gráficas. En 1936 le llega una prohibición extraoficial de participar en exposiciones. «Realmente me cuesta acostumbrarme a la idea de que ahora tenga que quedar callada, mientras que antes mi participación se consideraba un honor».

En 1942, su nieto Peter cae en el frente ruso. Käthe Kollwitz es evacuada de Berlín. Al año siguiente escribe en una carta: «El fin se está acercando». En 1945, poco antes de la capitulación del ejército alemán, Käthe Kollwitz muere a los 78 años en Moritzburg, cerca de Dresde.

En sus períodos tempranos, Käthe Kollwitz prefiere la técnica del aguafuerte. La utiliza en el sentido del naturalismo alemán, subrayando los momentos narrativos de sus temas: «En aquel entonces, yo no conocía otro arte más que el narrativo». Poco después de principios de siglo comienza a dedicarse casi exclusivamente a la litografía, que ofrece otras posibilidades de expresión. En 1919 anota en su diario: «Acabo de hacer un bosquejo: El antiguo (Sacrificio)…¿No sería esto igualmente posible como litografía con tan solo unas pocos líneas? Después de todo, considero a la litografía como la única técnica aun posible para mí. Una técnica que casi no es ninguna, tan fácil es. Se restringe justamente a lo esencial».

En este tiempo, con la ayuda de la litografía, Käthe Kollwitz elimina lo secundario, limitándose a unas pocas líneas explicativas que por su expresividad gráfica toman generalmente un carácter de acusación.

Käthe Kollwitz pone los medios técnicos y su fantasía artística al servicio de la acusación, de la exhortación, del llamamiento: «Yo sentía que no debía sustraerme a la misión de ser defensora. Debo expresar el sufrimiento descomunal de los hombres que no tiene fin. Esta es mi misión, pero no es fácil. Dicen que el trabajo trae alivio. Pero ¿cómo sentir alivio, si a pesar de mis afiches – todos los días hay hombres que mueren de hambre en Viena?».

Y en otro pasaje de su diario, Käthe Kollwitz agrega: «Sin duda, lo mío no es…arte puro. Pero arte al fin… Estoy de acuerdo con que mi arte tiene un objetivo. Yo quiero obrar en este tiempo en que los hombres están tan desamparados y tan necesitados de ayuda».

Con esta idea acerca de un arte que tiene un propósito y que toma partido por los socialmente postergados, Käthe Kollwitz protesta contra las normas estéticas vigentes en el imperio Alemán. Al mismo tiempo, sus ideas y su práctica gráfica allanan el camino para una generación de jóvenes artistas socio-políticamente comprometida: Otto Dix, Otto Griebel, George Grosz, Karl Hubbuch, Rudolf Schlichter, Heinrich Vogeler, es decir, los realistas de la década de los años 20 que, igual que ella, si bien con otros medios plásticos – critican las imperfecciones del presente con la esperanza de un futuro menos imperfecto.

«A veces mis padres me decían: (Con todo, hay cosas agradables en la vida. ¿Por qué muestras tan sólo el lado oscuro? – A esto, nada podía contestar. Sencillamente no me interesaba. Pero quiero insistir nuevamente en lo siguiente: Ai principio, prácticamente no fueron ni la piedad, ni la compasión las que me movían a representar la vida proletaria; simplemente, ésta me parecía bella. Como dijo Zolá o algún otro (Le beau c’est le laid)».

La contribución decisiva e inconfundible de Käthe Kollwitz para el arte alemán ha sido que ella como artista de origen burgués, logró traducir convincentemente su compromiso social, profundamente sentido, y sus demandas de mejoramiento de las deplorables condiciones sociales, en un lenguaje gráfico popular y enteramente propio, de gran fuerza y penetración: «Jamás trabajé fríamente…, sino, por decirlo así, siempre con mi sangre. Aquellos que lo ven, bien han de percibirlo». Incluso hoy día, aun lo percibimos.

INDICE
«Yo quiero obrar en este tiempo», por Uwe M. Schneede
La Exposición Käthe Kollwitz. Introducción por Friedrich Weigend
Datos de su vida
Selección bibliográfica
Detalle de las obras
Obras