Ed. Alianza Bolsillo, año 2007. Tamaño 18 x 12 cm. Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 278
Dejemos de lado a Wagner, dejemos de lado también a Schopenhauer, los cuales, según dirá más tarde Nietzsche, le «echaron a perder» su obra. Dejemos de lado lo que este libro tiene de manifiesto de una nueva política cultural. Dejemos de lado sus esperanzas en la resurrección del «mito germánico». Incluso podemos dejar de lado todo lo que Nietzsche dice sobre los griegos: lo que dice sobre la tragedia, sobre Homero y Arquíloco, sobre Eurípides y Sócrates, sobre Apolo y Dioniso, sobre el sueño y la embriaguez, sobre el coro trágico y la evolución de la tragedia, sobre la epopeya y la lírica, sobre la música y el texto de los grandes trágicos griegos, todo lo cual, por lo demás, permanece como una conquista imposible de perder. Quedémonos con lo único importante, lo que Nietzsche dice sobre la vida. En este sentido, como se ha afirmado con acierto, es ésta la primera formulación de la filosofía de Nietzsche. Incluso puede aseverarse que Nietzsche no fue nunca más allá de lo que en estas páginas dice. De aquí la importancia de las mismas. Podrá, sí, expresar lo mismo con otra óptica, desde perspectivas distintas. Pero se trata únicamente de reformulaciones de lo mismo.
Lo que Nietzsche expone en este escrito es su intuición y su experiencia de la vida y de la muerte. Todo es uno, nos dice. La vida es como una fuente eterna que constantemente produce individuaciones y que, produciéndolas, se desgarra a sí misma. Por ello es la vida dolor y sufrimiento: el dolor y el sufrimiento de quedar despedazado lo Uno primordial. Pero a la vez la vida tiende a reintegrarse, a salir de su dolor y reconcentrarse en su unidad primera. Y esa reunificación se produce con la muerte, con la aniquilación de las individualidades. Por eso es la muerte el placer supremo, en cuanto que significa el reencuentro con el origen. Morir no es, sin embargo, desaparecer, sino sólo sumergirse en el origen, que incansablemente produce nueva vida. La vida es, pues, el comienzo de la muerte, pero la muerte es la condición de nueva vida. La ley eterna de las cosas se cumple en el devenir constante. No hay culpa, ni en consecuencia redención, sino la inocencia del devenir. Darse cuenta de esto es pensar trágicamente. El pensamiento trágico es la intuición de la unidad de todas las cosas y su afirmación consiguiente: afirmación de la vida y de la muerte, de la unidad y de la separación. Mas no una afirmación heroica o patética, no una afirmación titánica o divina, sino la afirmación del niño de Heráclito, que juega junto al mar.
Y todo esto lo expone Nietzsche no de una manera simplemente conceptual, sino con un lenguaje fascinante e intuitivo, que habla a los «iniciados». En este sentido es todo el libro una confesión susurrada al oído, no, en modo alguno, un libro para el «público». Y, sobre todo, no es un libro para el «público culto», el cual se esfuerza en olvidar el pensamiento trágico mediante el optimismo de la superficialidad.
El nacimiento de la tragedia tuvo en vida de Nietzsche tres ediciones. La primera, en 1872. La segunda, en 1874, en la cual su autor realizó diversas correcciones, atendiendo sobre todo a las sugerencias de su amigo Rohde. La tercera, por fin, en 1886, es idéntica a la segunda, con la única excepción de que el título se modifica un poco (pasa a ser El nacimiento de la tragedia, o Grecia y el pesimismo, en lugar de El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música), y además se añade un amplio «Ensayo de autocrítica». He tomado como base, claro está, la última de las ediciones publicadas por Nietzsche, pero la he comparado con las dos anteriores. En las notas señalo las modificaciones realizadas en el texto de la segunda edición con respecto a la primera. De este modo el lector tiene simultáneamente en sus manos las tres ediciones realizadas por Nietzsche.
A El nacimiento de la tragedia he añadido los tres trabajos preparatorios a que me he referido antes. Es la primera vez que se traducen al castellano estos tres estudios, cuyo texto alemán completo está, por otra parte, publicado en un lugar tan recóndito que prácticamente se halla inédito.
La primera conferencia, «El drama musical griego», pronunciada por Nietzsche en Basilea el 18 de enero de 1870, fue publicada en 1926, como primer regalo anual para los Amigos del Archivo Nietzsche (Verlag Richard Hadl, Leipzig), en edición limitadísima.
La segunda, «Sócrates y la tragedia», pronunciada el 1 de febrero de 1870, fue publicada en 1927, como segundo regalo anual para los Amigos del Archivo Nietzsche, en la misma editorial y en idénticas condiciones que la anterior.
Por fin, el estudio «La visión dionisiaca del mundo» fue publicada en 1928, como tercer regalo anual para los Amigos del Archivo Nietzsche, asimismo en la Editorial Richard Hadl, de Leipzig, y en muy reducida edición. Estas tres publicaciones llevan, cada una, un epílogo de Max Oehler.
Tanto en la traducción como en las notas he seguido idéntico criterio que en las cuatro obras de Nietzsche publicadas anteriormente en esta misma colección: textos auténticos y completos, y notas que orienten en las numerosas alusiones tácitas de Nietzsche. Por lo demás, en la traducción de esta obra, que Nietzsche escribió siendo catedrático de filología griega, he puesto especial cuidado en la transcripción de los nombres griegos, guiándome por criterios rigurosos. En este difícil problema me he atenido a lo expuesto por Manuel F. Galiano en su obra La transcripción de los nombres propios griegos (segunda edición, Madrid, 1969), quien ha tenido también la amabilidad de atender a mis consultas sobre temas particulares.
INDICE
Introducción, de Andrés Sánchez Pascual
EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA
Ensayo de autocrítica
Prólogo a Richard Wagner
El nacimiento de la tragedia
Caps. 1-25
ESCRITOS PREPARATORIOS DE EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA
El drama musical griego
Sócrates y la tragedia
La visión dionisíaca del mundo