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Ed. Fondo de Cultura Económica, año 1993. Tamaño Traducción de Eduardo L. Suárez. Estado: Usado muy bueno. Cantidad de páginas: 514

Con este estudio de la manera truncada y paradójica como la Derecha alemana incorporó la Ilustración, deseo acentuar las contribuciones positivas de la Ilustración a la vida moderna. Los avances científicos y tecnológicos de Alemania ocurrieron sin el beneficio de una tradición vital de liberalismo político. Sin embargo, muchos observadores concluyeron que la maldad de Hitler tenía sus orígenes en un exceso de razón, opinión que se encuentra detrás de gran parte del pesimismo cultural contemporáneo. Pero la razón de la Ilustración significaba más y algo distinto de la racionalidad de medios a fines del terror burocrático. No es la Ilustración, sino su incorporación inadecuada y parcial a la sociedad alemana, lo que debe condenarse…y entenderse.

Este estudio pretende ser también un recordatorio de que las ideas importan, y más específicamente que las explicaciones simplistas de las causas y las consecuencias del cambio tecnológico pueden tener y han tenido peligrosas consecuencias políticas. En un período en que las democracias occidentales están afrontando los retos de la tercera revolución industrial de computadoras y telecomunicaciones, un estudio de la respuesta alemana a la segunda revolución industrial tiene cierta importancia contemporánea. Ahora, muchos intelectuales de Alemania Occidental y de Occidente en general se sienten menos entusiastas acerca de las perspectivas ofrecidas por los cambios tecnológicos que los modernistas reaccionarios. Pero la desconfianza de la razón y la inclinación a dotar a la tecnología de cualidades que no posee, mientras se permanece en gran medida ignorante de sus características técnicas inherentes, continúa afectando las relaciones entre la tecnología y el alma.

Al redactar este libro, no pude dejar de advertir la semejanza existente entre el modernismo reaccionario y los fanatismos bien dotados en términos tecnológicos y financieros del Tercer Mundo. Durante los años sesenta se popularizaron las críticas a la aplicación de la experiencia europea al mundo no occidental. Aunque el Occidente es peculiar, los acontecimientos contemporáneos del Tercer Mundo sugieren que, como señalara hace casi 20 años Ralf Dahrendorf, Alemania sigue siendo la primera nación nueva que muestra su futuro a las naciones menos desarrolladas. Mientras el nacionalismo siga siendo una fuerza potente, seguiremos afrontando algo semejante al modernismo reaccionario. Las perspectivas de un mundo mejor no mejorarán por una alianza antiliberal entre los intelectuales occidentales que han perdido la fe en la Ilustración y los intelectuales de las naciones en desarrollo que erradamente equiparan la modernidad sólo con la tecnología. *

Este libro es un estudio de una tradición cultural y su efecto sobre la política, dos dimensiones del análisis histórico y social que con frecuencia han estado separadas en las ciencias sociales últimamente. A pesar de la jactancia de los defensores recientes del análisis «estructural», los hechos nos regresan a la concepción de que las ideas políticas y las tradiciones culturales no son menos importantes que las estructuras de clases o Estados. Todo estudioso serio del nacionalsocialismo deberá considerar el olvido del significado y la intencionalidad en la política, por parte de las ciencias sociales, como una repetición de las ilusiones de la República de Weimar que Hitler explotara con tanta eficacia.

Cuando empecé este estudio, aspiraba a demostrar la utilidad de las categorías centrales tomadas de la teoría crítica de la sociedad de la escuela de Francfort para explicar los desarrollos históricos y políticos. Pero al escribir el libro me convencí de que la teoría que impulsó la investigación estaba profundamente errada. La idea de la dialéctica de la Ilustración de Theodor Adorno y Max Horkheimer, así como las opiniones de Herbert Marcuse sobre la tecnología y la sociedad, ofrecían una riqueza de ideas y cuestionamientos sin los cuales no habría surgido mi interpretación del modernismo reaccionario. La controversia que rodeó a las concepciones de Marcuse sobre la tecnología y la sociedad fue un importante punto de partida de este libro. Irónicamente, gran parte de las concepciones que contiene este ensayo interpretativo surge de mi lucha con ideas que ya no me parecen convincentes. El lector deberá decidir si he podido o no ver más allá parándome en los hombros de estas figuras. Pero mi deuda con los críticos teóricos sigue siendo importante.

