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Ed. Alfaguara, año 2010. Tapa dura. Tamaño 21 x 13 cm. Traducción de Pilar del Río. Estado: Usado excelente. Cantidad de páginas: 424

Ensayo sobre la lucidez, saramago 001Por Ascen

Unas elecciones al ayuntamiento de la ciudad capital, sorprenden por el poco interés que despiertan entre los electores. Pocos, tarde y con resultado inesperado: una gran parte de la población ha votado en blanco.

El gobierno, enfadado, propone repetir estas elecciones, confiando en que ahora se imponga el buen criterio ciudadano y se vote “como Dios manda”.

Contra todo pronóstico el suceso se repite, aunque con alguna variación: Ahora vota muchísima gente, enormes colas de electores en espera de que el colegio electoral abra y… el voto en blanco que supera el 80 %.

Decir que el gobierno se enfada es decir poco. Está irritadísimo, muy “cabreado”, con ganas de encontrar alguien a quien dirigir toda su furia. Creo que realmente lo que les pasa es que están muy asustados: El pueblo parece que sigue sus propias directrices.

Tienen que controlarlo pero no es fácil, nada parece funcionar y no saben como actuar. Poco a poco todos los ministros, el jefe de gobierno y el presidente van perdiendo los papeles y toman todo tipo de decisiones estrafalarias, desde infiltrar espías entre la gente, hasta declarar el estado de sitio, pasando por mensajes institucionales en los medios de comunicación criminalizando a todos aquellos que votaron en blanco.

Sin ningún tipo de resultado la situación se va agravando, se intenta provocar al pueblo para poder justificar la actuación gubernamental, pero el pueblo no responde como ellos quieren.

En el estilo particular de Saramago, encontramos una nueva reflexión que nos conecta, a través de los protagonistas, con su Ensayo sobre la ceguera, pretendiendo ser una continuación de este o quizá una segunda parte, una segunda reflexión.

En el Ensayo sobre la lucidez, al igual que en el de la ceguera, los personajes no tienen nombre, ni las ciudades, ni los países. Un breve comentario nos indica que pudiera ser Portugal y de esta manera podríamos identificar su capital, su presidente y sus ministros, pero el autor se encarga de decirnos que “no es Portugal”. Pensé que esta práctica recurso podría ser para que cualquiera pudiera identificarse con estos personajes y estos lugares, pero ahora pienso que quizá es para evitar problemas de censura o demandas civiles o penales.

Una reflexión sobre el actual sistema democrático imperante en la mayoría de los países occidentales y el pánico que, con una revolución pacífica de desobediencia civil y resistencia pasiva, pueden ocasionar los ciudadanos en sus todopoderosos, preponderantes, supremos y prepotentes gobernantes demócratas, que a veces olvidan que lo son.