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Ed. Fondo de Cultura Económica, año 1994. Tamaño 21 X 13,5 cm. Estado: Nuevo. Cantidad de páginas: 308
Paz nació en Mixcoac, México, el 31 de marzo de 1914, durante la Revolución Mexicana. Era hijo de Octavio Paz Solórzano, escribano y abogado que trabajó para Emiliano Zapata y que estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la revolución. Por contraste, su abuelo paterno, Ireneo Paz, fue novelista y soldado del ejército del dictador Porfirio Díaz. A los dos años Octavio llegó a Estados Unidos, donde su padre fue enviado como representante de Zapata. Volvió a México en 1920 para estudiar sucesivamente en el Colegio Williams, en el Colegio Francés Morelos y en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1937 viajó a España y en tiempos de la Guerra Civil participó del II Congreso Internacional de Escritores (antifascistas) en Valencia, donde compartió con Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Vicente Huidobro, Alejo Carpentier, César Vallejo y Raúl González Tuñón, entre otros, su solidaridad con los republicanos. Ahí conoció a muchos poetas de la llamada “generación del ’27”. Un año después de nuevo en México sería uno de los fundadores de la revista literaria Taller, donde escribió hasta 1941. Luego, por una Beca Guggenheim, regresó a los Estados Unidos. En 1945 se inició en la carrera diplomática, que pronto lo llevó hacia Francia, donde escribió El laberinto de la soledad, un ensayo celebrado como el documento por excelencia de la “mexicanidad”, un estudio heterodoxo de la decantación del proceso histórico en el registro popular del lenguaje.
La primera etapa de su poesía está reunida en Libertad bajo palabra (1935-1957). La influencia del surrealismo en Paz no se limitó al automatismo de la escritura espontánea ni a la concepción de la imagen poética como cápsula explosiva por la unión de dos realidades contrarias. Para el poeta mexicano fue decisiva “la idea de poesía como actividad subversiva” a un tiempo crítica del mundo y medio de conocimiento, destrucción de la moral y la lógica imperante y visión suprema de la realidad. En el prólogo de Los hijos del limo (1974) plantea que “un poema es un objeto hecho del lenguaje, los ritmos, las creencias y las obsesiones de este o aquel poeta y de esta o aquella sociedad”. Y añade que “el sentimiento y la conciencia de la discordia entre sociedad y poesía se ha convertido, desde el romanticismo, en el tema central, muchas veces secreto, de nuestra poesía”. En este libro procura describir, desde la perspectiva de un poeta hispanoamericano, el movimiento poético moderno y sus relaciones contradictorias con lo que llamamos modernidad.
“Apenas desviamos los ojos de lo poético para fijarlos en el poema, nos asombra la multitud de formas que asume ese ser que pensábamos único. ¿Cómo asir la poesía si cada poema se ostenta como algo diferente e irreductible? La ciencia de la literatura pretende reducir a géneros la vertiginosa pluralidad del poema –plantea Paz en el libro que aquí presentamos, El arco y la lira (1956)–. Por su misma naturaleza, el intento padece una doble insuficiencia. Si reducimos la poesía a unas cuantas formas –épicas, líricas, dramáticas–, ¿qué haremos con las novelas, los poemas en prosa y esos libros extraños que se llaman Aurelia, Los cantos de Maldoror o Nadja?
Si aceptamos todas las excepciones y las formas intermedias –decadentes, salvajes o proféticas– la clasificación se convierte en un catálogo infinito. Todas las actividades verbales para no abandonar el ámbito del lenguaje, son susceptibles de cambiar de signo y transformarse en poema: desde la interjección hasta el discurso lógico. No es ésta la única limitación, ni la más grave de las clasificaciones de la retórica. Clasificar no es entender. Y menos aún comprender. Como todas las clasificaciones, las nomenclaturas son útiles de trabajo. Pero son instrumentos que resultan inservibles en cuanto se les quiere emplear para tareas más sutiles que la mera ordenación externa. Gran parte de la crítica no consiste sino en esta ingenua y abusiva aplicación de las nomenclaturas tradicionales.
Un reproche parecido debe hacerse a las otras disciplinas que utiliza la crítica, desde la estilística hasta el psicoanálisis. La primera pretende decirnos qué es un poema por el estudio de los hábitos verbales del poeta. El segundo, por la interpretación de sus símbolos. El método estilístico puede aplicarse lo mismo a Mallarmé que a una colección de versos de almanaque. Otro tanto sucede con las interpretaciones de los psicólogos, las biografías y demás estudios con que se intenta, y a veces se alcanza, explicarnos el por qué, el cómo y el para qué se escribió un poema. La retórica, la estilística, la sociología, la psicología y el resto de las disciplinas literarias son imprescindibles si queremos estudiar una obra, pero nada pueden decirnos acerca de su naturaleza última”.