No existe la modernidad en general. Sólo hay sociedades nacionales, cada una de las cuales se moderniza a su modo. Este estudio examina una paradoja cultural de la modernidad alemana, a saber: la aceptación de la tecnología moderna por los pensadores ale¬manes que rechazaron la razón de la Ilustración. En las teorías sociológicas del desarrollo de la modernidad europea predominan las dicotomías: tradición o modernidad, progreso o reacción, comunidad o sociedad, racionalización o carisma. Cuando se aplican a la historia alemana moderna, tales dicotomías sugieren que el nacionalismo alemán, y luego el nacionalsocialismo, fue motivado primordialmente por los rechazos de la modernidad: los valores políticos de la Revolución francesa y las realidades económicas y sociales creadas por la Revolución Industrial. Se nos dice que la Alemania romántica rechazó la modernidad científica. Si la visión pastoral hubiese conquistado al avance tecnológico, la modernidad alemana no habría conducido a la catástrofe alemana. En este estudio de una tradición cultural a la que he llamado el modernismo reaccionario, estoy postulando una visión más matizada de la ideología alemana en la República de Weimar y el Tercer Reich.

Mi tesis básica es la siguiente. Antes y después de la toma del poder por parte de los nazis, una corriente importante dentro de la ideología conservadora y luego dentro de la ideología nazi fue una conciliación entre las ideas antimodernistas, románticas e irracionales del nacionalismo alemán y la manifestación más obvia de la racionalidad de medios y fines, es decir, la tecnología moderna. El modernismo reaccionario es una construcción ideal típica. Los pensadores a quienes llamo modernistas reaccionarios no se describieron jamás en estos términos precisos. Pero esta tradición era un conjunto coherente y significativo de metáforas, palabras familiares y expresiones emocionalmente cargadas que convirtieron la tecnología, de un componente de la «Zivilisation» occidental ajena, en una parte orgánica de la «Kultur alemana». Aquí se combinaba la reacción política con el avance tecnológico. Allí donde los conservadores alemanes habían hablado de la tecnología o la cultura, los modernistas reaccionarios enseñaron a la Derecha alemana a hablar de la tecnología y la cultura. El modernismo reaccionario no fue primordialmente una reorientación pragmática o táctica, lo que no niega que haya transformado las necesidades militares-industriales en virtudes nacionales. Más bien, incorporó la tecnología moderna al sistema cultural del nacionalismo alemán moderno, sin disminuir los aspectos románticos y antirracionales de tal sistema.

Los modernistas reaccionarios eran nacionalistas que convirtieron el anticapitalismo romántico de la Derecha alemana en algo alejado del pastoralismo orientado hacia atrás, apuntando por el contrario hacia los lineamientos de un orden hermosamente nuevo que remplazaba al caos informe generado por el capitalismo por una nación unida, tecnológicamente avanzada. Al actuar así, contribuyeron a la persistencia de la ideología nazi durante todo el régimen de Hitler. Pugnaron por una revolución desde la Derecha que restablecería la primacía de la política y el Estado sobre la economía y el mercado, y que así reintegraría los lazos existentes entre el romanticismo y el rearme en Alemania.

Aunque los llamo modernistas reaccionarios, estos pensadores se veían a sí mismos como revolucionarios culturales que trataban de consignar el materialismo al pasado. En su opinión, el materialismo y la tecnología no eran en modo alguno idénticos. Thomas Mann captó la esencia del modernismo reaccionario cuando escribió que «el aspecto realmente característico y peligroso del nacionalsocialismo era su mezcla de una modernidad robusta y una postura afirmativa hacia el progreso combinadas con sueños del pasado: un romanticismo altamente tecnológico». Este libro presenta lo que Mann captara como la interconexión de la «Innerlichkeit» (orientación hacia adentro) alemana y la tecnología moderna.

