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DVD Original
Estado: Nuevo
Origen: Estados Unidos
Formato: Widescreen / Fullscreen
Color
Idioma: Inglés
Subtítulos: Castellano / Inglés / Portugués
Duración: 115′
Director: Costa Gavras
Actores: John Travolta, Dustin Hoffman, Mia Kirshner, Alan Alda, Robert Prosky, Blythe Danner, William Atherton, Ted Levine, Tammy Lauren, Raymond J. Barry

«La tentación de convertir las noticias en espectáculos es el problema más grave de la televisión contemporánea», dice Constantin Costa Gavras.

la ficción de «El cuarto poder» transcurre en las pestilentes bambalinas de una cadena de televisión norteamericana. Cualquiera diría, sin embargo, que el director de «Z» y «Estado de sitio» ha espiado por la cerradura de la TV argentina. Caprichos del mundo globalizado, pocas son las diferencias y muchas las semejanzas en la gran aldea catódica.

La película gira alrededor de dos personajes, ambos perdedores con ganas de desquitarse. Max Brackett (Hoffman) era uno de los mejores cronistas de la cadena de TV. Pero, en su momento, esa condición no le impidió respetar determinados límites. Así, su carrera descendió en picada el día en que se negó, en vivo y en directo, a describir con pelos y señales el estado de los cadáveres tras un accidente de avión. Desde entonces pasa sus días investigando historias en un pequeño pueblo de California, lejos de la cadena donde había estado a punto de rozar la gloria. Max no se resigna al destino de perdedor y a la vuelta de la esquina, en un museo, encontrará el modo de recuperar su gloria mediática.

Sam Baily (Travolta) trabaja como guardia del museo en cuestión. Ha sido despedido a causa de un recorte presupuestario. Tiene esposa e hijos. Para él no hay opción:debe recuperar ese empleo aunque sea enfrentando a su jefa, arma en mano. Así las cosas, Sam queda atrapado en un laberinto cuya única salida parece ser la televisión. Frente al museo, la jungla de cronistas, cámaras y curiosos. Puertas adentro, Sam convertido en un improvisado secuestrador de su jefa y de un grupo de niños que casualmente visitaban el museo. Pero Sam no está solo en su propia trampa: Max también está dentro del museo y es un periodista televisivo de raza, sabe que ese hombre común y corriente protagonizando su propio día de furia traerá rating. Ni más ni menos que el trampolín desde el que Max intentará lanzarse de nuevo a la fama.

«La televisión no es más que un instrumento. Lo que cuenta es la gente que la hace y el sistema económico en el que se desarrolla. Lo único que le interesa a la TV, y cada vez más, es el espectáculo que el hombre común va a ofrecer. Eso dura apenas un momentito y pasa. No creo que haya solución para ese problema. Quizá la única posibilidad es informar cada vez más al público; en vez de mostrar esos breves momentos de drama que juegan con los sentimientos nobles de los espectadores, olvidan el episodio inmediatamente y pasan a otro espectáculo» -opina Costa Gavras- «No puede haber democracia si no se tiene en cuenta a la opinión pública. Pero la opinión pública es manipulada. En el film se muestra cómo en un momento la opinión pública es favorable para Sam y, de buenas a primeras, cuando la TV pone el acento en las quejas de los padres que tienen a sus hijos encerrados en el museo, la opinión pública cambia. Y la televisión, en vez de explicar exactamente lo que pasa, cambia el ángulo de tratamiento del tema en la misma dirección en que se ha desplazado la opinión pública. Hasta entonces, para la TV Sam era bueno. De allí en adelante pasa a ser malo».