“Mi entusiasmo, mi admiración y mi alegría frente a su obra no son actitud de novicio sino de reconocimiento –por fin– de un trabajo profundo y completo sobre algo que es con mucho uno de los fuegos centrales, si no el mismísimo fuego central del hombre”, le escribe Cortázar en una carta fechada en París, el 31 de julio de 1956, luego de leer y releer El arco y la lira.
“Octavio, yo creo que usted ha mostrado en su libro lo que me parece ser la característica más profunda del pensador, del ensayista latinoamericano –y muy en especial del mexicano y argentino–. Me refiero a esa posibilidad que nos ha sido dada (y de la que todavía hacemos poco uso) de conocer y de explorar un tema desde todos sus ángulos, sin la reducción inevitable a un modo de pensar, a una cultura dada, que es el signo fatal de los trabajadores europeos” -reflexiona el escritor argentino en esta carta- “lo que usted ha descubierto sobre el ritmo me parece magnífico. No sé si ‘descubierto’ es la expresión justa; lo es, al menos, en lo que a mí se refiere, porque después de leer miles de páginas sobre el ritmo, no encontré jamás una intuición como la que usted señala y explora: la de que el ritmo es sentido de algo, y que no es medida, sino tiempo original. Y visión del mundo, e imagen del mundo.
Cuando se ha entendido esto (y ahora me parece empezar a entenderlo por fin) se derrumban estrepitosamente montones de capítulos retóricos, de vagos esqueletos escolásticos que sobrevivían en nuestros días. Lo mismo le digo del capítulo sobre ‘la imagen’ que es de una riqueza por momentos vertiginosa. Eso, y toda la parte titulada ‘La otra orilla’ son para mí los momentos fundamentales de su libro, las grandes noticias que nos trae usted de las alturas y las profundidades”, agrega un Cortázar exultante que, más adelante, en la misma carta, plantea que cree que las dos primeras partes de El arco y la lira “bastarían para hacer de esta obra el mejor ensayo sobre poética que se haya escrito en América”.
Las reflexiones de Octavio Paz sobre el fenómeno poético, su lugar en la historia y, singularmente, en nuestra época y en nuestra vida personal son en buena parte el testimonio que el poeta da acerca de una cuestión nunca dilucidada del todo. Al preguntarse ¿qué es la poesía?, Octavio Paz responde refiriendo la pregunta a otro ser, no menos enigmático: el poema. En la primera parte de este libro, el autor examina la naturaleza del poema y hace un análisis de sus componentes: lenguaje, ritmo e imagen.
El estudio del poema lleva a Octavio Paz a inclinarse sobre un nuevo problema: ¿En qué consiste la creación poética, esto es, la creación de poemas? En la segunda parte de su libro, Paz examina las diferencias y semejanzas entre la experiencia poética y la religiosa, dedica un capítulo al espinoso problema de la «inspiración» y concluye afirmando que la experiencia poética es irreductible a cualquiera otra.
Tras estudiar el «decir poético» y su significación, el autor se plantea un nuevo problema: ¿cómo se comunica este decir poético? Paz afirma que el poema es de naturaleza histórica; pero esta manera de ser histórica es paradójica, pues si bien el poema constituye un producto social, expresión de una época determinada, también es una condición previa a la existencia de toda sociedad.
La poesía consagra el instante y convierte el transcurrir histórico en arquetipo. A continuación, Paz examina algunos ejemplos de «consagración» de la historia por la poesía: el teatro griego -cuyo tema central es el «sacrilegio»-, la novela y la poesía lírica de la edad moderna. Particular importancia dentro de las ideas del autor reviste esta última, pues constituye «una tentativa del verbo por encarnar en la vida». Luego de analizar la aventura de la poesía moderna y las causas de su fracaso histórico, Octavio Paz ofrece su idea sobre la función de la poesía en nuestra época.
INDICE
Advertencia a la primera edición
Advertencia a la segunda edición
1- INTRODUCCIÓN
Poesía y poema
2- EL POEMA
El lenguaje
El ritmo
Verso y prosa
La imagen
3- LA REVELACIÓN POÉTICA
La otra orilla
La revelación poética
La inspiración
4- POESÍA E HISTORIA
La consagración del instante
El mundo heroico
Ambigüedad de la novela
El verbo desencarnado
5- EPÍLOGO
Los signos en rotación
6- APÉNDICES
-Poesía, Sociedad, Estado
-Poesía y respiración
-Whitman, poeta de América