La conciliación alemana de la tecnología y la sinrazón se inició en las universidades técnicas alemanas alrededor de principios del siglo, fue defendida primero por los intelectuales no técnicos de la revolución conservadora de Weimar, encontró un hogar en el Partido Nazi en los años veinte y entre los propagandistas del régimen de Hitler en los años treinta, y se convirtió en un factor del triunfo de la ideología totalitaria hasta 1945. Los campeones de esta tradición eran numerosos profesores de ingeniería y colabora¬dores de las revistas publicadas por las asociaciones de ingeniería nacionales. En la revolución conservadora de Weimar, la aceptación irracional de la tecnología fue defendida por Hans Freyer, Ernst Jünger, Carl Schmitt, Werner Sombart y Oswald Spengler, mientras que Martin Heidegger añadía una voz más ambivalente al coro modernista reaccionario. Dentro del Partido Nazi, las teorías de Gottfried Feder sobre la amenaza del financiamiento judío a la productividad alemana se vieron finalmente complementadas por una

dicción más sutil del romanticismo y la técnica moderna bajo la dirección de Joseph Goebbels y Fritz Todt, el administrador de la construcción del «Autobahnen» y primer ministro de armamentos de Hitler. En todo momento, los modernistas reaccionarios contribuyeron a la coexistencia del irracionalismo político con el rearme y la racionalización industrial. Al final de la guerra, por ejemplo, la estación de investigación de las SS que desarrollaba en Peenemunde los cohetes V-l y V-2 realizaba la búsqueda desesperada de un arma que invirtiera milagrosamente la marea de la guerra obviamente perdida en ese momento.

No es paradójico el rechazo de la tecnología y la razón de la Ilustración, ni la aceptación de la tecnología mientras se aclama la razón. Estos apareamientos son los resultados habituales de la elección entre el cientificismo y el pastoralismo. Pero sí resulta paradójico el rechazo de la Ilustración al mismo tiempo que se acepta la tecnología, como lo hicieron los modernistas reaccionarios en Alemania. Sostenían estos modernistas que Alemania podría ser a la vez tecnológicamente avanzada y fiel a su espíritu. Todo el legado antioccidental del nacionalismo alemán sugería que tal conciliación entre el espíritu y la tecnología quedaba descartada, ya que nada podía ser más ajeno a la cultura alemana. Pero los modernistas reaccionarios reconocieron que las ideas antitecnológicas eran fórmulas para la impotencia nacional. Ei Estado no

podía ser a la vez fuerte y tecnológicamente atrasado. Los modernistas reaccionarios insistían en que la Kul- turnation podía ser a la vez poderosa y fiel a su es¬píritu. Como reiterara sin cesar Goebbels, éste sería el siglo del stahlernde Romantik, romanticismo de acero.

Una observación fundamental acerca del nacionalsocialismo es que la ideología de Hitler fue el hecho político decisivo del régimen nazi hasta el catastrófico final. Muy pocos de los aliados conservadores de sus opositores izquierdistas esperaban que así ocurriera. Algunos sostenían que Hitler era un oportunista cínico que abandonaría el principio en aras del poder. Otros no podían creer que alguien, o un gran número de personas, se tomara en serio una mezcla tan absurda de la irracionalidad y la inhumanidad. Y otros más, en esa época y después, sostuvieron que el nacionalsocialismo era fundamentalmente un rechazo completo del mundo moderno y sus valores. En consecuencia, su dinamismo ideológico quedaría destrozado en el curso del gobierno y la administración efectivos de la sociedad industrial más avanzada de Europa. El hecho de que esto no haya ocurrido ha suscitado desde entonces un intenso debate…

INDICE
Prefacio
I- La paradoja del modernismo reaccionario
II- La revolución conservadora de Weimar
III- Oswald Spengler: Antinomias burguesas, conciliaciones reaccionarias
IV- El realismo mágico de Ernst Jünger
V- La tecnología y tres pensadores mandarines
VI- Werner Sombart: la tecnología y la cuestión judía
VII- Los ingenieros como ideólogos
VIII- El modernismo reaccionario en el Tercer Reich
IX- Conclusión
Ensayo bibliográfico
-Fuentes primarias
-Literatura secundaria
Indice de nombres