Ed. Seix Barral, año 2010. Tamaño 19,5 x 13 cm. Nuevo, 246 págs. Prólogo de Roberto Fontanarrosa. Precio y stock a confirmar.

El agente confidencial argentino Julio Carré pasa sus mo­nótonos días en París. Para entretenerse copia cartas de las cadenas de la suerte, despierta a alemanes por teléfono y urde complots contra los países que disponen de caja chica para pagar sus informes descabellados. Lo sigue otro espía que se parece a Pavarotti o a Schwarzenegger, depende del ojo de quien lo mire.

En un mundo que ha optado por los disfraces, la máscara es una identidad posible, deseada. Cualquiera puede apretar el gatillo mientras sonríe detrás de la careta de Madonna o Bob Marley. Atormentado por las várices, privado de amistades y amores, nostálgico del barrio, Carré se pregunta por qué Dios no le concedió el don de la inteligencia. El Pampero, su enigmático jefe de Buenos Aires, maneja los hilos desde un sótano del Correo Central. Hasta el día en que el propio Presidente decide lanzar la más audaz de las misiones: la Operación «Milagro Argentino». Carré debe escoltar en secreto a un prócer de la Revolución de Mayo restaurado y acondicionado con un chip en una morgue de Viena. Con una cara nueva, la de Richard Gere o la de Harrison Ford, enfrenta las intrigas de propios y ajenos que quieren apoderarse del prócer.

Sabe que no puede confiar en nadie, ni siquiera en sí mismo. A su lado o en un velorio de opereta, el muerto recuerda los días del Cabildo, las batallas por la Independencia, y lanza terribles insultos contra Rivadavia. Al parecer, las cosas han cambiado mucho pero la memoria atesora los rencores. ¿El fin de la Historia es también el fin de la aventura? No para Carré. Tampoco para esa pasión argentina que son los cadáveres exquisitos.